Juan Manuel Gil: “No me planteo elegir entre el pudor o el exhibicionismo”

El autor almeriense habla sobre su novela ‘La flor del rayo’ (Seix Barral) en la Villaespesa

El escritor almeriense Juan Manuel Gil, autor de ‘La flor del rayo’. Foto: Iván Giménez /  Seix Barral
El escritor almeriense Juan Manuel Gil, autor de ‘La flor del rayo’. Foto: Iván Giménez / Seix Barral
Evaristo Martínez
22:58 • 27 ene. 2023 / actualizado a las 20:57 • 14 mar. 2023

Un escritor con un premio bajo el brazo y un bloqueo frente al folio. Una casa que esconde (al menos) un secreto. Una crisis de pareja. Un perro robaescenas. Una psicóloga que las ve venir. Una investigación de andar por casa. Diálogos eléctricos. Humor perspicaz e ironía autoconsciente. También una historia triste sobre la que quizás vuelva a germinar la luz si se encuentran las palabras justas. Las palabras con las que se cuentan las historias, reales o inventadas. ¿Importa? La respuesta la puede tener (o no) Juan Manuel Gil (Almería, 1979) en su nueva novela, ‘La flor del rayo’, editada por Seix Barral, sello que le dio en 2021 el premio Biblioteca Breve por ‘Trigo limpio’.



Tras distintas presentaciones, este miércoles 15 de marzo participa en un encuentro con sus lectores en la Biblioteca Villaespesa de Almería a partir de las 19 horas.



El protagonista de ‘La flor del rayo’ se llama como usted y ha ganado el premio que usted ganó. Pero no es usted. ¿Vamos bien?



Vamos bien. Aunque no tengo claro que mi pareja piense lo mismo. 



¿Guarda esa distancia con su yo de ficción por pudor?



No me planteo elegir entre el pudor o el exhibicionismo. Lo que me exijo es tomar decisiones que hagan que la historia progrese con nervio, que me empujen hacia adelante, que tiren del lector hacia dentro. 



El Juanma de la novela disfraza la verdad y va generando un pequeño caos por encontrar su historia. ¿Se iría de cervezas con él o se cambiaría de acera?



Sí, claro. E invitaría yo. Me ha dado muchas páginas, cómo no le voy a estar agradecido. Además, quien no genere un pequeño caos de vez en cuando, ¿qué está haciendo con su vida?


Su escritor sufre de bloqueo literario. ¿Es un mal real o un recurso de su oficio para, precisamente, contarnos historias?

En los periodos más o menos largos en los que no he escrito una sola página —de eso hace ya algunos años— no me he sentido bloqueado. De hecho, siempre tuve la impresión de que, aunque no tecleara una sola palabra, no paraba de escribir en mi cabeza. 


“Rara vez los libros se empiezan a escribir por el principio”, leemos. ¿Es cierto?

En mi caso, es así. No suelo buscar los principios. La propia escritura me los trae cuando ya he redactado buena parte de la novela. Cualquier conexión, giro o palabra me revela ese comienzo. Pero no quiero plantearlo como un acto solemne. Si acaso, como un movimiento mecánico que se activa. 


¿Es ‘La flor del rayo’ una especie de secuela de ‘Trigo limpio’? Como un díptico. 

Diría que es una obra que dialoga con las anteriores, tanto con ‘Trigo limpio’ como con ‘Un hombre bajo el agua’, pero con autonomía plena. Y no lo digo porque compartan un narrador y un tono determinado. Lo digo porque en todas ellas se esconden algunos de mis miedos.  


Gran parte de la acción transcurre en Ciudad Jardín, aunque no cite el barrio expresamente. Y hay un jardín determinante en la novela. ¿Parte del juego o cosa del azar?

Mi mejor puerta para acceder a la invención es mi vida cotidiana. Y ese es el barrio donde la llevo a cabo, donde paseo con mi perro a diario, donde juego con mi hija y busco aparcamiento. Por lo tanto, es ahí donde encuentro esas trampillas que, una vez abiertas, me dan acceso a mi ficción. En el caso de ‘La flor del rayo’, fue una casa muy cercana a la mía la que me empujó ficción abajo. 


El humor y la ironía recorren la novela, que se desliza suave a temas más dolorosos. ¿No podría acercarse a ellos sin ese escudo?

Probablemente podría, pero tengo la impresión de que ese humor me ayuda a llegar un poco más lejos en la exploración de lo que más temo, de lo que más me duele, de lo que casi me paraliza. Nuestra literatura nos ha enseñado que con el humor se accede al corazón de lo que nos aterra. 


Ocurre algo similar con el amor, que toca en varias de sus expresiones: de pareja, a los padres, al oficio de escribir, a una mascota. Pero siempre guardando una cierta distancia.

El narrador de esta historia ha hecho de la literatura su refugio. Sabe que a veces la vida te pasa por encima. En cambio, en la escritura, con esa distancia de la que hablas, la cosa puede ser bien distinta: él, como narrador, lo gobierna todo. O eso cree. 


Deja claro que las palabras pueden destruir tanto como construir. ¿Exageramos cuando hablamos del poder sanador de las historias?

Yo creo que eso depende de cada lector. En sentido estricto, la literatura no te cura una enfermedad hepática, no te soluciona los problemas con el banco, ni tomas las decisiones difíciles por ti. Pero sí puede transformarte. Un poquito. Y eso siempre es mucho. 

Sus diálogos son muy ágiles y sus personajes se quedan en ocasiones, literalmente, sin saber qué decir. ¿Manejar esos silencios también es escribir?
Sin duda. Renunciar al silencio por miedo a no ser entendido es desastroso en literatura. Los personajes a veces callan y tenemos que respetar ese silencio. Por eso mis narradores ni siquiera lo rompen diciendo que “guardó silencio”. 


Muchas novelas de hoy son fáciles de imaginar trasladadas a la pantalla. No sucede con las suyas, por más que esconden buenos argumentos. ¿Lo hace a propósito?

Mis novelas son eso. Novelas. Mientras las escribo me interesa lo visual, por supuesto, pero también los aromas de los jardines, el ruido de las persianas subiendo y bajando, el sabor de una manzana y el tacto de una carta que acabas de sacar del buzón. En eso la literatura es invencible.   


Hablando de películas: Garci dice que el cine es una vida de repuesto. ¿Se aplica usted lo mismo con la literatura?

Yo diría que la literatura escucha hablar del metaverso y sonríe con cierta ternura. 


Solemos encontrar en sus novelas uno o más misterios, desapariciones y una investigación, aunque sea terrenal. ¿Se ve adentrándose, sin tapujos, en el género negro?

Por ahora no. Mi propósito es no meter en mi barrio a ningún asesino. 


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