“Un museo no puede ser un espacio muerto, que simplemente acumule obras de arte“

Juanma Martín dirige y gestiona 3museos: Museo Casa Ibáñez, Museo Doña Pakyta y Museo de Arte

Juanma Martín a las puertas del Museo Doña Pakyta, su cuartel general diario.
Juanma Martín a las puertas del Museo Doña Pakyta, su cuartel general diario. La Voz
Rosenda Mirón
20:43 • 09 jul. 2022

Juanma Martín detesta diciembre y enero. Son los meses en los que toca papeleo puro y duro del los espacios artísticos que dirige, labores de gestión, y para un odiador confeso de las matemáticas, esas tareas hacen sus navidades más tediosas. Pero el resto del año es un disfrute sin fin para este experto en arte, y asegura que le pagan por hacer lo que más le gusta. Prepara exposiciones como “200 años de pintura almeriense” de la mano de Diputación, la apertura del Museo del Realismo Español Contemporáneo en el rehabilitado Hospital Provincial para el próximo año, investiga y planea actividades en los museos y sinergias con la sociedad almeriense. ¿Cómo? Robándole horas al sueño y siendo feliz con lo que hace.



¿Qué le espera al Museo tras este parón por obras?



La planta sótano se va a dedicar al proyecto Camina, con fondos europeos que une tres barrios de la ciudad: Centro, La Almedina y Chanca a través de la cultura, es decir, romper barreras sociales a través de la cultura. Hay una gran sala para talleres, actividades especialmente con familias, un espacio pequeño multiservicios para conferencias y dos salas de exposiciones. Me preocupa lo que yo llamo exclusión cultural, porque hay familias que nos es que no puedan acudir a los actos culturales, sino que piensan que no son para ellos. Para mí era una idea recurrente unir La Chanca con el museo a través de un itinerario cultural, actividades…y a partir de ahí surge todo ese proyecto.



Diriges museos pero hablas mucho de una labor social. Tu visión es mucho más global.



Sí, es que un museo ya no puede ser un espacio muerto, que simplemente acumule obras de arte, las exponga, porque al final perdemos un gran valor, el valor social. El museo tiene que ser dinámico, vivo y al servicio de la sociedad.



Una sociedad que cambia de forma rápida, ¿Cómo ve la función del museo a largo plazo?



Nuestro objetivo no tiene que ser solo el arte, la sociedad tiene que ser el punto de mira al que dirigir nuestros intereses. Eso lo tengo claro: si los museos no estamos continuamente pendientes de lo que la sociedad demanda seremos instituciones que cada vez nos alejaremos más de la sociedad y estamos como pasó a principios del siglo XX, museos para la élite, y eso no puede ser.



Si alguien viene y no conoce nada del arte almeriense qué no debe perderse?

Creo que hay algunos como top ten de la pintura almeriense: todo el movimiento indaliano sin duda, Jesús de Perceval, Capuleto, para mí son los dos puntales fundamentales. Hay mujeres que son fascinantes y que quedaron muy a la sombra de los hombres, como Paquita Fernández, que tiene una pintura muy interesante y una carrera muy potente. También Paquita Soriano o Carmen Pinteño. Por supuesto Ginés Parra, Federico Castellón. Y hay un pintor naif interesantísimo, Vicente Ferrer Vicente que era el enterrador de Pechina, y en sus ratos libres se dedicaba a pintar, es una de esas figuras deliciosas del arte almeriense que se conoce gracias a Perceval, el lo descubrió.


¿Tienes algún ritual en alguno de los museos? Algún cuadro, artista preferido…

Cada vez que vuelvo al Museo Ibáñez me gustar ir a visitar como si fuera un ritual casi religioso Las Rosas de Antonio López, y también una obra en la que siempre termino y no sé porqué, Los Baquillos de Andrés García Ibáñez. No sé porque pero siempre termino ahí. Es un cuadro que he visto muchísimas veces pero es algo innato acabar delante de él. Las rosas las voy buscando, y Los Baquillos lo encuentro.


-¿Qué tal pareja de baile es un artista, en tu caso Andrés García Ibáñez?

La parte de gestión no es su fuerte, pero tiene una visión y un ojo para la pintura tremendo, saber qué comprar, por dónde ir. Yo hago la programación y se la envío a él y a Santiago Alfonso (Cosentino) y nunca me dicen no, me dejan mucha libertad y lo agradezco mucho porque en este mundo si no tienes libertad, si te van marcando yo no podría trabajar. Hay un entendimiento pleno, yo empecé con él antes de llegar a la Fundación, como biógrafo suyo, como historiador del arte.


¿Esa obra ante la que te hayas quedado epatado?

En el museo del Louvre, La Balsa de la Medusa, o la Libertad guiando al pueblo. Plantarte delante de Las Meninas también es impactante. Otras me han decepcionado mucho como La Gioconda, cuando llegué y me puse allí yo decía ¿cuántos cristales tengo que pasar para apreciar algo? Un recuerdo que me dejó extasiado fue viendo el Moisés de Miguel Ángel en Roma, o la Capilla Sixtina. Solo eché de menos que hubiera menos gente.


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