“Los de pueblo huimos de lo rural, pero luego ves que tenemos otra picardía”

Gema Gutiérrez es diseñadora de interiores y consiguió que Hermès se fijase en la penca

Gema Gutiérrez ha trabajado para Roberto Verino, Hermès, Carlota Barrera y Moisés Nieto, entre otros (Foto: Pablo Paniagua).
Gema Gutiérrez ha trabajado para Roberto Verino, Hermès, Carlota Barrera y Moisés Nieto, entre otros (Foto: Pablo Paniagua).
Marta Rodríguez
07:00 • 03 oct. 2021

Gema Gutiérrez Aguilera (Balanegra, 1982) es culo de mal asiento. Estudió imagen y sonido, gráfica publicitaria, arquitectura efímera, personal shopper y decoración de escenarios y así, entre Berlín, Milán y Madrid, fue encontrando su sitio. En 2016 fundó PuntoFilipino, un estudio de diseño de interiores que consiguió que la firma francesa Hermès se fijase en la penca que ella había diseñado en homenaje a su abuelo, al que le gustaban los higos chumbos. ¿Su próximo reto? Trasladarse a Almería, donde espera abrir en los próximos meses.

Ni arquitecta ni decoradora, ¿qué hace un diseñadora de interiores?
El arquitecto se queda en la parte técnica, pero no profundiza en la vida de las personas que van a habitar ese espacio, y el decorador es alguien con buen gusto que, en principio, no tiene una formación específica y que suele estar en una tienda.

Sin embargo, un diseñador de interiores es el que desarrolla un proyecto que refleja la personalidad del cliente, analiza su perfil familiar e investiga hacia dónde van a evolucionar para que esa casa perdure. No es solo una cuestión estética, hay que estudiar electricidad, fontanería. Hacerlo todo desde el inicio y hasta la entrega de llaves.





¿Cómo es ese trabajo de investigar a la familia?
Cruzas una línea. Créeme que he tenido casos en los que hubiese preferido no saber tanto de los clientes. (Risas). Consiste en averiguar en qué trabajan, cuáles son sus gustos y aficiones, si tienen hijos o los quieren tener. Es casi como convertirse en un amigo, pero tienes que poner cierta distancia.

Es complicado porque al final entras en sus habitaciones o haces preguntas que pueden ser incómodas para la pareja y la familia. Esto no es qué color te gusta, cómo cocinas o cuál es tu ritual por la mañana. Se trata de hacerle mucho más cómoda a través de cosas que ellos no perciben.

¿Cómo encontró Gema Gutiérrez su sitio?

Si me remonto a cómo era de niña, lo cierto es que nunca me han gustado las muñecas. Soy hija de constructor y recuerdo que al lado de la casa de mis padres, en Balanegra, había una siderurgia y el cableado venía en unos cartones grandísimos. Con lo que pillaba aquí y allá, me dediqué a construir una ciudad con casas, tiendas y de todo. Buscaba objetos, los montaba, usaba clavos y cogía muestras de mi padre.

Sí que es cierto que hubo una época que en la que casi decidí jugar al volei de forma profesional. Empecé Derecho por mis padres y luego me matriculé en Imagen y Sonido, lo que me llevó a descubrir el diseño gráfico y la arquitectura efímera. Y ahí ya lo tuve clarísimo.

¿Se tuvo que ir de Almería para hacer carrera?
Estuve aquí doce años, porque hice todo lo contrario a lo que se tiene que hacer. En mi clase, todos tomaron el camino del estudio, pero yo me dije que no me hacía falta porque había vivido lo que era la construcción. Con veinte y pocos años, me metí en obras, un mundo de hombres en el que no me respetaban. Alguna vez me mandaron a casa a pintarme las uñas y tuve que remangarme los pantalones y meterme a arreglar un tubo. He tenido que trabajar el doble para demostrar lo mismo porque siempre preferían llamar a un hombre.

Todo esto me llevó a irme en 2012. Me trasladé a Berlín y luego me matriculé en un máster en Madrid que terminé en Milán. De allí parte el diseño, los italianos lo inventaron y el resto lo han copiado. Lo ves cuando andan por la calle, en los restaurantes, se nota que han vivido del arte.

Luego montó su propio estudio en Madrid que lleva el sugerente nombre de PuntoFilipino. ¿Qué significa?
A mí me gusta decir que nace de una historia prestada. Cuentan que un vecino del artista de la movida Fabio McNamara se puso a pintar el salón de su casa a cubazos después de una ruptura sentimental. Cuando Fabio vio aquel escándalo visual a través de la cristalera, le tocó al timbre y le dijo: “¿Puedo ver tu salón? He visto por la ventana y menudo ‘punto filipino”. Cuando me enteré de que esto significa 'descarado' y 'desvergonzado', entendí que era mi nombre porque casaba totalmente con mi personalidad.





Uno de sus trabajos célebres fue una penca almeriense que le compró la casa de modas francesa Hermès.
Sí, lo primero que hice fue lo de las pencas en homenaje a mi abuelo, al que le gustaban los higos chumbos, y también porque coincidió con la plaga de la cochinilla. La idea era destinar parte de los ingresos a su reforestación. Coincidió que tuve que estar dos meses parada por un accidente de tráfico y aproveché para lanzar la página web de venta y la cuenta de Instagram. Hermès contactó conmigo para ver si la penca servía como soporte para servir una ensalada de algas y, como resultó que sí, se quedaron las pencas.

Aquello me dio visibilidad y, a partir de ahí, la diseñadora Carlota Barrera me contactó para encargarme de sus desfiles en España. Hicimos tres, pero recibió el Premio Vogue y ahora se los hace Nike. (Risas). Luego vino Roberto Verino y la casa en la Costa del Sol del exfutbolista Uli Stielike.

¿Y por qué volver a Almería?
Desde que me fui, he echado mucho de menos el mar y eso que solía venir cada tres semanas. Pero la pandemia ha hecho que tenga otra perspectiva de Madrid, siento que la ciudad se ha apagado mucho y, aunque soy muy independiente, me parece muy frío el trato. Ahora he cambiado mi necesidad de expansión por mis raíces, estoy viendo locales en la calle de Las Tiendas y espero abrir mi propio estudio pronto. Los que somos de pueblo huimos de lo rural, pero luego te das cuenta de que sabemos buscarnos la vida, tenemos otra picardía.

He guerreado mucho, pero siento que es hora de volver a una ciudad donde hacen falta cambios. Yo he tenido profesores maravillosos en la Escuela de Arte, como Fran González, que fue quien sembró la semilla y plantó el veneno que llevo dentro. Confío en aprovechar ese talento y sumar fuerzas.





¿Qué materiales usaría en un espacio inspirado en el sur?
Más que en materiales, pienso en la luz. Yo me enfado mucho, porque nadie piensa en el aprovechamiento de la luz y creo que en el encierro todos nos hemos dado cuenta de lo importante que es. Mi idea será distribuir el espacio en función del recorrido del sol y de la hora a la que habitas cada estancia. La luz te pide cosas y el mar también. Apuesto mucho por los materiales de cercanía.







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