Juan López Vizcaíno, medio siglo al servicio de la sanidad

Esta es la historia de un practicante que dejó huella en Almería

López Vizcaíno en el Instituto Provincial de Sanidad.
López Vizcaíno en el Instituto Provincial de Sanidad.
Manuel Artero
07:00 • 27 feb. 2021 / actualizado a las 09:22 • 27 feb. 2021

Juan López Vizcaíno, practicante de la Jefatura Provincial de Sanidad, premiado con el ingreso en la Orden Civil de Sanidad, convirtió su vocación en un trayectoria de éxito profesional.



Nacido en 1907, orgulloso de ser almeriense y orgulloso de la ciudad en la que vivía. Su carrera comenzó en el año 1922, prestando servicios en los Hospitales de Evacuación para los heridos y enfermos procedentes de la Guerra de Marruecos. En aquella época, una epidemia de viruelas produjo numerosas víctimas en nuestra ciudad y colaboró en las campañas de vacunación que contribuyeron a la erradicación de la enfermedad.






Estudiante de Odontología, afrontaba con ilusión sus estudios, pero en 1925, por diferentes motivos, decide cambiar de carrera, comenzando sus prácticas en el Hospital Provincial, con el fin de facultarse para ingresar en la Carrera de Practicante. Durante sus prácticas obtuvo un contrato en el Servicio de Emigración como Sanitario para Ultramar. Ahí comenzó su trabajo, el 12 de octubre de 1925.



Los años fueron pasando por tierras de América del Sur, lo que le hizo desistir de sus ilusiones por convertirse en médico para seguir como practicante.



En octubre de 1927 a la edad de 19 años, obtiene el título, y tras unas oposiciones, consigue la plaza de Titular en Adra, en 1931.






Su carrera como practicante es ascendente desde el primer día. En 1932, se integra en los Servicios del Instituto Provincial de Sanidad en Almería, en la sección de laboratorio. En 1953, practicante del Servicio Dermatológico e Higiene Social. En 1971, Practicante de la Seguridad Social en el Servicio de Urgencia.


Estudiante e investigador incansable, autor de diferentes ensayos clínicos, participa en numerosas campañas provinciales contra la fiebre tifoidea, viruela, tifus exantemático, y en el conato de cólera de 1966-67.


Recorrió toda la provincia de Almería y Granada, con el fin de obtener productos patológicos de distintas enfermedades, obtención de pruebas de aguas de las redes de abastecimiento público, para su posterior análisis. Entre sus recuerdos más tristes, la epidemia de fiebre tifoidea que sufrió la pedanía de Fiñana ‘La Heredad’, producida por contaminación del agua del abastecimiento público, y que ocasionó numerosas muertes. Durante más de veinte días permaneció en el pueblo confinado, junto a sus vecinos, vacunando a la población.


En 1945, el Consejo General de Colegios Oficiales de Practicantes, le concede el Título de Honor, por su generosa colaboración en el beneficio de los practicantes.


En octubre de 1973 en recompensa a toda su carrera, el ministro de la Gobernación, a propuesta de las autoridades sanitarias de Almería y Granada, le concede el ingreso en la Orden Civil de Sanidad, al mérito sanitario por los servicios prestados.




Las felicitaciones llegaron desde todos los lugares e instituciones. Sus compañeros del Colegio Oficial de Ayudantes Técnicos Sanitarios de Almería, deciden celebrar una comida homenaje por este motivo.


Autor de varios artículos para prensa, dirige una carta al director de ‘La Voz de Almería’, en la que manifiesta su disconformidad con la incorporación de Almería a la Autonomía Andaluza. También escribió acerca del ‘Camino Viejo’ en el que habla de la Posada de San Roque, la Cuesta del Muelle, calle Colomer, el Cerrillo del Hambre, la Cueva Borras, y el Barranco Crespi.


En el año 1977 se jubila, y por este motivo recibe una cena homenaje en el Restaurante ‘Rincón de Juan Pedro’.




La Virgen y la guerra
Juan estaba casado con Francisca Cuadrado, hija de Paco y Amalia, panaderos de la Plaza de Pavía. Hay una historia muy curiosa relacionada con esta panadería, llamada ‘Virgen del Carmen’. En la fachada de la panadería había una hornacina, y en su interior una Virgen del Carmen, de un tamaño aproximado de 1,20 metros. Al comienzo de la Guerra Civil y para evitar que la Virgen fuese destruida o requisada deciden envolverla en sacos de harina, y esconderla en una habitación del terrado, junto a otros enseres.


Posteriormente, Francisca, por miedo a que descubriesen la imagen, decide trasladarla a los almacenes propiedad de Paco Hita que estaban en el solar en el que posteriormente se construyó el Cine Pavía. En los almacenes se guardaban barcos para desguace, piezas y repuestos. Allí envuelta en el saco, se escondió entre las piezas y barcos del desguace. Una vez acabada la Guerra Civil, la familia recupera la Virgen, la restauran y la siguen conservando actualmente.




De su autobiografía, a la que he accedido gracias a su nieta, Paqui García, me quedo con las últimas frases que dedica a los sanitarios, y que hoy en día, no puede ser más acertada:


“Ocasión esta propia para resaltar el desvelo constante de nuestras Autoridades Sanitarias, que a lo largo y ancho de todo el país montan una permanente alerta para descubrir y contrarrestar las más diversas enfermedades epidémicas, a saber, viruela, tifus, poliomielitis, difterias, tosferina, tétanos, etc. Ocasión, también, para resaltar la vocación sanitaria que, en infinidad de casos, con un espíritu de auténtico apostolado, se lanzan a las regiones del mundo más peligrosas, en sublime desvelo por contribuir a la salvación de las vidas humanas atacadas de las más varias enfermedades”.


Por mi parte, sirva este artículo como homenaje a todos los sanitarios, que como en su día hizo, Juan López Vizcaíno, no escatiman en esfuerzo y dedicación, y con valor, exponen su vida para salvar la de los demás.


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