Diario de una cuarentena (XL): Tututu

Simbólica imagen con la luz y el espacio como protagonistas.
Simbólica imagen con la luz y el espacio como protagonistas. Antonio Jesús García
Marta Rodríguez
07:00 • 13 may. 2020

Qué jodido escribir estas líneas. Poner punto y final a un experimento que durante más de ocho semanas me ha sacado de mi zona de confort y me ha puesto frente al espejo de mis contradicciones. No sabía dónde me metía cuando lo afronté y en cada una de las 40 páginas de este diario he luchado contra el miedo. Miedo a ser frívola en medio de una crisis sanitaria que se ha llevado por delante casi 27.000 vidas solo en España. Quien me conoce un poquito sabe que no está entre mis defectos. Solo pensé que la mejor forma de estar en esta guerra era brindando la compañía que yo necesitaba, esa que alivia la carga y se ríe de su sombra como una suerte de resistencia.




Miro hacia atrás y me parece un milagro haber llegado hasta aquí sin más brújula que las historias que me habéis confesado bajito. Ha llegado un momento en que cada vez que alguien me cuenta un secreto añade, acto seguido, “pero no puedes sacarlo en tu columna”. No me extrañaría haberme labrado la fama de chismosa. Habéis sido tan generosos que ya muchos mirabais a vuestro alrededor en busca de esa chispa que, bien prendida, ofrecía el enésimo hilo del que tirar para tejer este gran relato coral.




Este diario me ha traído amistades preciosas y ha fortalecido otras. La diva confinada a la que aspiro a parecerme. Carlos, Ché, Marina, Guille y Rodolfo que, con enorme talento, han ilustrado mis pensamientos antes incluso de que se produjesen. Un lector cero, que no me ha soltado de la mano en ningún momento, con el que he explorado lugares en mí que desconocía como si tal cosa. Como cuando canturreas de modo inconsciente cualquier absurda melodía. (Tututu). Y un lector uno que me ha salvado de algún tropiezo ortográfico sin perder la sonrisa. Ha habido sirenas que me han dado acuse de recibo allá desde el ancho mar. También confieso que he ofendido, quizá porque el que me leía no sabe que para mí estar loco es sinónimo de irreductible. Aunque bien pensado qué puede esperarse de una columna de opinión que no indigna a nadie.




De lo que me he quedado con las ganas es de buscar a aquel viejo que ha salido a sentarse en el banco de su pueblo cada tarde saltándose la cuarentena. No para preguntarle por qué lo ha hecho, para ponerme a su lado sin hacer ruido a contemplar el horizonte. Quizá sea un buen sitio desde el que despedirme por ahora. No descarto contribuir a un rebrote si os echo de menos más de la cuenta.







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