La familia Ovitz

“Los miembros de la familia fueron arrestados y deportados a un campo de exterminio”

Los Ovitz en una de sus actuaciones.
Los Ovitz en una de sus actuaciones.
Óscar Fábrega
07:00 • 25 mar. 2019

A mediados del siglo XIX, en 1868, en la pequeña aldea de Rozavlea, al norte de la región rumana de Transilvania, nació un señor llamado Shimshon Eizik Ovitz, el patriarca de la familia de Homo insolitus de la que les voy a hablar hoy. 



Shimson, además de convertirse en rabino —era un judío asquenazi—, fue un badchen, palabra hebrea que hace referencia a los comediantes que se encargaban de amenizar las bodas judías, una especie de bufón que se caracterizaba por sus chistes ingeniosos —algo parecido a los monologuistas de hoy— y que era muy respetado. 



Además, Shimson padecía enanismo, nombre con el que antaño se conocía a una dolencia llamada pseudoacondroplasia, un trastorno óseo que se desarrolla durante la infancia y que provoca un crecimiento insuficiente de las extremidades, así como deformidades en las piernas, los dedos, las caderas y la columna vertebral; y una estatura reducida que oscila entre 80 y 130 centímetros. —Existen otras condiciones médicas que producen enanismo, aunque esta es la más común.



Shimson, pese a ello, vivió una vida normal, hasta el punto de casarse en dos ocasiones y con dos mujeres de estatura normal. Con su primera esposa, Brana, tuvo dos hijas, Rozika y Franzika. Ambas heredaron la pseudoacondroplasia. Con la segunda, Batia, tuvo ocho hijos, de los cuales cinco también heredaron el trastorno: Avram, Frieda, Micki, Elizabeth y Piroska.



Durante años, Shimson y la mayoría de sus hijos se dedicaron a recorrer los pueblos de Rumanía, Hungría y Checoslovaquia como cómicos ambulantes, con el nombre Lilliput Jazz Troupe. Rozika y Franzika tocaban el violín, Perla el ukekele, Freida el címbalo, Micki el violonchelo, Elizabeth la batería y Avram se encargaba de los guiones y de las cuentas —evidentemente, todos los instrumentos estaban adaptados a sus tamaños—. El resto de hermanos se dedican a prestar apoyo logístico entre bambalinas (luces, vestuario, maquillaje). Gozaron de gran éxito, incluso después de la muerte del patriarca, en 1923. 



Todo iba a las mil maravillas hasta que una oscura sombra comenzó a extenderse por Europa. Tras el triunfo de Adolf Hitler, la Hungría del general Ion Antonescu se alió con la Alemania nazi y pronto comenzó la persecución de los judíos. Los Ovitz se vieron a obligados a dejar de actuar, aunque durante un tiempo consiguieron ocultar su identidad. 



Finalmente, el 12 de mayo de 1944, los trece miembros de la familia fueron arrestados en plena función y terminaron siendo deportados al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau —en el camino, uno de los hermanos, de estatura normal, consiguió escapar, aunque terminó siendo ejecutado.



Aquella familia llamó la atención de un oscuro y malvado personaje que llevaba un año destinado allí, el infame doctor Josef Mengele, el «Ángel de la muerte», que ha pasado a la historia por utilizar a los presos judíos como cobayas para sus terribles experimentos. Mengele sentía especial predilección por los gemelos y mellizos —solía asesinarlos y disecarlos solo para estudiar si sus órganos internos también eran similares— y por aquellos que tenían algún tipo de anomalía física (heterócromos, jorobados, hermafroditas), así que cuando conoció a los Ovitz vio el cielo abierto. «Ahora tendré trabajo durante los próximos veinte años», dijo cuando les vio por primera vez.


Mengele los apartó del resto de presos —junto a otras dos familias judías que aseguraron ser parientes de los Ovitz— y los ubicó en unas viviendas especiales mucho más confortables y saludables que los terribles pabellones donde malvivían los demás reclusos. Además, recibieron, en general, un trato mejor y una alimentación adecuada. Mengele, incluso, se los llevaba a algunas de las conferencias científicas que daba y les hizo actuar en varias ocasiones. Algunos prisioneros de Auschwitz hablaron en sus memorias de lo sorprendente que era ver un grupo de enanos paseando por el campo elegantemente vestidos. 


Posteriormente, una de las chicas, Perla, contó que en cierta ocasión algunos de los hermanos fueron llevados por error hasta una de las cámaras de gas, y que fue el propio Mengele el que les salvó la vida in extremis. «¿Dónde está mi familia de enanos?», dijo el sádico médico; «Me salvé por la gracia del Diablo», comentó años después Perla.

Claro que, por otro lado, les sometía a unas terribles pruebas médicas, desde la extracción de dientes, pelo, sangre o médula ósea, estando conscientes, a durísimos exámenes ginecológicos. Y todo, como solía hacer Mengele, fue anotado y documentado con fotografías e ilustraciones. Para más inri, fueron testigos de cómo dos enanos recién llegados a Auschwitz eran asesinados y sus cuerpos eran hervidos para limpiar sus huesos y poderlos exhibir en un museo anatómico.


Fueron siete meses de terribles torturas que terminaron el 27 de enero de 1945, cuando llegaron los rusos y liberaron el campo de Auschwitz. Los Ovitz habían sobrevivido al infierno. Un millón trescientas mil personas no tuvieron esa suerte. 


Aunque su odisea no terminó aquí. Tras ser liberados, fueron trasladados a un campo de refugiados soviético en el que estuvieron tres años. Cuando por fin pudieron regresar a su tierra, lo tuvieron que hacer andando, ya que iban con lo puesto. Tardaron siete meses en llegar. Por si fuera poco, cuando por fin llegaron, se encontraron con la desagradable sorpresa de que su casa había sido destruida. Nada les unía a Rumanía, así que prosiguieron su marcha y acabaron instalándose en Bélgica. 


Allí estuvieron hasta 1949, cuando se formó el estado de Israel. Ilusionados, se marcharon hasta allí, se instalaron en Haifa y comenzaron de nuevo a actuar. Algunos de los nuevos números que presentaron estaban basados en sus vivencias en el campo de exterminio… En Israel vivieron en paz el resto de sus días. La última superviviente, Perla, falleció en 2001.


Josef Mengele nunca fue capturado o juzgado por sus crímenes. Murió en una playa de Brasil en 1979.



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