Antonio Jiménez Millán: mirada

La Dulce Alianza recibe hoy jueves 14 de marzo, a las 19.30 horas, al escritor granadino

Antonio Jiménez Millán leerá una selección de sus mejores versos.
Antonio Jiménez Millán leerá una selección de sus mejores versos. La Voz
Aníbal García
07:00 • 14 mar. 2019

Las ramas de los plátanos, sobre el pretil del río, / llegan al ventanal con un aire de invierno. / Este rumor de agua se parece al pasado / que se filtra en la noche al ritmo de la lluvia. / Me pregunto si es ésta mi ciudad, / si era yo quien subía por las sendas del bosque, / quien cruzaba los puentes / cerca de las murallas y del frío / que ahora me resulta muy extraño.

Tomó la distancia suficiente, se acomodó en la silla y comenzó a hacer preguntas. Los músculos dibujaron en su rostro un mapa de expectativas. Sus ojos desprendían la plata de la lucidez y su voz, aunque leve, era firme. Sin embargo, se sintió pequeño en aquel improvisado oráculo contemplado por un horizonte áspero y lejano. Aquella oscuridad pudrió su mirada. Repitió las preguntas. Eran las preguntas correctas. Buscó una nueva perspectiva. Se puso en pie y aguzó los oídos. Por un instante, le pareció escuchar un veredicto en el oscuro silencio. Pero no pudo conocer la verdad, la memoria no era más que literatura.

Hoy nos acompañará en las Dulces Tardes Poéticas el voyeur que se observa a sí mismo y que lucha contra las interferencias del recuerdo, un autor que a través de la pregunta indaga en los laberintos de la propia intimidad: Antonio Jiménez Millán, poeta Santa Paula #35 que firma la plaquette que hoy de nuevo recuerda a José Ángel Valente a través de aquel pastelillo de luz que tomaba el poeta gallego en el antiguo establecimiento de La Dulce Alianza.




Nota biográfica
ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN (Granada, 1954) es catedrático de Literaturas Románicas en la Universidad de Málaga.




Una selección de sus primeros libros de poemas se encuentra en La mirada infiel. Antología 1975‑1998 (Granada, Maillot Amarillo, 2000, prólogo de Francisco Díaz de Castro). Con Ventanas sobre el bosque (Madrid, Visor, 1987) obtuvo el premio internacional de poesía ‘Rey Juan Carlos I’. Posteriormente ha publicado Casa invadida (Madrid, Hiperión, 1995) y ha obtenido los premios internacionales de poesía ‘Ciudad de Melilla’, con el libro Inventario del desorden (Madrid, Visor, 2003), y Generación del 27, con el libro Clandestinidad (Madrid, Visor, 2011). Cuenta con dos antologías recientes: Ciudades. Antología 1980-2015 (Sevilla, Renacimiento, 2016, prólogo de Luis García Montero) y 25 poemas (Málaga, Fundación Málaga, 2017). Su último libro publicado es Biología, historia (Madrid, Visor, 2018).




Es autor de varios ensayos y ediciones críticas. En 2009 fue comisario de la exposición y autor del catálogo de homenaje a Antonio Machado: Antonio Machado. Laberinto de Espejos (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía/ Centro Andaluz de las Letras, 2009). Fue profesor invitado en las universidades de Rennes y Aix-en-Provence.




Poética
“EMPECÉ a escribir demasiado tarde y sin embargo publiqué muy pronto”. Así manifiesta Antonio Jiménez Millán el rechazo a sus primeras composiciones, que datan del período de la Transición, y que justifica por estar enmarcadas en una etapa juvenil muy influenciada por la agitación vital que supuso la muerte de su padre.




De esa etapa son también sus primeras lecturas: los autores del 27, sobre todo Cernuda y AlbertiÁngel González y Jaime Gil de Biedma de la generación del 50 (sin olvidar al último Caballero Bonald) y los italianos Pavese y Pasolini, este último el que más influyó en los 80, no solo en su voz sino en la poesía de la ‘Otra sentimentalidad’ a la que nuestro autor se siente muy cercano.




Antonio sabe que existe porque se imagina. La poética de Jiménez Millán entiende su vida lírica como el acto de verse vivir y de meditar sobre la vida. No la experiencia sino la meditación de la experiencia. La poesía como forma vigilante de lucidez para rebelarse contra el “orden impuesto” a la manera de Walter Benjamin cuando otorga al narrador el papel de sabio. La poesía de Antonio Jiménez Millán siente el peso de la historia como energía clave para definir la mirada, una mirada que nuestro autor conecta con la realidad para detectar lo que ya ha sido y que nos define como individuo y como sociedad. Ese ejercicio de conciencia identifica la mentira del pasado y fija las defensas contra la indiferencia y la resignación. En esa forma de diálogo con la vida Antonio apela también a la conciencia del hoy como la memoria de un futuro impredecible evitando el exceso y el adorno innecesario en su forma de decir, “creo válida [en poesía] la [manera] de hablar desde lo personal, uno es testigo de muchísimos acontecimientos, me interesa hacer constar que hablo desde mi propia subjetividad, de cómo he vivido yo ese momento; desde mi memoria, nos dice Antonio.




 “En la vida y en la literatura/hay que saber guardar las distancias”. Jiménez Millán explica así cómo ha aprendido con el tiempo a guardar realmente ese espacio con el fin de no dejarse maravillar por los efectismos que rodean la literatura o por los engaños que generan determinados individuos o situaciones. Entiende que la poesía es una constante evolución donde lo antiguo busca el camino de lo nuevo a través de la mezcla y la búsqueda y la constante huida de las etiquetas.


Eligió este granadino afincado en Málaga una poesía culta para alejarse del culturalismo y acercarse a la música de las ciudades, unas veces desde la melodía del desorden y la clandestinidad y siempre desde el acorde de la verdad. Eligió Antonio la poesía como una forma de resistencia y superación del anonimato, una forma de “ver con buenos ojos, con la mirada limpia”.

Alguien se mueve / detrás de la ventana iluminada / de la casa de enfrente, / y yo también podría estar / al otro lado, / pero no: sólo soy / el viajero que firma en recepción, / el ausente que nunca terminó de marcharse.


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