“La vida para un niño ahora es mucho más difícil, hoy es un adulto en miniatura”

Eduardo D. Vicente recorrer en su último libro Almería a través de la mirada infantil

El escritor Eduardo D. Vicente acaba de publicar su último libro.
El escritor Eduardo D. Vicente acaba de publicar su último libro. La Voz
Luis F. Bonilla
07:00 • 15 dic. 2018

Supervisa la crónica almeriense desde un punto de vista emocional, el que dan las historias  que le ha ido contando la gente al tiempo que desempolvaba baúles llenos de recuerdos y tesoros fotográficos. Unas instantáneas que han conformado, en gran medida, los dos últimos libros de Eduardo D. Vicente, los más personales. El más reciente (‘La ciudad y sus niños. Almería 1930-1980’) repasa el cambio de una ciudad con la mirada inocente de quienes no tienen ni conciencia del mismo paso del tiempo.



¿Siguen soñando los niños con balones de reglamento?



Ahora sueñan con cosas más sofisticadas, relacionadas con el móvil o el ordenador. Para nosotros el balón de reglamento era como esos bocadillos con los que soñaba Carpanta delante de los escaparates.



Todo se ha vuelto más accesible...



Hoy un niño no sabe lo que pedir porque lo tiene todo. Antes lo teníamos muy claro, también, porque éramos más conscientes de las limitaciones al vivir en un entorno familiar más arraigado.



¿Por qué elige a los niños para contar la historia de Almería?



Porque la ciudad va trasformándose de la mano de los niños. Es donde más se notan los cambios. Imagínate qué diferente es el niño de 1945, que sueña con un bocadillo de sobrasada y se pega al cristal de una confitería deseando un pastel, al de 1960, que fantasea con unos Juegos Reunidos Geyper o una moto de las que anunciaban en la tele.



Tan sólo 15 años de diferencia...

No es nada. En el contexto histórico es un segundo apenas. Y fíjate cómo había cambiado la vida. Y como telón de fondo, la ciudad, que se va modificando también sin que nos demos cuenta.


¿Y cuál es el nexo de unión entre todas esas generaciones?

Durante 40 años, la ciudad ofrece a los niños un escenario común, que es la calle. Cuatro generaciones se crían y se cultivan en las calles de Almería. Pero, de repente, llega la gran revolución: la televisión.


¿Lo notaste cuando eras pequeño?

La primera noticia que yo tengo de la soledad es en el año 1971, cuando yo tenía ocho años. Un sábado por la tarde en el que yo salí a buscando niños para jugar y no encontré ninguno. Sentí entonces algo extraño en mí que muchos años después supe que era soledad.


¿Y qué estaba pasando en la tele en ese momento?

Lo que pasaba es que se puso de moda la sesión de tarde de Televisión Española, en la que ponían grandes películas de los 50 y los 60. Entonces, aquellos niños ya empezaban a preferir quedarse en su casa viendo cine que salir a la calle.


¿Almería es ahora un sitio peor para ser niño que hace 40 o 50 años?

Los niños no entienden de escenarios. Siempre son felices estén dónde estén, porque la felicidad forma parte de su existencia. Un niño no tiene pasado y no le importa nada el futuro, al niño sólo le importa el instante. Pero sí es verdad que nosotros teníamos la suerte de poder jugar sin la vigilancia de nuestros padres.


Esa libertad tiene que forjar caracteres.

Antes salíamos a la calle y comenzaba otra historia. En nada se parecía el niño ejemplar que yo era delante de mis padres al auténtico golfo en el que me convertía cuando me mezclaba con las malas compañías, que eran las que me gustaban, lógicamente.


¿Era más duro entonces ser niño?

La vida para un niño ahora es mucho más difícil. Antes su única obligación era ir al colegio tres horas por la mañana y dos por la tarde. Hoy, un niño es un adulto en miniatura que hace más cosas que sus padres.


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