Las redes sociales y su efecto positivo en la investigación y la divulgación

Las redes sociales no son buenas o malas en sí mismas

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Consoli Quintana Rojo
12:09 • 24 nov. 2022 / actualizado a las 21:00 • 27 nov. 2022

Una de las primeras redes sociales del mundo fue creada en 1997 y se llamó SixDegrees. Su nombre hacía referencia a la hipótesis formulada por el sociólogo Standley Milgram en 1967 y posteriormente comprobada por el profesor Duncan Watts en 2001, que sostiene que cada persona en este planeta está conectada a otra por una distancia de no más de seis personas conocidas entre sí.



Las redes sociales se pueden definir hoy día como cualquier servicio de internet que permita la interacción entre personas. Una posible clasificación sería:



1. Redes sociales horizontales: aquellas que han sido creadas para el público en general, no un tipo de usuario específico. El objetivo es la creación de comunidades y uso personal o profesional. Por ejemplo: Twitter, Facebook, Instagram, TickTok…



2. Redes sociales verticales: para conectar con un público que comparte intereses comunes. Por ejemplo: aquellas redes de temáticas específicas, como por ejemplo la red social Reddit, u otras exclusivas de mujeres profesionales y emprendedoras como Womenalia, o redes para la comunidad científica, como ResearchGate, Publons, Academia.edu, Divulgared, o incluso redes destinadas a la educación, como por ejemplo: Leoteca para la letura con los más pequeños, RedAlumno, Dictalia, Twiducate, Moodle, entre otras.



3. Redes sociales profesionales: la más conocida y usada es LinkedIn.



4. Redes de contenido compartido: aquellas cuyo objetivo es compartir contenido de su autoría, como por ejemplo YouTube.



5. Blogs y microblogs: en los que se comparte contenido escrito y suelen utilizarse en el mundo de los negocios: por ejemplo, Blogger y WordPress, o Twitter y Tumblr.



¿Son tan malos sus efectos?

Como casi todo, las redes sociales no son buenas o malas en sí mismas, sino que se puede hacer un uso bueno o malo de ellas. Por un lado, el uso descontrolado y excesivo de las mismas presenta una serie de riesgos, especialmente para las etapas de la infancia y la adolescencia.


Algunos de estos riesgos son la desinformación, el incremento de posibles situaciones de acoso o ciberacoso, la reducción de la práctica de habilidades sociales reales y la sustitución de las mismas por la interacción cibernética, o la necesidad de aprobación y aceptación a través del número de likes o seguidores y su impacto en la autoestima, entre otros. Incluso algunos consideran a la red social Twitter como un espejo de nuestro odio.


Sin embargo, también existe una faceta positiva en el impacto que tienen las redes sociales en la actualidad, sobre todo desde una perspectiva educativa y de investigación.


Las redes sociales y la educación

Uno de los impactos que tienen las redes en nuestra sociedad es que nos permiten interactuar, tanto en el ámbito más particular o personal como en el de las instituciones, así como compartir conocimiento y formar comunidades.


Cada vez son más los profesionales expertos que invierten parte de su tiempo en divulgar su conocimiento. Un claro ejemplo es Lucía Galán Bertrand, más conocida por Luciamipediatra, pediatra concienciada con la divulgación y presente en las redes sociales. Cuenta con más de 735 000 seguidores y ayuda a padres, madres, adolescentes e incluso a educadores en todo lo relacionado con la pediatría.


Teniendo en cuenta que la obligación educativa es formar personas para el futuro, la presencia e importancia de las redes no se puede ignorar ni en las instituciones educativas ni entre los propios educadores.


Conscientes de esta necesidad, numerosas universidades han analizado el uso de la redes sociales y otras plataformas digitales como blogs, wikis, YouTube, en educación y sus consecuencias positivas:


1. Intercambio de información.


2. Creación de contenidos y la posibilidad de su modificación.


3. Agilidad, acceso inmediato y permanente a los contenidos educativos.


4. Flexibilidad espacial y temporal.


Las redes sociales en investigación

Si realizamos un rápido análisis bibliométrico, usando para ello la base de datos Scopus y el término de búsqueda “redes sociales”, nos reporta un resultado de 1 276 documentos en los que diversos investigadores e investigadoras de todo el mundo han usado las palabras “redes sociales” en el título, resumen o palabras clave de sus obras. (El término en inglés, social network, arroja 359 144 documentos).


Comportamiento social y educación

El resultado nos proporciona información, de una forma rápida, no solo del volumen de la investigación sino en qué se ha venido investigando y publicando, así como la metodología empleada con relación a las redes sociales.


El gráfico nos permite observar diferentes grupos (en inglés denominados clusters) en diversos colores. Y cada grupo posee unas características específicas:


Nos permite observar la existencia de investigaciones sobre las redes sociales (cluster verde) muy relacionadas con el periodismo, medios de comunicación, redes sociales (entre las que Twitter y Facebook destacan del resto), credibilidad en los medios de comunicación, desinformación o noticias falsas; pero también con los movimientos sociales, población de inmigrantes, campañas electorales…


Visualizamos también en el cluster de color morado las líneas de investigación que han aprovechado la información que nos proporcionan las redes sociales: siendo uno de los grandes ámbitos de estudio el de la Medicina: covid-19, epidemias, pandemias, salud mental, salud pública, información médica, procedimientos, desinformación, urología, pediatría… Las metodologías que se han utilizado para estos estudios son el aprendizaje automático, los análisis cuantitativos, las revisiones y los análisis de sentimiento.


Poblaciones y comportamiento social

Aparecen también investigaciones relacionadas con determinados países, como Brasil, Colombia, México, Perú, con una metodología centrada en estudios de corte transversal o encuestas. Además, investigaciones cualitativas relacionadas con la familia, la salud, el conocimiento y la edad se agrupan en el cluster azul.


El cluster de color rojo son investigaciones sobre comportamiento social: adiciones, adolescencia, acoso, ciberacoso, privacidad, libertad de expresión, odio, aceptabilidad de la tecnología, movimientos sociales, población de inmigrantes, participación ciudadana, etc. Otro de los temas más investigados es el de la relación de las redes sociales y la educación: educación secundaria, educación superior, estudiantes universitarios, aprendizaje, aprendizaje colaborativo, formación de formadores e innovación, entre otros.


El cluster de color amarillo nos proporciona información de las investigaciones relacionadas con la innovación, marketing, turismo, empresa, comercio electrónico o emprendimiento, entre otras; así como la metodología empleada: encuestas, cuestionarios, tecnología web 2.0., estadística, big data, bibliometría, inteligencia artificial, aprendizaje automático (machine learning), análisis de sentimiento, análisis cuantitativos, análisis de redes sociales…


Cambio en los intereses

Observamos cómo ha habido también un cambio en la investigación sobre las redes sociales: entre los años 2014 y 2018, más centrada en el análisis social, análisis del comportamiento humano en la adolescencia, comunicación interpersonal; a partir del año 2018 hasta el 2020, con investigaciones más encaminadas al periodismo, la credibilidad, las redes sociales como Twitter y Facebook, libertad de expresión, noticias falsas, campañas electorales, información política, conservación de recursos de la naturaleza, pandemia, covid-19.


Invertir o perder el tiempo

No solo es posible usar las redes sociales para “perder tiempo”, sino que podemos “invertir” parte de nuestro tiempo en un uso personal, gracias, entre otras acciones, a la divulgación.


Apostemos por mitigar los efectos negativos de una corriente que ya forma parte de nuestras vidas y fomentemos su parte positiva.


Consoli Quintana Rojo. Doctora en Economía y Empresa. Profesora e investigadora del área de Economía Aplicada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Ciudad Real, Universidad de Castilla-La Mancha.


Este artículo se ha publicado en Theconversation.


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