Desde mi atalaya: Del derecho en su integridad a la dolosa realidad

La reducida Feria invita a reflexionar sobre los temas que convergen en el hecho taurino actual

Morante, tras el paseíllo en la corrida del sábado.
Morante, tras el paseíllo en la corrida del sábado. Antonio Jesús García
Benjamín Hernández Montanari
02:23 • 23 ago. 2021

De la exigua feria taurina in-pandemia, quizá necesaria así, aún rebotan en alma y cerebro reflexiones no resueltas de la realidad herida o en crisis, entendida como cambio o evolución, de la tauromaquia por aquello de los efectos de la evolución de los valores y prioridades sociológicas, del dolo económico, de la propia ética y compromiso de la lidia, de la posibilidad empresarial y su deambular hasta la actualidad, del modelo que se oferta y su promoción, del animalismo, de prohibiciones y sentencias contrarias, de la realidad de la muerte, de la reivindicación de lo rural, de su verdad, de la adjetivación como cultura, de mitos y ritos....



Marco Rubio



Mi venerado ex-presidente Marco Rubio, de afecto humano porque supo encajar mis duras y sinceras críticas en su quehacer desde el palco de autoridad en mi época de critica taurina en diversos medios antes de sucederle y comprender lo difícil que es decidir públicamente, dejaba testimonio en el prólogo de la Guía de Toros (2013) publicada por el IEA, cuya coordinación y autoría de inmejorable tesoro es de Antonio Sevillano Miralles, sentenciaba “la Fiesta de los Toros está sufriendo una fractura estructural como no se recuerda en la historia... creo que la solución requiere un gran trabajo, un generoso esfuerzo por parte de todos los estamentos taurino, afición y Administraciones Públicas...Estamos viviendo un momento difícil… ante el que debemos estar más unidos que nunca... El público de Almería tiene su propia identidad dentro de este fenómeno sociológico tan amplio y tan complejo como es el espectáculo taurino, donde caben y necesitamos de todos, más o menos aficionados, más o menos entendidos...”.



Pero no es así. La fractura se hace evidente por lo que acontece en el más democrático de los lugares como es una plaza de toros. El principio de proporcionalidad pivota en el propio reglamento donde “los espectadores tienen derecho a recibir el espectáculo en su integridad”. 



Y tras las críticas de muchísimos aficionados y pocos críticos reconocidos, columna vertebral de la promoción para bien de lo taurino, sobre la presencia de los toros, es momento de preguntarse por qué.



Figuras



Pues bien, diseccionemos a vuela pluma. Ciertas dos cosas; las figuras se acartelan a mitad o menos del caché conquistado por los efectos del condicionado aforo y, por tanto, con efecto de conservación, defienden acomodo del toro como así ha sido. Difícil desembarque para la presidencia y la empresa por tal obligatoriedad. De sobrevolar la suspensión al vamos pa'lante. Un callejón sin salida con efectos públicos difíciles de calcular. Cualquier decisión hubiera sido mala como así fue. Tampoco la corrida fue un derroche de embestidas emocionantes para tapar presencia.



Trofeos

De los premios en apéndices habrá que vincularlos a la emoción de volver a la ocupación no virtual de una corrida de toros en la capital con emoción desbordada, compromiso de asistencia pese a las barreras físicas y psicológicas, criterio de exigencia de calibrado optimista y menos exigente en las peticiones. Mal asunto si lo que debiera ser una excepción sea norma para siempre y se destruya un terreno conquistado en reconocimiento, respeto, derechos de los que pasan por el fielato de la taquilla y los que guardan ilusión por la verdad de la tauromaquia. Preocupante entelequia.



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