Cuando Manuel León me dijo que había abierto de par en par la nevera del mayor icono de la moda urbana que haya dado esta ciudad, es decir, el señor Membrives, me esperaba un frigorífico lleno de fresas y de champán, de suculentas delicatesen envueltas en 'taper' de Bob Esponja o Dora la Exploradora. Pero lo que había allí era el mismo fondo de armario que tenemos tu y yo, sin gafas de sol estridentes ni ropas con parches de dibujos animados.
El mito se cayó dentro de la nevera como parecen esfumarse los mejores momentos del gran Almería de Rubi a base de un empate a cero frente al Huesca y de un ridículo en la vecina Murcia que estuvo casi ala altura de la entrega del ultimo Balón de Oro.
Y también de venirse ahora de Fuenlabrada con un empate que te mantiene líder pero que hace que vuelvan las pesadillas a un equipo que parecía haber dejado paso de la pelusa al bigotazo y tener cara de grande, pero que hoy no ha podido salvar un nuevo encuentro en el que tenía la oportunidad de lavar las vergüenzas de los dos anteriores ya fuera a base de trabajo o de fútbol.
Trabajo ha habido, pero fútbol poco, lo que trae consigo que resuenen los tambores de los Guti o Gomes pasados. Aunque en esta ocasión hay que romper una lanza a favor de Rubi que ahora puede permitirse dos empates seguidos en Segunda División porque antes ha sumado 21 de 21 en siete partidos seguidos. Pero de las rentas solo se vive si tienes locales en el centro de la ciudad (y si alguien quiere poner ahí un negocio) y en el fútbol lo que cuenta es el volver a sumar. O si no que se lo digan al efecto Xavi.
Hoy no ha podido ser, eso a pesar de que el Almería ha tenido a más de 500 kilómetros el mismo apoyo o más del que en ocasiones siente en su propio estadio. Y es que quizás, como pasa en el Bernabéu, a veces sea incluso mejor así, pues hay momentos del partido en el que aunque jugara contra el Poli Ejido en uno de los derbis de antaño, en el Mediterráneo lo mas que se escucha es el crujir de alguna pipa y las lecciones de algún entrenador de la grada. Pero esta tarde, a tenor de lo que han compartido en redes sociales muchos aficionados rojiblancos, había más ambiente en los aledaños del Estadio Fernando Torres que en algunos partidos de los que se juegan en la capital almeriense.
Y esto es un problema que viene de largo y que es más difícil de solucionar que cambiar la dinámica de un equipo al que dos empates seguidos solo han de servirle de impulso, y no de freno, para conseguir de nuevo otras siete victorias consecutivas.
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