Cuevas del Almanzora

Teresa Mendizábal, la científica que luchó duro por Palomares

Gracias a ella conocimos el hallazgo de dos enterramientos secretos de basura radiactiva

La fosa que sirvió para cargar en camiones bidones de contaminación.
La fosa que sirvió para cargar en camiones bidones de contaminación.
José Herrera Plaza
23:17 • 02 oct. 2022 / actualizado a las 09:00 • 03 oct. 2022

Una parte de lo que sabemos hoy sobre la radiactividad de Palomares y Vera se la debemos a la científica Teresa Mendizábal Aracama (Vitoria, 1940-2022). Fue directora de Medio Ambiente del CIEMAT cuando se iniciaba el Plan de Investigación en 2004, que intentaba averiguar cuánto plutonio quedaba de lo que dejaron en 1966 los norteamericanos en Palomares, tras el accidente de aviación en el que cayeron cuatro bombas de hidrógeno, setenta veces más potentes cada una que las de Hiroshima. Gracias a ella los españoles conocimos el hallazgo de dos enterramientos secretos llenos con 4.000 metros cúbicos de basura radiactiva en Palomares. Casi es cesada por difundirlo. Su actitud progresista consiguió además lo nunca visto: unir el agua y el aceite al crear un fluido canal de comunicación entre un organismo tradicionalmente tan opaco como el CIEMAT y Ecologistas en Acción. Canal mantenido mientras estuvo ella al frente; hoy desaparecido.



¿Cuánto plutonio han dejado en Palomares? Esa era la cuestión que desde décadas se hacían en Madrid. Todo empezó cuando en 2004 nombran director del CIEMAT a Juan Antonio Rubio. «Además de ser un magnífico investigador era una persona muy comprometida con todos los problemas sociales», nos comentó Teresa. Este la llama y ella acepta como reto y colofón de su larga y exitosa carrera, tras haber pasado por varias vicepresidencias: CSIC, Panel de Expertos de la ONU, Capítulo Español del Club de Roma y otros altos cargos directivos en distintos ministerios. Insólito palmarés en un tiempo, en un país con un férreo patriarcado, donde la mujer apenas tenía ni tiene cabida en puestos de responsabilidad.



Teresa sabía dónde y en qué se metía: «me di cuenta de que el proyecto era un gran desafío profesional, porque era a la vez muy complejo y muy difícil». Y no se equivocó. Para comenzar, en el CIEMAT los registros históricos de los 38 años habían desaparecido, jubilados los funcionarios que desde 1966 encubrieron la historia oficial hispano-norteamericana de que todo había quedado limpio. Tampoco hallaron protocolos de trabajo. Tenían que empezar casi de cero, pero con un plantel de jóvenes científicos que conocían bien Palomares, liderado por otra mujer: Asunción Espinosa Canal, que dirigía el seguimiento radiológico de la población y el medioambiente en el «Proyecto Indalo». También fue decisiva la colaboración de la unidad de Recuperación Radiológica Ambiental, con experiencia en descontaminación de las antiguas instalaciones radiactivas del CIEMAT.



El Plan de Investigación (2004-2008) Antes hacía falta expropiar o alquilar los terrenos contaminados de Palomares y Vera. Tarea nada fácil desde el punto de vista económico, burocrático y social, pues también se produjeron algunas injusticias al no discriminar en el justiprecio las parcelas rústicas y urbanas. 






Teresa y un equipo de 20 personas, se pusieron mano a la obra, solventando todo tipo de trabas, inconvenientes, renuencias que les llegaban desde todos los frentes. La intrahistoria muestra situaciones tan reales como inverosímiles. Había que ir midiendo a pie la radiactividad por una vasta superficie equivalente a 660 campos de fútbol y registrar más de 325.000 medidas. El conflicto surgió al ir los equipos de medida por la zona urbana. Hubo imprecaciones e incluso alguna actitud agresiva de algunos vecinos, lo que obligó a realizar de madrugada el trabajo. La población se hallaba muy quemada con el CIEMAT, no solo por las expropiaciones forzosas. Durante 40 años viajaron a Madrid de 125 a 150 personas para análisis físicos y radiológicos, con un total de más de 5.000 visitas. Allí les habían asegurado hasta la saciedad que no tenían de qué preocuparse, pues todo había sido descontaminado. 



El muro de los políticos Otro frente en el que tuvieron que batallar fue convencer a los políticos de investigar en un remoto lugar de la periferia peninsular, a más de 500 km de Madrid, por un accidente nuclear de hacía 40 años. Fue una tarea agravada por el cambio institucional de presidente y ministros. Algunos ministerios fueron difíciles, como el de Industria y Exteriores. Este último ha sido el más partidario del secretismo y más renuente, pues siempre ha protegido a las grandes corporaciones españolas que están haciendo las Américas en los EE.UU. Por casualidad, las más grandes de estas empresas se hallan incluidas en los sumarios sobre la financiación ilegal de los partidos. No olvidemos que el tema Palomares es un viejo contencioso que fácilmente puede tensar las relaciones bilaterales. Según Teresa, el definitivo respaldo vino «cuando tomó cartas en el asunto Presidencia del Gobierno. (…) Pero fue dura la tarea política».





El descubrimiento de las fosas radiactivas Se sabía que los norteamericanos habían enterrado restos en la zona del cementerio, pero se ignoraba el lugar exacto. La información la tenían los norteamericanos, pero según Teresa: «No nos la hubieran dado nunca. Supimos que estábamos solos». Con el trabajo duro y entusiasta del equipo, en el que se encontraba el palomareño Diego Moreno, hallaron en 2008 dos fosas llenas de 1.000 y 3.000 m3 de restos radiactivos, cuatro veces más de lo que se llevaron a los EE.UU. «Cuando llegué dije: yo esto no me lo quedo. Si aquí hay contaminación se va a enterar todo el mundo». Teresa se lo pasó a la prensa, de acorde con la incumplida ley española, basada en el Convenio Aarhus. Aquello fue portada de los principales diarios y escándalo político, pero no por el fraude de nuestro amigo americano, o merma de nuestra dignidad nacional, sino por difundirlo a los españoles. Pidieron su cabeza, incluyendo Presidencia, pero Rubio no la cesó, aunque sí la censuró. «Fue el día más duro de mi carrera». Por contra, jamás fue amonestado ninguno de los científicos de la JEN-CIEMAT, por haber engañado durante 38 años al pueblo y a la opinión pública al sostener la falsa descontaminación de los EE.UU.




El Plan de Investigación dio como resultado certificar la estafa de 1966 y el vallado de 4 parcelas, con un total de 40 ha. de terreno contaminado, incluida parte de la zona urbana, por las que había transitado la población y el ganado. Sirvió además para diseñar las estrategias de un Plan de Rehabilitación de Palomares (2010) que aún duerme el sueño de los justos, a la espera del tipo de personas empáticas, como Rubio y Teresa Mendizábal, que allí dejaron la huella indeleble de su esfuerzo y trabajo. 


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