El pantano del Almanzora hace justicia al poeta Sotomayor

La lluvia de los últimos días ha sido muy positiva para los dos grandes embalses de Almería

Río Almanzora a su paso por Cañada del Herrero (Zurgena). Foto: María Dolores Águila.
Río Almanzora a su paso por Cañada del Herrero (Zurgena). Foto: María Dolores Águila.
Antonio Torres
08:59 • 05 abr. 2022

Los pantanos de Benínar y Almanzora tienen agua para garantizar la producción del verano y otoño y hasta el alcalde de Macael Raúl Martínez vaticina que el agua caída garantiza el abastecimiento para los próximos años. El eternamente casi seco pantano de Cuevas del Almanzora ha recibido 14 hectómetros cúbicos, alimentado por las aguas del río Almanzora, ha traído optimismo porque garantiza la producción. Vecinos han publicado fotos y vídeos, con gran emoción festiva, desde los nacimientos del Andarax, Jauto y el Río Aguas. Son numerosas las ramblas que confluyen en el río Almanzora bajo el pantano. La pérdida de boqueras duele porque se pierde mucha agua que va al mar. Rambla de Las Esteras, zona de Calguerin, hubo una presa con ese nombre que almacenaba agua proveniente de la zona de Los Cocones, lugar de aguas termales hoy en estado de abandono. Rambla de la Ballabona que antes desembocaba en el río, pero desde hace años hicieron obras para el desvío de la carretera A-332 y termina en la vega de Aljarillas, produce daños a su paso por falta de encauzamiento, incluso se desborda saltando hasta la carretera de Vera a Cuevas. En la zona de Los Silos, Cañada de Vera y Las Cunas hay varios barrancos que acaban en los cauces sin tener caídas al río. “Una pena porque hace muchos años desaparecieron de sus cauces las llamadas boqueras que eran pequeños diques que reconducían el agua hacia distintos cauces que hacían posible regar las tierras de secano”, afirma el cuevano Miguel Díaz. 



Gabriel García Márquez afirma en uno de sus cuentos que la luz es como el agua en unos tiempos tan difíciles. El agua es el gran asunto del medio rural, especialmente en las provincias desérticas con el ejemplo del pantano del Almanzora que con la lluvia da un respiro a la zona para afrontar el verano. “Si hay una constante ancestral y común entre las gentes del valle del Almanzora, especialmente los campesinos y labriegos, una constante que haya marcado su carácter y personalidad de manera determinante, esa es la lluvia, el agua. El agua como fuente de vida o como causa de muerte. Porque muerte es su ausencia, la pertinaz sequía que a veces ha durado varios años. Y muerte es también su exceso, las periódicas inundaciones que de forma tan dramática han arrebatado vidas, han destrozado familias y han desolado campos y paisaje”, me comentó el jueves el catedrático de Lengua y Literatura, Pedro Perales Larios, especialista en los dos escritores que desde el verso y la prosa se han referido a la sequía de media provincia.






Cada comarca tiene a sus poetas para conocer la tierra. “Nadie mejor que los escritores Álvarez de Sotomayor, de Cuevas del Almanzora, y Martín García Ramos, de Arboleas, para resumir en una sola frase esta dramática realidad. El de Cuevas lo hace al escribir en una de sus obras, La seca, los versos ´dos años van secos; pero arremataos: / sin que escurra el cielo maldecía la gota; / sin que nazca guierba ni pa los ganaos´. Y así lo hizo varios años después el de Arboleas, cuando uno de los personajes de su libro Cuentos del Almanzora afirma: ´Así había ocurrido en los diez años anteriores sin que el cielo escurriera una sola gota de agua […] y ya no quedan pastos para los ganados y en la tierra solo se crían alacranes´. Perales afirma en su libro “J.M.M. Álvarez de Sotomayor. Obras completas”, editado por el Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora, que Sotomayor es uno de los pocos escritores genuinamente regionales que han dado las letras andaluzas. “Debemos acercarnos como a la producción de un gran historiador, de un gran filólogo, de un gran etnógrafo…” Pedro Perales prepara el prólogo para la reedición de Cuentos del Almanzora del añorado García Ramos.



En los inicios profesionales del periodista ya se encontró que lo del agua era un asunto muy serio con las inundaciones del 73 que acabaron con vidas en el Almanzora y el “destrozo total de puente de Santa Bárbara”, que narró el periodista albojense Francisco Torregrosa. Antes se carecía de agua corriente en las casas y había que ir con los cántaros a la cimbra de Los Gallardos o a los grifos. Merece la pena plantearse la evolución de la vida con todo lo que ello representa. El frigorífico eran los pozos que había en los patios, junto a los corrales para gallinas y cerdo, de la mayoría de las viviendas. Cuando uno era joven, en uno de mis primeras crónicas, apelé a un mayor reparto de la propiedad del agua. Se me echaron encima unos pocos, en el fondo pequeños en todos los ámbitos, propietarios. Siempre tuve el apoyo de tolerantes, personas mayores con criterio, como Pedro Haro “el chicharrote”, Francisco Ramírez, “Paco el de la fonda” o de Simón Rodríguez, “el del agua”, abuelo de Simón, el propietario de Café-Pub Simón de Los Gallardos que me apoyaron y en más de una ocasión les escuché que la envidia es lo peor de la vida: “pueblo pequeño, infierno grande”. 



A lo largo del tiempo, el agua ha traído enfrentamientos entre pueblos por toda la geografía. En marzo de 1981, en Overa, barriada de Huércal-Overa, María Asensio Morales, de 32 años, madre de dos hijos, salió a la calle junto con otros vecinos, y ya no regresó a casa. Protestó, junto a sus vecinos, porque una importante empresa pretendía extraer el agua de los pozos de la zona con la intención de regar unas fincas cercanas, imposibilitando así que continuara el cultivo tradicional de los naranjales y de los limoneros en la zona. María Asensio cayó durante la manifestación, cuando la Guardia Civil lanzaba botes de humo y pelotas antidisturbios contra los vecinos, que ocupaban la carretera y que impedían el paso de los camiones que transportaban las cañerías a través de las cuales debía sacarse el agua. Según versión de la Guardia Civil, la mujer falleció accidentalmente, al caerse al suelo y golpear su cabeza contra “una pieza metálica, posiblemente de arado”, decía la nota que nos entregó, a Pedro Manuel de la Cruz y a quien firma esta información, el propio responsable de la Comandancia de Almería, el teniente coronel Carlos Castillo Quero, quien fue noticia dos meses después por el Caso Almería.



Todos debemos preocuparnos, y no solo las administraciones, por las reservas de agua para el futuro y montar acciones contra el cambio climático. La autopista del agua y el aislamiento ferroviario siguen como tarea pendiente.




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