La proeza científica con la firma de Almería

Calar Alto, decisivo en el descubrimiento de dos nuevos planetas

Estrella Teegarden y la cercanía de agua líquida. Univ Goettingen
Estrella Teegarden y la cercanía de agua líquida. Univ Goettingen La Voz
Antonio Felipe Rubio
21:12 • 25 jun. 2019

El descubrimiento de dos planetas en el sistema de la estrella Teegarden con las condiciones para poder mantener agua en estado líquido ha sido un descubrimiento científico fruto del trabajo de varios observatorios y grupos de investigación que, principalmente, deben el éxito al Observatorio Astrofísico de Calar Alto (Almería).  Gracias al dispositivo CARMENES se ha podido detectar levísimas oscilaciones de la estrella de Aries (Teegarden). Esta estrella es invisible a simple vista, y se necesita un buen telescopio para apreciarla dada su magnitud superior a 15 (a duras penas llegamos a ver la magnitud 8).



Características
La estrella en cuestión es una enana roja, pequeña y fría (unos 2500 grados centígrados en superficie, pero tiene dos planetas girando en una zona llamada “ricitos de oro” o de probable habitabilidad por la temperatura que posibilitaría agua en estado líquido, siempre que existiese agua. El método de detección de un planeta extrasolar puede ser el paso del planeta por su estrella y que sea observable desde la Tierra. Imaginen una polilla que pasa delante de una lámpara de lectura; y, por muy absortos que estemos en la trama de la novela, advertiremos un cambio en la intensidad de la luz; ese el procedimiento llamado “tránsito”.  Pero no siempre el planeta deja ver su plano orbital en línea con nuestra enfilación. A veces, el plano orbital es perpendicular a nuestra vista y necesitamos apreciar mínimos “tirones” en la estrella que provocan los planetas que la orbitan, y así inferimos la existencia del planeta o planetas orbitando, y ese es el sistema aplicado (Doppler).



En casi todos los titulares de esta noticia se aprecia el concepto “muy próximo”, “a tan solo”, “vecino”, “cercano”… Pero no olvidemos que la estrella y sus planetas están a la inalcanzable distancia de 12,5 años luz. Por tanto, hagamos una profunda reflexión sobre lo que supone decir “cercano” con nuestra actual tecnología. Y nada mejor para establecer una comparación de nuestras pretendidas conquistas espaciales que referirnos al Descubrimiento. 



Descubrimiento
Colón descubrió América navegando a una velocidad media de cinco nudos (algo menos de 10 km/h). La distancia entre Canarias y Bahamas es de unos 6100 km (3294 millas) en navegación ortodrómica directa. Como la navegación dependía de los vientos y corrientes reinantes, la ruta intuida tuvo que desviarse en varias ocasiones para tomar barlovento por las amuras de babor y estribor, según conviniese; o sea, tuvo que navegar en zigzag dando los bordos pertinentes en función de la dirección del viento y la posición de la embarcación para ganar el rumbo establecido.



Aunque existe disparidad en el recorrido total, se puede estimar un incremento de un 35% en el trayecto definitivo; por tanto, podemos añadir otros 2135 km (1153 millas) quedando el trayecto en unas 4450 millas náuticas, aproximadamente. La velocidad del único ingenio extrasolar que ha lanzado nuestra civilización superando la órbita de Plutón, y navegando hacia los confines del Sistema Solar, aún viaja a la velocidad de 17,4 km/s. Esta velocidad supone recorrer unos 540 millones de km al año. El problema es que Alfa Centauri (la estrella más próxima al Sol) está a 4,24 años luz (4.008604101127E13), unos cuarenta y un millones de millones de kilómetros.



Gran distancia
Es una distancia tremenda, pero no olvidemos que nuestro Voyager alcanza la vertiginosa velocidad de 17,4 km/s, lo que supondría cruzar el estrecho de Gibraltar en algo menos de un segundo. Y, a pesar de este prodigio de velocidad, Alfa Centauri estaría a nuestro alcance tras un inasumible viaje de 76 000 años (¡setenta y seis mil años!). Así, el nuevo y “vecino” planeta de Teegarden estaría a 228 000 años (¡doscientos veintiocho mil años!), y siempre contando con la mejor tecnología disponible actualmente. Estableciendo una comparación con el primer viaje de Cristóbal Colón, imaginemos un ingenio que viaja más rápido que nuestro récord de 17,4 kilómetros por segundo, y alcanzaría la velocidad de 1000 Km/s. esa velocidad -imposible actualmente- de mil kilómetros por segundo emplearía unos ocho segundos en cubrir la ruta que al genovés le costó casi tres meses de dura travesía. Sin embargo, nuestra velocísima nave espacial cubriría ese trayecto en el tiempo que tardamos, con destreza, en anudarnos un zapato.



Viaje imposible
Pretender viajar a nuestra estrella vecina es, por ahora, imposible. Baste comparar distancia y velocidad en el viaje de Colón y, en comparación, trasladar esos datos a la distancia de 4 años luz ¡viajando a tres millones seiscientos mil kilómetros a la hora! El resultado sería equivalente a realizar la travesía del Descubrimiento de América a una velocidad de 0,0003 kilómetros por hora. O sea, las tres carabelas navegarían a la velocidad del grosor de una página de este periódico por hora. En un año, las embarcaciones habrían recorrido algo más de dos metros y medio; y aún les queda por delante recorrer otros ¡ocho millones de metros!
Otra curiosidad que nos reportaría cierta satisfacción es la referida a nuestra longevidad en el planeta de Teegarden. Una persona de unos 85 años, si fuese “teegardense”, podría afirmar que ha vivido 2750 años, y podría haber conocido al alarife del faraón Tecnactis. La singularidad de estos planetas, tan próximos a la estrella, hace que su traslación (año) sea muy corto al evolucionar muy rápidamente en su órbita. Valga el ejemplo del planeta más cercano al Sol, Mercurio, (88 días) y el más alejado, Neptuno, (165 años).



El hecho de que estos planetas sean por ahora inalcanzables para colonizarlos no implica que sean objeto de productivos e insospechados estudios y revelaciones científicas. Una de ellas -la más ansiada por el público en general- sería la confirmación de existencia de vida, sea o no inteligente; que, dicho sea de paso, cada día es más difícil discernir sobre esa cualidad a la vista de algunas actuaciones de ciertos seres “inteligentes”. La existencia de agua en el estado de idoneidad biológica (líquida) está condicionado por la presión y la temperatura. El agua es un vehículo inexcusable para posibilitar las reacciones bioquímicas que rigen la vida en la Tierra. Descubrir agua, así como  precursores bioquímicos y moléculas complejas en ambientes extraterrestres nos abriría una perspectiva descomunal ante la génesis de la vida como la conocemos o, quizá, con soportes vitales diferentes e inexplorados. Además, algunos preceptos de orden moral y religioso nos pondrían en el verdadero lugar que nos corresponde en el Universo: ni somos únicos, ni tan importantes.


Máquina del tiempo
Por cierto, otra curiosidad que hay que saber de Teegarden es que todo lo que hemos descubierto es “mentira”. Es posible que hace 11 años su civilización se haya autodestruido en una conflagración planetaria; que haya sufrido un mortífera emisión de masa coronaria procedente de su estrella; que se haya frito por un brote de radiación Gamma; que haya sufrido una colisión de un asteroide u otro planeta hermano… Sepan ustedes que el Universo es la verdadera “máquina del tiempo”. Mirar al cielo es ver el pasado: la Luna (1,4 segundos); el Sol (8 minutos y medio); Andrómeda (dos millones y medio de años). Acabamos de descubrir unos planetas tal como eran hace once años y medio; consecuentemente, ha podido pasar de todo en ese tiempo, pero no lo sabremos hasta que la luz que llega a nuestros ojos recorra esa distancia en ese tiempo (once años y medio). O sea, visto hoy por un teegardense, estaríamos en plena eclosión económica: la construcción a tope; los sueldos en máximos históricos; las hipotecas repartidas a paladas; las ventas disparadas y la economía planetaria encaminada hacia una crisis que aún nadie avizoraba.


En definitiva, este descubrimiento viene a reforzar la importancia de nuestro centro astrofísico almeriense que, entre otras consideraciones, necesitaría mayor apoyo por parte de las administraciones públicas de las que depende. El conocimiento y los avances científicos derivados de sus estudios, así como las técnicas aplicadas para los descubrimientos hacen de Calar Alto un laboratorio esencial para entender el Universo y cómo hemos llegado a formar parte de él.


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