Albox

Pasodobles para despedir ‘al Agustín’

Agustín García falleció tras dejar huella durante décadas en la vida social albojense

Agustín García durante una procesión.
Agustín García durante una procesión. La Voz
Guillermo Mirón
17:42 • 29 jun. 2018

“Cuando me muera no quiero penas en mi funeral. Quiero alfombras con macetas y flores; una banda de música y mujeres vestidas de teja y mantilla”. Agustín García García (Albox, 1932) no se cansó de repetir esta última voluntad anticipada de forma verbal a sus más allegados. Una vez y otra vez.



Estas palabras, aunque transmitidas con un gesto a caballo entre la broma y el deseo real, reflejaban con exactitud la forma de ser de este albojense a quien su pueblo despidió el pasado 17 de junio a la edad de 85 años. Y fue tanto lo que dio en vida a quienes le rodearon (e incluso a quienes no) sobre todo en forma de sonrisas, que su funeral no pudo ser de otra manera que reproduciendo, en la medida de lo posible, ese deseo. Varios miembros de la Banda Municipal de Albox esperaron con gentileza a las puertas de la iglesia de Santa María la llegada del coche fúnebre. 



Despedida
Irremediablemente la emoción contenida estuvo presente cuando todos lo esperaban en la puerta de la iglesia, pero su deseo se hizo realidad y fue entonces cuando comenzó a sonar “el bonito pasodoble ‘Els Poblets’ compuesto por Miguel Torrens Escrivá”, recuerda su compañero de cofradía Paco González. Albox despedía ‘al Agustín’. “Agustín era un personaje singular: alegre, simpático, amable, cariñoso y muy devoto de la Virgen de los Dolores”, recuerda González, que compartió con Agustín Junta Directiva del ‘Paso Negro’ de 1991 a 2006. Todo el pueblo conocía a Agustín. Ya fuera por su constante presencia acompañando a la Virgen de los Dolores en cada salida o recorriendo la veintena de kilómetros que separan el pueblo de Albox del Santuario del Saliente sin distanciarse más de un metro del trono en el que bajaba ‘la Pequeñica’. Su Pequeñica.



Pero las celebraciones religiosas no eran las únicas en las que Agustín mostraba su forma de ser, su alegría y su originalidad. Enamorado también de la farándula y de los carnavales, no dejaba escapar una ocasión sin disfrazarse de arriba a abajo. “Su vida no fue fácil: le tocó vivir años complicados para el que nace diferente y único. Pero él fue siempre fiel a su esencia y vivió como quería vivir, y nos hizo muy felices tenerlo junto a nosotros”, explican sus más allegados.



“Hablar de él es hablar de optimismo, risa, entusiasmo, creatividad, y más alegría”, rememoran antes de continuar. “Él era aún más: ese apoyo para sus amigas, esa capacidad de escucha, de hacer compañía sin importarle el tiempo, de consolar, animar; de hacer la vida más fácil y entretenida”.



De risa fácil y contagiosa, trabajó durante años en Francia, país al que como otros tantos paisanos emigró de joven y posteriormente, a su regreso a Albox, abrió el bar ‘La Rueda’, conocido por su decoración original. Nunca le faltaron las anécdotas. “Durante  múltiples viajes que hicimos en nuestra época al frente de la Junta Directiva, Agustín nos contó innumerables anécdotas que le ocurrieron. Nos contó que en León, la madre superiora de la congregación a la que pertenecía su hermana le llamaba ‘Agutín’. Él lo atribuía a la falta de pronunciación de la ‘ese’ por parte de los andaluces. Así, decía que cuando llegó al convento se presentó: ‘Hola, soy ‘Agutín’”, relata Paco González. Con su llegada el silencio del convento se rompía durante semanas para dar paso a unas interminables risas. Conocido también como ‘el Agustinico’,  siempre estaba dispuesto a colaborar a la hora de engalanar templos para celebraciones como bodas o las calles para el paso del ‘Corpus’ o cualquier otro evento. Todo a cambio de nada salvo un sentido agradecimiento y de forma altruista.



Últimos años
Con los años llegó la jubilación y el tiempo para su vida social creció aún más, siendo también un apasionado de los tradicionales juegos de cartas, del bingo y de reuniones interminables entre risas, recuerdos y anécdotas cada sábado alrededor de unos churros.



“Cuando llegó su tercera edad, había sido tan intenso que decidió descansar e ir desconectando poco a poco. Ha tenido una familia ejemplar y al final de sus días no le han faltado cuidados y mucho, mucho cariño. Han hecho todo lo que estaba en sus manos y más”, cuentan sus conocidos. Y al fin, ni una queja, ni una protesta, ni un lamento… Sólo una mirada azul transparente que inundaba todo de una ternura angelical. Pero el último baile de Agustín no había llegado. Lo hizo el pasado lunes 18 de junio cuando el pasodoble ‘Amparito Roca’ acompañó el féretro desde la puerta del templo hasta el altar mayor. Una despedida como siempre había querido pero en la que, a su pesar, tampoco faltaron las lágrimas de quienes siempre recordarán ‘al Agustín’. Descanse en paz.


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