La odisea de ser los mejores

Los equipos de robótica de institutos se enfrentan al reto de buscar financiación cuando vencen

El equipo The Paws de Vera, semifinalista en robótica este año.
El equipo The Paws de Vera, semifinalista en robótica este año. La Voz
Guillermo Mirón
20:03 • 20 mar. 2018

Uno de los mantras más repetidos por los dirigentes políticos con independencia del cargo o la administración que representen es el del compromiso con la investigación en su país o comunidad. Un compromiso verbal que también suele extenderse al campo de la educación o de las iniciativas enfocadas a la juventud.



Otra cosa bien diferente es, a menudo, lo que sucede en realidad. Lo saben bien los alumnos de los institutos de Albox o Vera que en los últimos años han participado en el torneo mundial ‘First LEGO League’ (FLL) de robótica y que han sudado la gota gorda junto a sus profesores y familiares. Su único ‘pecado’ ha sido destacar en los torneos provinciales y nacionales gracias a la innovación y sus conocimientos tecnológicos, clasificándose para uno de los eventos mundiales que se celebran posteriormente.



Dificultades
Es en ese momento cuando comienza una auténtica carrera contrarreloj. Justo cuando la alegría de los jóvenes se desborda al escuchar el nombre de su equipo como uno de los ganadores nacionales. El caso más reciente es el del equipo de robótica del IES Cardenal Cisneros de Albox. Los jóvenes y profesores que lo conforman recibieron la noticia hace tan solo unos días, en Logroño.



Gracias a un innovador sistema de riego y al proyecto presentado tendrán la oportunidad de representar a su país el próximo mes de junio en el torneo internacional de Estonia. Deben reunir aproximadamente 1.300 euros antes de esa fecha. Un camino que se puede convertir en un calvario por el que también han pasado los integrantes del equipo ‘The Paws’ perteneciente al instituto veratense ‘Alyanub’. Tras muchas horas extraescolares de trabajo y entrenamiento lograron clasificarse para el torneo celebrado en Bath (Inglaterra). Hasta prácticamente el último momento no supieron si podrían estar presentes.



“Nos resultó muy difícil”, reconoce la profesora Noelia Gómez. En el espacio de tiempo entre el torneo nacional y el internacional pidieron prórrogas a la organización para el abono de la inscripción, tantearon la posibilidad de “pagarla en varias partes” e incluso llegaron a preguntar acerca de la posibilidad de recuperar el primer pago si finalmente no reunían todo el dinero necesario; algo que veían muy cercano. 



Búsqueda contrarreloj
Los jóvenes veratenses lograron viajar hasta Reino Unido gracias a la tradicional venta de papeletas y la colaboración de empresas de la zona, aunque tanto en este caso como en el de Albox, los respectivos ayuntamientos han sido la única Administración pública que ha colaborado con los estudiantes. Ni la Junta de Andalucía ni el Gobierno central tienen partidas previstas para este tipo de gastos. Tampoco la organización dispone de una ayuda directa para los equipos clasificados.



Para los alumnos veratenses, los gastos totales del viaje se situaban en torno a los 10.000 euros entre la inscripción, el viaje y el alojamiento, por lo que la situación se torna aún peor para alumnos pertenecientes a familias con bajos ingresos. 



Gasto compartido
Una circunstancia que también tantearon acordando que, si no se conseguía la cantidad necesaria para todos los alumnos, el resto de familias compartirían el coste de aquellos alumnos que no tuvieran posibilidad de viajar. Este año los jóvenes veratenses han vuelto a hacer un gran papel, logrando el segundo premio en Estrategia e Innovación en la final nacional.


Quienes se encuentran inmersos una vez más en este proceso de financiación mientras que en horas extraescolares practican y perfeccionan su robot así como el proyecto que presentarán son los estudiantes del IES Cardenal Cisneros de Albox. Será la segunda vez en cuatro años que acudan a una final internacional. La primera vez fue en 2015 y el escenario del torneo fue Johannesburgo, en Sudáfrica. El gasto en aquel entonces rondaba los 2.000 euros por persona. Solo gracias a la ‘caridad’ de las empresas de la zona y entidades bancarias, los jóvenes lograron cumplir su sueño.


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