‘Sigue sonriendo Gabriel’, por Magdalena Cantero

José Luis Sánchez Teruel
Magdalena Cantero
01:00 • 12 mar. 2018

Es imposible no sentir rabia, dolor, incredulidad, desconcierto y pena, una gran pena por un desenlace fatal que ninguno de nosotros quería entrever, quizá para evitar así cualquier atisbo de tragedia vinculada con un niño de ocho años. Y, sin duda, porque al ver su carita sonriente en cada calle, comercio o fachada de Almería y su provincia, nos resultaba imposible sospechar que alguien pudiera ser capaz de truncar esa alegría o de cerrar sus ojos curiosos y llenos de vida. Y por su madre, Patricia. Ella nos ha mantenido unidos y con la esperanza de que Gabriel aparecería en cualquier parque, o centro comercial, como pedía sin cesar, con la ropa manchada por el paso de los días, pero dispuesto a olvidar rodeado del amor de sus padres y del suspiro aliviado de todos los que hemos esperado su regreso con vida.




Han sido probablemente los doce días en los que más hemos consultado la prensa local, a la espera de buenas noticias. Doce días en los que nos hemos sentido orgullosos de nuestras  Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y del trabajo impecable y conjunto que han desarrollado  Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local, Policía Autonómica, Protección Civil, Salvamento Marítimo, demostrándonos que cuando las instituciones trabajan de la mano y buscando el bien general recobran su verdadera esencia y valor. Y los voluntarios, ejemplo de ejemplaridad, llegados de fuera y dentro de la provincia, en autobuses fletados para todos aquellos que han mirado a sus hijos y nietos y han pensado en el desgarrador dolor que causa perderlos de vista, aunque sea por un instante, para no importarles la lluvia o el viento, si la causa era encontrar a Gabriel, cogerlo de la mano y sentir su sonrisa agradecida.




Ahora, una vez conocido el más feroz de los desenlaces, solo nos queda arropar juntos, en su mayor dolor, a unos padres, abuelos y familia, a los que un ¿por qué? asaltará incesante,  incapaces de encontrar una respuesta, pues no la hay, no existe, es imposible imaginar; y rezar, para que Gabriel sonría eternamente.




 








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