Monumentos vegetales, los testigos mudos de la Historia

Estos árboles están individual o colectivamente dotados de significado patrimonial y trascendencia notable

Carrascón de La Peana, en la Sierra de los Filabres.
Carrascón de La Peana, en la Sierra de los Filabres.
María Moya
19:32 • 02 sept. 2017

Los llamados Monumentos Vegetales son una ínfima muestra de la diversidad y heterogeneidad de la naturaleza almeriense. Casi siempre desapercibidos en la historia, se alzan elegantes en los diferentes puntos de la geografía almeriense, desde Sierra María hasta la Alpujarra pasando por el Cabo de Gata.




Más de diez años han sido necesarios para que el Grupo Ecologista Mediterráneo, a través de su responsable de diversidad, Antonio Rubio Casanova, realizase un inventario de los árboles más destacables de la provincia, acompañados de fotografías que muestran su verdadera magnitud. Antonio Rubio, una de las personas que mejor conoce y que con más profundidad ha estudiado estos monumentos vegetales explica algunos de los ejemplares más espectaculares de la provincia. Así, define  un Monumento Vegetal como “todo aquel pie de árbol, arbusto o matorral que individual o colectivamente estén dotados de un cierto carácter patrimonial, significado cultural de trascendencia notable”.




La Peana
Probablemente, uno de los Monumentos Vegetales que más destacan sea el llamado Carrascón de la Peana, que se eleva a los 18 metros y medio de altura. “Se trata de un ejemplar único por su tamaño, belleza, perfección de estructura y porte majestuoso”, explica Rubio. Su perfecta copa redondeada se debe a que las cuatro ramas sobre las que se apoya forman un entramado armónico que supera los 3 metros de perímetro, que se traducen en unos 20 de diámetro. Se enraíza gracias a su tronco, en cuya base se miden casi 15 metros. No obstante, la belleza de esta encina no solo brilla por su aspecto, sino también por sus frutos, bellotas dulces y grandes de las que pueden disfrutar, según el propio Antonio Rubio, unas 500 cabezas de ganado.




Formaciones
Del mismo modo sorprendentes, son algunas de las formaciones vegetales que proliferan en medios con características muy específicas, bien por su escasez o bien por la poca relación que guardan con la vegetación del lugar o del momento. Ejemplo de ello podría ser, según Rubio, el quejigo, una especie propia de zonas de baja altitud. Cinco son los ejemplares de esta especie los que crecen en la Sierra de la Atalaya de Lubrín. “De todos ellos destaca un magnífico ejemplar de 16 metros de altura y un perímetro troncal de 2 metros y medio”, explica el responsable de biodiversidad del grupo ecologista. Es propio, casi en exclusiva, de barranqueras y laderas con mucha umbría, con lo que la razón por la que, según Rubio, es monumento vegetal, es por hallarse “en una zona tan alejada del límite de su distribución geográfica”.




Algunos vegetales de porte arbustivo también son motivo de convertirse en monumentos vegetales, bien por sus dimensiones o por cambios en su estructura y morfología. Entre ellos, dos ejemplares de Cornicabra en Serón y Sorbas, con un metro de perímetro ambos y nueve de altura en el caso del de Serón y 11 el de Sorbas, según cuenta Rubio.




La importancia de su conservación, según Antonio Fernández, vicepresidente y portavoz del Grupo Ecologista Mediterráneo, radica en que “aportan no solo la semilla de las especies que nos han acompañado a lo largo de la Historia, sino que son depositarios de la memoria genética, germen para que la naturaleza almeriense siga viva”. 




El olivo más grande del Parque de Cabo de Gata
Cuenta Paco, un pastor de 94 años de edad, que el olivo de los Huertezuelos ya tenía estas dimensiones el día en que abrió los ojos. Con pie de acebuche, se trata de un injerto en una variedad local, cuyas aceitunas guardan cierta similitud con el tipo Minuera, propia del Río Nacimiento, pero también con la variedad Lechín, frecuente de ver en Granada.




Su tronco, cilíndrico y de crecimiento helicoidal presenta unas grandes dimensiones: supera los dos metros y medio de altura hasta la cruz.


Por su parte, su copa es redondeada y presenta una gran densidad y amplitud, debido al exceso de trasmochos  -esto es, podas para que produzca brotes- realizados a lo largo de los años.


El virgitano acebuche de Piedras Rodadas
En plena Sierra de Gádor se ubica el acebuche de Piedras Rodadas, un ejemplar que ha crecido, de una forma poco frecuente, encima de un grupo de peñascos.


Un bolo de caliza sirvió para que este acebuche enraizara, perforando la dureza de la piedra, para poder alcanzar el sustento del sustrato.


Pese a parecer imposible, el ubicarse en una ladera pedregosa no le ha impedido alcanzar ya los cuatro metros de altura y los 12 de diámetro en sus dimensiones.


Su crecimiento, bajo la máxima expresión de la austeridad franciscana sorprendió a Rubio quien, en un amago de ecologismo humano, se acercó para verter algo de agua, recogida en la fuente del Almez, en su tronco con la esperanza de hidratar este Monumento Vegetal.


La irregular morfología del Castaño de Paterna
La irregularidad morfológica de este castaño paternero que no tiene equivalentes no es casual. El trasmocho desafortunado de su copa impidió a este monumento vegetal que desarrollase su morfología natural.


No obstante, de su estética también son reseñables sus cambios cromáticos, que son poco frecuentes entre los árboles de la provincia en general. Así, el castaño de la localidad alpujarreña de Paterna del Río y en plena Sierra Nevada, tiene un perímetro troncal que supera los 15 metros.


El paisaje en el que se enmarca, propio de los términos municipales de Laujar de Andarax y Paterna del Río, se encuentran los castaños más impresionantes de la provincia, árboles que alcanzan alturas de hasta 29 metros de altura.


El pino del ‘Cortijo de la Cueva de la Paja’
Anclado a un elevadísimo tronco cilíndrico se encuentra, entre  pinares, canteras de mármol blanco,  jaras,  tomillos  y  secanos de almendros, al Este de la Sierra de los Filabres, un imponente árbol, el conocido como pino del ‘Cortijo de la Cueva de la Paja’.


El contrafuerte -el ensanchamiento de su base- se extiende por el suelo con sus múltiples raíces, creando un entramado que le permite aguantar la tensión de la copa. Esta última es densa y se encuentra bien estructurada, aunque ligeramente inclinada. Probablemente debido al viento.


Junto a un corral, este ejemplar cuya ‘colosidad’ destaca de entre los árboles colindantes, sirve como cobijo al ganado que pasta junto a él. 



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