Toreo de plaza pequeña, sin público suficiente para llenarla de emoción

David de Miranda aportó el escaso toreo de la tarde, Román la voluntad y Luis David los gestos

Pase de pecho de David de Miranda a un ejemplar de preciosa capa, muy en la línea de Torrestrella.
Pase de pecho de David de Miranda a un ejemplar de preciosa capa, muy en la línea de Torrestrella. Antonio Jesús García
Jacinto Castillo
07:00 • 18 ago. 2019

Toreo de plaza chica, con tan poco público que casi hubiese entrado todo el mundo en un coso de tales proporciones . El abono de 2019 sube el telón dejando poco rastro de toreo y de toros y algunas reflexiones para después de la Feria. Y poca emoción, casi ninguna. Por eso, en la merienda, algunos aficionados festejaron el gol del Almería, aunque fuese de penalty y a Román le anunciaron desde la grada que el Valencia iba ganándole a la Real. 



David de Miranda



Con elegania y algún pae rectificado, David de Miranda quiso que sus primeros lances en esta Plaza tuvieran sabor. Desmayó el percal y luego lo desplazó por delantales.



El bello toro burraco que hizo segundo prometía.  Sobre la boca de riego la joven figura se perfiló en ayudados por alto que llegaron a los tendidos. El torero también prometía.  



David comenzó a armar su faena, sin prisas, midiendo los tiempos y los espacios, trabajándose el triunfo. Al torero le quedaban todavía el arrimón que podía valer un pañuelo blanco. Por si acaso, entró a matar con tanta decisión que pese a pinchar en hueso cobró la estocada. 



Todo  el toreo de la tarde quedaba en las manos de David de Miranda y se percibió alguna efervescencia cuando saludó al quinto de la tarde, El diestro se estiró con este toro que entraba gazapeando a la muleta. Trazó naturales para dejar constancia de su toreria y  se le agradeció con tibios aplausos. Una pátina de plomo se adueñaba del albero. El Almería marcaba el tercero por la escuadra.   



De Miranda optó por la chicuelinas tratando de sacar adelante su actuación de forma encomiable. 



Román lució capote y sus subalternos soltura y torería en las banderillas. Pero de los tendidos apenas llegaorn unos tímidos aplausos porque estaban tiritando de cemento. Román, que es torero por derecho inició el trasteo rodilla en tierra y pareció que subía un tanto la temperatura de la Plaza aquejada de vacío. En vista de que había toro y torero,  la Banda de San Nicolás desplegó su sensibilidad y casi parecía ya una feria de las de antes. Quien no se consuela es porque no quiere. 


El torrestrella, encastado y el diestro queriendo estar por encima, puede que sin percatarse del fondo que había sacado su enemigo. Pero como tiene oficio y voluntad le fue encontrando el sitio y logró acoplarse con el animal de forma intermitente. Al final, se precipitó un tanto sin percatarse de que el toro pedía toreo templado y mano baja. 


El cuarto de la tarde sacó una estampa preciosa y parecía entregarse con casta a los engaños. Otra cosa fue la suerte de varas: el piquero le tapó la salida al animal en un mal gesto que el toro no merecía ni precisaba.  El animal manseó y el vacío de los tendidos parecía crecer. Román quiso pero no pudo y la tarde comenzó a deslizarse por la pendiente del aburrimiento. 


Luis David

Con claroscuros en el manejo del capote, Luis David asumió el tercio de banderillas correcto en la ejecución pero con la mala costumbre de reclamar el apoyo de los tendidos como si este tercio fuese ya esa especie de charlotada que instauró Fandi, ad maiorem Fandila gloriam. Otro matador banderillero.


Abrió faena con pases cambiados, aún envuelto en el son que venía de los tendidos gracias a su tino en la conexión con el respetable. Es este Luis David diestro un tanto histriónico pero el toro soseaba y el torero, envuelto en los compases de Amparito Roca quiso plasmar la faena que había soñado y que no aparecía por ningún lado. Dispuesto y sin suerte, resuelto y sin soluciones. Ni para entrar a matar.


Al que cerró plaza lo volvió a saludar de larga cambiada, bullicioso y entregado como es de natural. Tanto, que naufragó en banderillas arrastrado por su propia mediocridad. El azteca enmendó con la muleta el mal paso de las banderillas, pero el animal se vino abajo, doliéndose de una mano. En fin, casi nada. 


Pocas imágenes para el álbum de la memoria

Estrenar una Feria es siempre un desencadenante de ilusiones, pero esta primera tarde no se puede decir que haya colmado las expectativas, las ilusiones. 


Con la Plaza menos de media se cernía ayer sobre el respetable la sombra de la duda. De las dudas: ¿Será esta la Feria de Almería? ¿Acaso es posible reconocer en los tendidos despoblados aquella explosión de júbilo que siempre caracterizó ala Feria Taurina Almeriense? 


Ni las meriendas ni los mantones pudieron paliar esa extraña sensación de que esta no es la Feria de Almería. Solo una corrida de toros más, sin pena ni gloria, que no podría encontrar  una página libre en el álbum de los recuerdos que los aficionados conservan en su memoria, siempre cargado de destellos de toreo, de impronta de fiesta grande, de sensaciones inolvidables para toda la vida.


¿Son los tres toreros que ayer hicieron el paseíllo en el Coso de la Avenida de Vilches figuras de mañana? ¿Han encontrado el camino de la gloria taurina o vinieron a esta bellísima Plaza a sumar una corrida más? Seguramente los tres hubiesen deseado ser protagonistas de una tarde de toreo para recordar, pero todo se quedó en el aire, en el vacío de los tendidos. 


Las musas de los toreros “estarán de vacaciones” como decía Serrat. 



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