Rasgando el silencio

Marta Ferre nació un Domingo de Ramos y toca el bombo en la Banda del Perdón

Marta Ferre nació una tarde de abril de 2001, pero no era una tarde cualquiera, era Domingo de Ramos.
Marta Ferre nació una tarde de abril de 2001, pero no era una tarde cualquiera, era Domingo de Ramos. La Voz
Lola Haro
07:00 • 16 abr. 2019

Marta Ferre nació una tarde de abril del 2001, pero no era una tarde cualquiera, era Domingo de Ramos cuando la hermandad de su barrio, Los Ángeles, recorría las calles de la ciudad en el que fue su primer paso por la carrera oficial. Por ser este su barrio y por esta bonita casualidad, también procesiona con ellos, pero Marta es una hija del Perdón. Sus padres pertenecían a esta hermandad y allí se conocieron, y a ella la hicieron hermana al poco de nacer. 



Con una familia activa en el seno de una hermandad, ¡cómo no estar implicada! Su casa es de esas donde a cualquier hora se habla de cofradías y por la que se trabaja de forma desinteresada a lo largo del año. 



Crecer en la hermandad



Marta ha salido muchos años en fila, con su pequeño báculo en la mano queriendo seguir el compás de los bombos y años después, portando un guión. En Cuaresma colabora con el Perdón en el reparto de túnicas.



Si bien hasta el pasado año Marta era una cofrade activa más como tantas otras jóvenes, desde el pasado año, primer año de salida de la banda formada por bombos propios del Perdón, ella ha pasado a ser la primera y única mujer de la misma. Su caso es curioso, pues sin haber tenido contacto previo con la música, este es su peculiar cometido es su primera incursión en el mundo musical. Al enterarse de la formación de la Banda del Perdón se interesó y decidió unirse. Siendo la única mujer y, además, la segunda persona de menor edad, nunca ha sentido ninguna traba para formar parte y ser una más de la formación, todo lo contrario, la cuidan para que aprenda y la ayudan con el transporte a los ensayos. Éstos comienzan en febrero, los jueves por la noche. En marzo, se doblan esfuerzos y la cita semanal es doble, se añade a la agenda el ensayo de los domingos por la tarde. Especialmente duros han resultado en alguna ocasión los ensayos de los jueves, con frío y viento, pero es un mal necesario para poder sonar al unísono en la noche del Martes Santo. 



Al principio, cuando Marta supo de la creación de la banda, aunque sabía que quería participar, también atravesó una fase de nervios e inseguridad, pero sus compañeros la han ayudado a ser fuerte y no decaer. Además está aprendiendo todo lo necesario: el abanico de toques, todos ellos con su cadencia de paso, y ritmo de golpeo, algo que desde la acera puede parecer una repetición de pocos compases, es en realidad algo más complejo de escenificar y requiere concentración. 



El Martes Santo



Un Martes Santo para la Banda del Perdón comienza algo antes que para el resto de hermanos. Se reúnen a mediodía para almorzar juntos y algunos de ellos, incluso, tienen una dosis extra de energía gracias a los ya famosos roscos de Rosa horas antes de la procesión. Alimentado el cuerpo, ya solo queda alimentar el espíritu para las horas que están por venir. 


La banda comienza su penitencia en la iglesia de San José. Allí hacen sonar los primeros golpes de bombo en el interior del templo en agradecimiento por haber sido este su cuna y haber procesionado inicialmente con un crucificado de la misma. De ahí, caminan hasta el colegio de la Sagrada Familia (SAFA), donde les esperan el resto de hermanos. Y ya desde allí siguen haciendo sonar sus tambores para ir a la iglesia de San Ildefonso y organizar ya el cortejo antes de su salida oficial a las calles. 


Una de las sensaciones más especiales que vivió el pasado año Marta al ir tocando el bombo, a diferencia de lo que había vivido en las filas años anteriores, fue observar las caras de la gente. Caras de recogimiento, de sorpresa, de constricción y alguna miedosa expresión infantil al paso del sonido decidido y firme producido por sus brazos. A nivel general, le sorprende mucho el gran respeto que muestra todo el mundo al paso de esta procesión, cree que el Perdón ha transmitido su idiosincrasia con su forma de estar en la calle a la gente que llena su itinerario. 


Por lo demás, la vida de hermandad es similar a la del resto: tardes de Cuaresma repartiendo túnicas con el soniquete lejano de una televisión donde algún hermano ha puesto una procesión de años atrás, el trasiego de costaleros llegando un rato antes de la hora del ensayo y las conversaciones sobre como se presenta la Semana Santa de este año. 


Y es por todos estos buenos ratos por los que Marta da a conocer la hermandad entre sus amigos y les anima a pertenecer a ella. Buen punto de encuentro para seguir creciendo y compartiendo experiencias con sus seres queridos. 


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