Un gadorense que hizo de la lealtad su seña de identidad

Joaquín Socías

Juan Aguilar Plaza

  • La Voz
Todavía con las lágrimas en los ojos me pongo a escribir, no sin mucho esfuerzo, unas líneas para recordar a alguien que en mi vida ha sido algo más que un amigo, podríamos decir que un segundo padre. A pesar que la muerte sea ley de vida, estos momentos se nos hacen muy difíciles de aceptar para todos los que te hemos conocido y hemos tenido el privilegio de disfrutar con tu compañía, tus experiencias, y tu amplia cultura alrededor de una buena mesa. Hoy es un día triste para muchos gadorenses, pero también para los muchos amigos que dejas en todos los rincones de la provincia donde has dejado huella. Porque la Villa de Gádor, como a ti te gustaba llamarla, ha perdido uno de sus hijos más desconocidos, aunque todos sepan quién eres: una gran persona, un hombre de bien y un gadorense por los cuatro costados, Juan Aguilar Plaza. De carácter reservado por motivos profesionales, en el fondo Juan siempre ha sido una persona divertida y alegre, pero por encima de todo un hombre que ha hecho de la lealtad y la disciplina su bandera, y que hoy nos ha dejado a temprana edad y con muchas cosas por hacer. Juan fue siempre un hombre polifacético. Muchos le conocieron en su vertiente de policía (inspector jefe de la Policía Nacional), otros por su excelente pluma (colaborador de LA VOZ), algunos por sus trabajos de investigación histórica y de las tradiciones de su amado Gádor (fundó la revista ‘Cuadernos de Temas Gadorenses’), y otros por ser amante de la buena mesa donde poder mantener una interesante conversación o arrancarse por rancheras. Pero pocos, muy pocos, conocen el trabajo que Juan ha llevado a lo largo de su carrera, tanto policial como profesional de la inteligencia, para consolidar la democracia española. Persona recta y comprometida con su trabajo, no en pocas ocasiones puso los intereses de España por encima de su propia vida y la tranquilidad de su familia, sin mostrar un ápice de flaqueza en los peores momentos, donde Juan y muchos hombres y mujeres como él veían cómo su sacrificio y entrega era traicionado por algunos superiores que cayeron en la tentación del dinero fácil y una vida cómoda, olvidando el compromiso contraído. Porque Juan, aunque hoy parezca una palabra denostada, era un patriota con todas las letras. Hombre de fuertes convicciones, en él se conjugaban la seriedad y el cumplimiento de los compromisos que contraía. Pero al mismo tiempo era uno de esos últimos románticos que quedaban, que se resisten a caer en los brazos de la locura de la sociedad en que vivimos, y como un Quijote se embarcaba en muchas causas justas sin esperar nada a cambio. Prueba de ello fue cómo, con tenacidad y esfuerzo, consiguió hacer realidad aquél sueño de juventud, cuando encontró entre los papeles de su padre unas cuartillas que hablaban del Privilegio de Villazgo de Gádor, donde su pueblo adquiría su mayoría de edad y se soltaba de la mano de la capital, permitiendo recuperar tan precioso documento para su pueblo, y que todos los 15 de abril los gadorenses conmemoren parte de su historia. Así no es de extrañar verlo tan orgulloso en 2006 cuando, en reconocimiento, fue nombrado conferenciante en el CCVI Aniversario del Día del Privilegio. Juan hizo de la recuperación de las tradiciones e historia de su pueblo una auténtica pasión, que le llevo a ser el promotor del actual escudo de la Villa de Gádor, impulsor del Museo local o Comisario responsable de los actos del Bicentenario del Privilegio. Pero tampoco dudaba implicarse activamente en toda clase de actividades, como actor en la obra de teatro ‘La Casa de Quirós’, o en otros municipios próximos, impulsando la ‘Cata de Vinos de Benahadux’. Juan ha dejado un gran vacío en la sociedad gadorense, en sus amigos, en sus compañeros y en su familia, especialmente en esa mujer que calladamente siempre ha apoyado a su marido en los buenos y malos momentos, Rosario, porque detrás de un gran hombre siempre hay gran mujer. A más de uno se nos hará un nudo en la garganta al pasar junto a tu casa y ver que en ese mástil ya no ondea esa bandera por la que tantos sacrificios hiciste, que a ese número de teléfono que recurríamos para pedir consejo ya no responde nadie, y que tu voz característica en el ‘Miserere’ no suene más por las calles de Gádor en día del Santo Entierro. Mientras tus familiares y amigos te lloramos y te echamos de menos, nos consuela saber que en estos momentos te encuentras junto a Dios Padre acompañado por tus mejores amigos, como Paco el de la Sonda, ‘Frasco’, Jesús Salas o Francisco Díaz ‘Paco el Lique’; convencidos que desde allí seguirás protegiéndonos con ese manto protector que siempre tenías a nuestra disposición. Descansa en paz, amigo mío, y ojalá que algún día se te reconozca verdaderamente tu profesionalidad, tu entrega, tu dedicación y compromiso.