Recuerdos de un magistrado

Manuel Espinosa Labella

Andrés Vélez

  • La Voz
Conocí a Andrés Velez cuando estábamos preparando las oposiciones, esa etapa tan dura que nos aísla del mundo. Él preparaba aquí en Almería, yo lo hacía en Madrid, por lo que quedamos varias veces en vernos para hacer intercambio de temas y datos, en una época en que éramos una rara avis. Eran los primeros años de los ochenta. Luego aprobamos las oposiciones en el mismo año, en 1984, entrando en la Escuela Judicial, entonces en Madrid. Me viene a la memoria cuando nos hicimos la foto con el Rey, y cómo ambos nos colocamos a su lado, en segunda fila, aprovechando nuestra mayor estatura. Al poco llegaron los nuevos destinos, él a Berja, yo a Roquetas de Mar. Finalmente, el ascenso a magistrado nos separó, uno se fue a Alicante y el otro a Canarias. Recuerdo a Andrés siempre con vocación de Juez, y con una sencillez que le hacía ser franco y claro en sus planteamientos. Cuando en algún asunto parecían querer liarlo decía: “A mí las cosas claras que soy de pueblo”. Los años que mediaron hasta su pase a la Audiencia tuvimos menos contacto, pero desgraciadamente el órgano colegiado no era entonces lo más apetecible... ni sigue siéndolo. Finalmente dio el salto a la Audiencia, y disfrutamos de su compañía estos últimos años. Siempre hizo honor a sus orígenes en la comarca de los Vélez, y en especial a su Vélez- Rubio natal, a quien tenía presente en varias fotografías en su despacho de trabajo en la Audiencia. El destino nos ha llevado a un final inesperado para el compañero y amigo Andrés, poniéndonos de manifiesto la endeblez de nuestro ser y las malas pasadas de la naturaleza humana. En el recuerdo quedan su sonrisa sincera y su amor a su familia, en particular a sus padres, a su esposa Consuelo y a sus dos hijas, una en el duro camino de tomar el relevo en el trabajo a su padre.. preparando con Fernando, como lo hizo su padre, y que se ha desvivido estos días por su antiguo alumno. Otra ha seguido la vocación por la enseñanza de su madre. Han sido ellos, junto a la madre de Andrés y demás familia y amigos, como Diego, un ejemplo estos días de entereza y de capacidad de amar frente a las adversidades. Los demás nos hemos quedado con ese vacío del amigo que se va y nos deja el grato recuerdo de su presencia, lo que sin duda dará fuerzas a su familia para seguir adelante, venciendo a la adversidad. Ahora, lo que me queda en la memoria es su ejemplo de sencillez y dedicación al trabajo y a su familia, que no es poco.