Una vida dedicada por entero a la congregación

Sor Ángeles Lombardo

Sor Elidia Martín Rodríguez

  • La Voz
El día 30 de Mayo, cuando nos encontrábamos en Sevilla celebrando la salida de esos días de gracia, como son los Santos Ejercicios, una llamada desde Almería, nos comunicaba que Sor Elidia Martín Rodríguez acababa de dejarnos para nacer a la vida sin ocaso, eran las 13,45h. El final ocurrió de manera rápida, casi sin dejarse notar. Sor Elidia contaba 93 años de edad y 74 de Vida Religiosa. Nació el día 26 de Noviembre de 1918 en Villarrín de Campos (Zamora). Sin duda, en un hogar tan cristiano y siguiendo el ejemplo de su piadosa familia, aprendió las virtudes que fueron forjando su vida y preparando en ella el terreno para acoger la llamada del Señor, voz que escuchó en medio de la persecución religiosa que comenzaba a cernirse sobre España. Sor Elidia, firme en su decisión de entregarse a Cristo, llamó a las puertas de nuestra casa de Iturmendi, donde fue admitida como Postulante el 4 día de Julio de 1936, el 5 de Julio de 1938 celebró sus Votos Temporales. Pronta para ser enviada donde los Superiores dispusiesen, encuentra su nueva familia fraterna en esta Provincia de Andalucía, siendo la Comunidad de Sevilla la primera en abrirle sus puertas el día 9 de Julio de 1938. Varias ciudades serían escenario de su buen hacer como Sierva de María, y muchas las Hermanas y familias que se sintieron enriquecidas por su verdadera caridad y su fiel testimonio de persona consagrada. Sor Elidia se reconoce débil y siente la necesidad de ir limando pequeñas aristas que dejan inquieta su delicadeza de alma: no duda en buscar ayuda, y se aplica a sí misma las exigencias necesarias para superarse. Reconocemos también, que nuestra Hermana no estaba dotada de grande inteligencia, pero esta limitación la suplió con un espíritu de oración tan profundo como auténtico, siendo el motor que sostenía y avivaba su vida de entrega y amor a Cristo. Los testimonios recogidos sobre ella hablan de un alma sencilla y humilde, muy amante de su vocación de Sierva de María, profesando un amor entrañable a la Congregación y a la Comunidad. Los Superiores no tardaron en confiarle el cargo de Ecónoma, pero su delicada salud le obligó a cesar en él; años más tarde se le confió el cargo de Asistente Secretaria en la comunidad de Almería, y de Superiora en Badajoz. Su misión de Superiora a lo largo de nueve años, la desempeñó como una madre solícita, manteniéndose a la vez firme en el cumplimiento del deber. Una de sus facetas como Superiora fue la caridad, que llegó a desplegar aún fuera de la casa: procuraba atender los pedidos de asistencia que presentaban mayor necesidad; algunas familias pobres, vieron cómo el Señor multiplicaba los dones en sus manos, quedando tan agradecidos que aún hoy manifiestan su gratitud: “Cuánta hambre –comentan- quitó Sor Elidia en nuestra casa, ¡Cómo olvidarla! Con 52 años tuvo que hacer frente a un tumor maligno. Esta etapa de su vida se convirtió en momento de gracia, prueba de ello fue su disponibilidad y confianza en la voluntad de Dios: “Si es que ya me llegó la hora de partir, el Señor me conceda una dulce y santa muerte”. El año 1989 llegó a la comunidad de Almería, donde desempeñó con gran esmero los oficios de casa: los primeros años estuvo de portera, pero debido a su pertinaz sordera tuvo que dejarlo, ocupándose, entre otras labores, en hacer cordones de hilo rojo para la fiesta  de San Blas, ya que, en nuestra Iglesia viene siendo muy popular. A primeros de año comenzó a ser más notable su estado de decaimiento, provocado por pequeñas convulsiones y estados de coma. El Médico de cabecera le ha visitado periódicamente, y en alguna ocasión ha tenido que ser hospitalizada. Una nueva alarma surgió al aparecerle una erupción dérmica aguda, que fue adquiriendo dimensiones alarmantes, esta situación hacía prever que su fin se aproximaba. Sin duda que, los cuidados que ha tenido en toda su enfermedad, tanto por parte de la Madre, como de las Hermanas, han sido un verdadero derroche de cariño que le han dado fuerzas en todo momento. Ha sabido sufrir con resignación y ofrecer al Señor sus muchos dolores, por la Iglesia y la conversión de los pecadores. El lunes 28 de Mayo, viendo que su estado se agravaba, el Padre Capellán le administró de nuevo la Santa Unción, dando la sensación de que en esos momentos era consciente de este momento de gracia. El  día 30 de Mayo, a las 13,15h la Hermana enfermera, que notó el inminente desenlace, avisó a la Comunidad, la cual rodeando su lecho, encomendaron su alma al Señor repitiendo la plegaria que ella con frecuencia tenía en sus labios: “Jesús mío Misericordia”. Confiando en su intercesión por el aumento de vocaciones, más en estos tiempos tan difíciles, agradezco las oraciones que ofrezcan por su eterno descanso.