¡Va por ti, Maestro!

José París Merlos

José París Núñez

  • La Voz
La misa se celebrará mañana lunes, a las 19, 30 horas en San Sebastián Debieron de sonar los acordes de algún pasadoble torero aquel 6 de diciembre de 1936, cuando José París Núñez debutó en la plaza de toros de la vida. Almeriense de estirpe y torero de alma y sentimiento, nunca llegó a vestir el traje de luces en los ruedos, pero supo con maestría lidiar los toros más difíciles en su ardua y constante andadura profesional como empresario. Nacido en el seno de una familia sencilla, vapuleada por los desastres de la posguerra, gozó de la profunda e incondicional adoración de sus padres, a los que amó de manera infinita y a los que permaneció unido, atento y vigilante hasta que cumplieron sus días. Con ellos descansa ahora, desde que el pasado 14 de enero una trágica “cogida” de manera inesperada le arrebató desafortunadamente la vida. Desde ñiño, movido por la enfervorizada afición de toda su familia, y en especial por la de su tío Juan Martimar (Volapié), crítico taurino, periodista y uno de los fundadores de “La Voz de Almería”, sintió la llamada vocacional y el deseo vehemente de ser torero. Pero los avatares de la vida lo condujeron por otros derroteros y tuvo que volcar su valentía torera en la aventura empresarial que le llenaría de tantas tardes de gloria. Forzado por las circunstancias de la posguerra, tuvo que empezar a trabajar desde bien pequeño en la emblemática empresa almeriense de exportación de Navarro Moner de la que llegó a ser apoderado. Después llegaron los días en Procampo del Sur, empresa ligada al mundo de la agricultura, donde pronto demostró su talento para la dirección y conoció a algunos de los que después serían sus socios y compañeros de cartel en la empresa Agrupalmería, que conjuntamente fundaron. Vivió centrado en su mujer y sus dos hijos, por los que luchó y se dejó la vida en los ruedos de su empresa, anteponiendo siempre el interés de estos al suyo propio. Nunca quiso nada para él, sólo el bienestar de su familia, a la que amó profundamente y por encima de todo hasta el último momento. Se desvivió por hacer favores a todo el mundo y agradar a sus vecinos, amigos y primos, a los que siempre quiso como a los hermanos que nunca pudo tener. Se volcaba con todo el mundo, siempre dispuesto a ayudar en lo que fuera necesario, preocupándose por los problemas de todos y tratando de buscarle solución. Nada era suyo, sólo para su familia y para ayudar a los demás. Sabía arropar con su muleta todos los problemas que se presentaban. Los últimos días de su vida, ya jubilado, los vivió al calor de su familia, disfrutando de ellos y en especial de sus dos nietos, a los que desde el cielo de los toreros les seguirá mandando “sorpresillas” y todo su cariño, tan especial. Por ello, todos los que le quisimos y le seguimos queriendo deseamos dedicarle de manera espiritual una vuelta alrededor del coso de Vilches, rememorando el pasodoble de Nerva, que tanto le gustaba, y su manera especial de brindar: ¡Va por ti, Maestro!.