El periodista de Canal Sur evoca al cámara, compañero y amigo

Antonio Hermosa

“¡Adiós prenda!”

  • La Voz
Era amigo de sus amigos. Si podía te hacía un favor, y siempre guardaba una sonrisa de zorro bragado en mil batallas. Nunca dejaba de moverse si detrás estaba el objetivo de ayudar a alguien, y más si ese alguien era un compañero novato de profesión. Era capaz de desobedecer a sus superiores para estar con una persona a la que apreciaba. Te llamaba “prenda”, porque para él, estoy seguro, que casi todos a los que obsequiaba con ese calificativo, éramos gente a la que quería. Luis Carranza era un gran profesional, de esos que cada vez quedan menos, de los desinteresados. De los que les gusta la conversación y una buena compañía. Él fue de los que comenzaron por casualidad en el mundo de la televisión, asistiendo de ayudante de cámara a otros grandes de la pequeña pantalla, hasta que pasó a ocupar ese mismo puesto, para acompañar en mil guerras y en mil aventuras a históricos como De la Cuadra Salcedo, González Green o Arturo Pérez Reverte. En aquel entonces, se les conocía como “filmaos”, porque trabajaban con un soporte cinematográfico. Acudían a todos los sitios con grandes equipos que les obligaban a estar en muy buen estado físico. Después, pasaron por sus manos otros sistemas de grabación en vídeo, hasta desembocar en el sistema digital, del que Luis vivió sus albores. Los que le conocimos, sabemos que se ha ido un hombre que de este mundillo sabía mucho. Una persona que había grabado miles de horas y que podía interpretar bien el carácter de muchos seres humanos. Porque de eso, de humanismo era un experto, y lo derrochaba por los cuatro costados. Cuando llegó a Almería, como miembro de la delegación de Televisión Española, venía de vuelta. Sabía que esta provincia, a la que tenía mucho cariño, y en la que nacieron sus dos hijos, era el mejor sitio para cerrar su etapa profesional. Quiero recordar dos pequeñas anécdotas de su carácter, su valor personal y su profesionalidad. En una rueda de prensa de un líder nacional, que luego llegó a ser presidente del gobierno, Luis fue capaz de reorganizar a todo el mundo para conseguir grabar bien las declaraciones, a pesar de que todos iban con prisa, y los empujones y codazos estaban siendo lo más suave que se vivía en ese momento. Él sacó a relucir su experiencia profesional y su templanza y cayó al flamante orador y le hizo comenzar de nuevo porque no había conseguido un buen plano. La segunda, en un viaje que hicimos a China, nos tocó cenar en un restaurante donde nos pusieron como plato especial, cucarachas de agua sobre una bandeja de ensalada. Estos insectos son muy apreciados por aquellas tierras, y se pueden imaginar la cara que pusimos los occidentales que allí estábamos ante tal manjar. El único que asumió y aceptó el plato fue Luis. Él, junto al intérprete chino que nos acompañaba, se comieron los bichitos con soltura. Mientras tanto, él nos explicaba a los que compartíamos su mesa, las extrañas cosas que había degustado en sus innumerables viajes como corresponsal. Los que probamos aquellas cucarachas recordaremos siempre aquella cena y las palabras de nuestro gran compañero. Puntualizando que es mejor adaptarse a las circunstancias, porque nunca se sabe cuando se va a pasar hambre.