A una paciente ejemplar

María del Mar Sánchez Gálvez

  • La Voz
Cuando una paciente como tú se nos va, los médicos sentimos el vértigo de caer del pedestal desde el que creemos que la omnipotente ciencia nos ha situado para, de golpe, sentir el frío suelo desde el que la terrible realidad nos hace ver el cómo seguimos siendo impotentes para vencer y doblegar al terrible instinto asesino de enfermedades como la tuya. Con un coraje de madre, de madre joven de dos pequeños niños, luchaste con determinación y entereza como nadie contra ella, supiste afrontar todas las adversidades y contratiempos para, lentamente, ir dejando una huella imborrable en el corazón de todos los sanitarios que te hemos ayudado a lo largo de toda tu enfermedad. Si admirable fue tu lucha, más impresionante fueron tus sonrisas, la mirada alegre que nos helaba el corazón cuando interiormente nos decíamos ¿Cómo puede ser posible que me sonría cuando le estoy diciendo que no podemos hacer nada más por ella? ¿No se da cuenta de lo que le estoy diciendo? Pero sí, sí te dabas cuenta. Sonreías para sosegar nuestra inquietud, para que no dudáramos en mirarte a la cara al decirte la verdad, verdad que conocías pero ante la que no te rendiste, a la que no te rendiste por tus hijos pequeños, tu razón principal por aferrarte a cualquier posibilidad de retrasar el viaje que has iniciado hoy, viaje que, para los que somos creyentes, llegarás con un destino cierto, a buen seguro muy pronto, donde nos reconfortará la certeza de saber que estarás ahí, pendiente de tu esposo, tus hijos y tu familia. Cuando el tiempo pase y todos los que te hemos conocido y querido nos sobrepongamos a tu terrible y precoz pérdida, nos daremos cuenta de que el hueco que dejas se habrá rellenado de diferentes sentimientos: amor por tu familia, coraje en la lucha, entereza ante el dolor, dignidad ante la muerte, a la que miraste con miedo, sí, pero de frente, y con la frente muy alta. Nos quedará tu ejemplo. Ojalá sea suficiente para rellenar el vacío infinito que Manolo y tus hijos sentirán cuando sean conscientes de que has emprendido el viaje sin retorno. Y a nosotros, tus médicos, nos quedará, cuando superemos la rabia y la impotencia, la esperanza de que siempre habrá pacientes como tú por los que merezca la pena luchar codo con codo hasta el final. Gracias, María del Mar.