Fué el eslabón de una familia de grandes tocaores jerezanos como los ‘Morao’

‘Moraíto Chico’, maestro de la guitarra flamenca

  • La Voz
Las campanas que Moraíto escuchaba cada mañana en la Iglesia jerezana de Santiago doblaban ayer por seguiriyas por la muerte de uno de sus paisanos más ilustres y que más flamenco han destilado por todo el mundo. Manuel Moreno Junquera, ‘Moraíto Chico’, era un guitarrista grande sobre el tablao y sobre el tablero de la vida. Poseía esa gracia telúrica jerezana, tenía arte a raudales. En una entrevista recuerdo que, hablando de fútbol, me confesó salpicado de arte: “Sí, pisha, soy del Atlético. Algún defecto tenía que tener”. Rebosaba humildad y derrochaba flamencura. Heredó ese ‘pedigrí’ lleno de enjundia de los ‘Morao’, fue el eslabón continuador de su arte y se ha encargado de transmitirlo a su hijo Diego del Morao, uno de los jóvenes con más presente y futuro del flamenco. La guitarra era su vida, su “mujer y su amante” desde que la conoció y supo mimarla y hacerla más grande. Dominaba el pulgar de maravilla y era capaz de ejecutar desde las falsetas más rítmicas a las más ‘templás’. Debutó en Madrid en ‘Los Canasteros’ a los quince años tocándole a su paisana ‘La Paquera’. Ha sido el fiel escudero de José Mercé durante más de veinte años aportando aún más aire flamenco al cantaor jerezano y creando una dupla mágica. La afición almeriense admiraba y quería a este tocaor y tuvo la suerte de escucharlo durante muchas recitales. Este año tenía que volver en unos días junto a Mercé a alegrar con sus falsetas la Plaza Vieja y poner ‘moraos’ de arte a sus seguidores urcitanos. No podrá ser porque un cáncer de pulmón ha podido con él, pero no con su arte que es eterno. Morao nos deja a poco más de un mes de cumplir los 55 años, aunque ya está rasgueando en el cielo junto a sus grandes amigos Camarón, Tío Sordera o Fernando Terremoto. El arte jondo se salió ayer de compás porque con Morao se va un puntal de la guitarra, un artista que desayunaba y cenaba flamenco, un guardián de la pureza flamenca. Que Undebel te tenga en gloria, maestro.