Panegírico a Isidro Pérez Molina

Juan Jesús Leza Benito

Isidro Pérez Molina

  • La Voz

Fue por la prensa almeriense que supe del fallecimiento de Isidro. Tarde, desgraciada e irremediablemente tarde. Creí erróneamente que la enfermedad nos concedería la oportunidad de tener un nuevo, un último encuentro pero me equivocaba, no ha sido así.


En 2011 me lo presentaron y con inmediatez descubrí que se trataba de una persona excepcional. A partir de ese momento tuve la suerte de compartir muchos momentos con él, corroborando lo acertado de la primera impresión. 


Isidro es, perdón, siempre fue una persona valiente, con arrestos para implicarse y jugársela, en el extranjero o aquí. Una persona honesta, de ideales, que ha defendido abiertamente siempre aquello en lo que creía. 


Con natural inquietud, tenía tendencia a innovar, a probar. Recordar temas como el autogiro, los avestruces y, por qué no, su reciente intento de tener un vino propio a partir de las uvas de sus parras de los Baños, asunto sobre el que fui testigo de interesantes conversaciones inquisitoriales sobre la técnica enológica básica.


Yo subía con alguna frecuencia a los Baños y tuve la suerte de conocer a un empleado que con importantes limitaciones físicas, desarrollaba su vida allí. Cada vez que he vuelto he preguntado por este trabajador y como siempre sigue allí con ellos, que lo cuidan, le dan trabajo, atención y afecto. “Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo…”. La fidelidad y la lealtad han sido siempre marca de Isidro.


Tuve el privilegio de ser el padrino en su boda. Allí, en los Baños de Sierra Alhamilla, un sábado por la tarde,  a los acordes de la “Rapsodia sobre un tema de Paganini por Rachmaninov” acompañé a Cayetana a lo largo del patio del Centro hasta “la capilla” habilitada en su extremo, donde cedí su brazo a un emocionado Isidro. Fue en esa ceremonia donde advertí cómo él había sido capaz de facilitar, mantener y fomentar la unidad de una amplísima familia. Isidro ha sido siempre ejemplo de tantas cosas, de las más importantes en la vida, que hoy aquí sería imposible enumerarlas. 


Vivió con nobleza y con hidalguía, un caballero a la antigua usanza que nunca se sometió al rencor. Amaba a su familia, la vida, España y La Legión.


El 18 de septiembre por la mañana lo visité de nuevo. Le llevé una botella del mejor vino, de Rioja. Espero que pudiese gustarla y disfrutarla en su mejor compañía. No me dijo nada de su enfermedad. Posteriormente comimos allí con él una serie de amigos militares con vinculación legionaria. Él estuvo sentado a la mesa. Ni una alusión a su enfermedad, ninguna muestra de dolor, y seguro que lo tenía, seguro. “No se quejará de fatiga, ni de dolor,…ni de dolor…ni de dolor”. ¿Cómo no lo vamos a tratar de “legionario”?. Y en La Legión no olvidamos a personas que como Isidro nos engrandecen con su vinculación.


Y he aludido a su valentía para implicarse en proyectos. Uno de los grandes fue, sin duda, la recuperación de Los Baños de Sierra Alamilla. Trabajó, invirtió, peleó y, sin ningún, sin ningún apoyo, lo consiguió. Y nos regaló la vista y la salud con un magnífico patrimonio. Y así, personas como Isidro dan forma y espíritu a los lugares, y su vida impregna de realidad cada uno de sus rincones. Y estos rincones, cual libros vivos, conservan para siempre sus historias. Por eso Isidro no se ha ido del todo, y cuando desde Almería o desde la Base de Viator miremos Sierra Alamilla y sus Baños, veremos a Isidro.


Los relojes que allí están a la vista marcarán la hora que corresponda, pero el reloj interno de los Baños de Sierra Alamilla permanecerá parado en una hora de la mañana del martes 03 de noviembre de 2020.


Isidro Perez Molina, excelente persona, amigo, “legionario”.


Descanse en Paz.