Manuel Amate Rodríguez: un buscador de sueños

María Carmen Amate Martínez

Manuel Amate Rodríguez

  • María Carmen Amate Martínez

El pasado viernes 15 de mayo, Manuel Amate, nuestro tío Manolo,  como era conocido en nuestra familia, nos dejaba sumidos en una inmensa tristeza que se hacía aún más profunda por el triste momento que nos ha tocado vivir. A la pena producida por su pérdida se añadía la tragedia de no poderlo acompañar en ese último adiós a todo lo que había constituido su vida.


Manuel Amate nos dejaba tras una larga vida dedicada a su familia y a luchar por lograr lo que su pueblo más necesitaba: el agua que frenara el grave deterioro que por su escasez Alhama padecía.  


Los años finales de la década de los cincuenta y los sesenta de la pasada centuria fueron críticos para este pueblo. Alhama no tenía apenas agua para subsistir. Los escasos parrales que rodeaban al pueblo languidecían sedientos por falta del preciado líquido; regar un trozo de tierra con apenas cuarenta parras suponía un enorme sacrificio para todas aquellas familias que dependían para su subsistencia exclusivamente del cultivo de la uva del barco, o uva de Ohanes como también era conocida. 


Las pocas familias dueñas del escaso caudal del agua de la Fuente encontraron más rentable dejar perder sus parrales y comerciar con su agua. “En Alhama las parras se riegan con sangre” era una expresión que se repetía sin cesar cada vez que había que acudir a una subasta de agua. Ante tal situación era lógico esperar que el deterioro del pueblo fuera en aumento y la emigración fuese la única salida a tan desesperante estado. Alhama perdió cientos de jóvenes que buscaban un mejor futuro en los centros industrializados de España y, también, en diferentes países de Europa.


Pero el arrojo y la valentía de un grupo de jóvenes alhameños –Manuel Amate Rodríguez, presidente de esta sociedad, Manuel López Pelayo, Juan Orta Martínez y José Antonio Picón García- empeñados en poner fin a aquella tragedia que Alhama vivía y a la sangría poblacional que año tras año mermaba su población, lograron, con el empuje de su juventud y con  el amor que sentían por su tierra, unir al pueblo de Alhama y constituir la sociedad Los Decididos, con el único empeño de buscar agua y poner fin a tan trágica situación. Fueron años de lucha titánica, de esfuerzos sin medida, de tremendos fracasos, e incluso de causas judiciales. Con todo, la palabra “rendición” no formaba parte del vocabulario de Los Decididos. 


El trabajo de todo un pueblo, unido en una sola voz, -todos, con más o menos acciones, eran propietarios del agua- obtuvo finalmente su recompensa en forma de un hermoso caudal del tan añorado líquido cuando corrían los meses del verano de 1969. ¡Alhama ya tenía agua! Y aquella situación tan adversa comienza a revertir. Aumentaron los parrales y muchos de aquellos jóvenes emigrantes regresaron de nuevo al pueblo. Alhama iniciaba su proceso de recuperación, y una hermosa alfombra verde de parras lucía en el entorno alhameño.


Toda su vida ha dedicado mi tío Manolo a tan noble fin: recuperar el agua para su pueblo y distribuirla entre sus propietarios. Manuel Amate, presidente honorífico ya de la sociedad Los Decididos, ha sido y será un referente en la historia de este pueblo. Su dedicación y entrega en favor del desarrollo de Alhama de Almería lo recordaremos siempre y así quedó patente en el homenaje que hace unos años el pueblo le dedicó otorgándole su nombre a una de sus calles, una calle de cultura y de progreso pues en ella se ubica el nuevo centro educativo alhameño.


Tite Manolo Alhama llora tu pérdida, y la expresión de este dolor la manifestaba el agua de La Cascada al correr libremente, dándote su último adiós,  ante tus restos mortales camino de tu descanso eterno.