Henchido de nostalgia cada 17 de mayo, el cielo llora porque te has marchado

Diego Fernández Muley

  • La Voz
Diego, mi querido Diego: Ni el mar, ni el río han llorado, ellos se han olvidado. El Cielo el 17 de Mayo, llora porque te has marchado. Se irá durmiendo el Dolor. Perdida la confianza, La vida dura un momento, y sin ti cuesta gastarla. La vereda de la vida, ahora caminamos solas, Desde tu eterna partida, nos acompañan las sombras. Sin miedo a fracasar, atravesamos umbrales. Tú todo nos lo enseñaste; todo, excepto a olvidarte. Este ruido del Alma, ruido de mis adentros, quiere salir hacia fuera, gritando tu nombre al viento. Sol de nuestra constelación, constelación terrenal, luces tú con señorío, en tu galaxia estelar. Remedio de mis temores, voces de destino incierto, alivio de mis pesares, ruego de mis desaciertos. Tú mi guía, mi camino, mi sendero correcto. Apaciguar de mis miedos, me traslada a lo proferto. Diego mi querido Diego… Un dolor que ostentoso me ha inundado y no puedo desprenderlo, hundiéndome en la angustia. Poderoso sentimiento, melodía del dolor, nota a nota, poro a poro. Navega por mis adentros, ultrajando hasta mi alma, que arrastrada por los suelos, echa mano de las lágrimas, para poder alzar el vuelo…y desprender el dolor, de afrontar este lamento. Lamento de vivir otro año más sin Ti. Diego mi querido Diego... Sinfonía dolorosa, que acompañará mis días. Fugaces desencadenan, la canción de despedida. Violines lloran tu ausencia, trompetas nombran tu nombre, tu música, la Presencia que en mis recuerdos se esconde. Extasiados los trombones, rompieron tu anochecer, ese en el que te marchaste, dejándonos padecer. Música de mis recuerdos, mares de mi soledad. Amanecer de mis sueños, que yo no puedo olvidar. Melodía orquestada por vivencias compartidas. A una edad que en el Recuerdo se prende a la retina. Ojalá estuvieras aquí, eres más que un sentimiento, y hoy te quiero compartir, pues somos polvo en el Viento. Diego mi querido Diego… Comparto con tus amigos y con mis seres queridos, un volcán de sentimientos, que tu nos hiciste sentir. Diego mi querido Diego, amigo de sus amigos. Contigo cobra sentido esa palabra ‘Vivir’. Ayer, cascabel de alegrías, hoy, lagos de melancolía. Tras 4 años, al despertar, mi mundo está vacío sin Ti. Cuatro años no han logrado que yo te pueda olvidar, y en el rincón de mi alma, el Sol no ha vuelto a brillar. Tú eras esa verdad, cálida de viento nuevo, que arrastraba mis temores, desaparecían mis miedos. Diego mi querido Diego, tú acunas mis sentimientos, dando calma a mi Dolor que levita a Silencio. Y nunca supe porqué, en el transcurrir del tiempo, posaron las nubes negras en el final del sendero, sacudiendo nuestras vidas, dando lugar a este entuerto. Tejió tu esencia en mi piel, y hoy soy fiel a tu Recuerdo. Tu Recuerdo en soledad. Diego mi querido Diego, de no tenerte jamás. Y la luz de tus memorias nos llenan amaneceres, amaneceres inquietos que complacen las carencias, transformadas en requiebros. Carencias de no tenerte. De no tenerte otro invierno. Ahora observo la vida, con menos brillo social, y se van abriendo grietas, se incrustan en mi moral. Van rasgando desconchones que hieren a mi persona. Desconchones en el alma, pero no en mi memoria. Pena tras pena sesgada, y suspiro tras suspiro. Voy llenando soledades y vaciando este delirio, y por versos que yo escriba, queda esencia en el tintero. Por este grande sentir, tú eres mi sangre, Maestro. Cienes y cienes de vidas y tú como compañero. Mil mares navegaría y surcaría mil cielos. Siglos y siglos, no dudaba, en compartirlos contigo. Y de ahí al infinito, al Cosmos, a lo perdido. El Sediento cree ver oasis en sus espejismos, y yo veo a compañeros que contigo he confundido. Puede ser el uniforme, tantos años de servicio. Cuando veo el uniforme, mi corazón da un pellizco. Fugaz céfiro, clamor de soledad. Te marchaste y nos dejaste. “Pudiera ser que en el cielo, necesitasen un ángel”. Intentaré acabar. Quizás, así lo hubieras querido, intentando recordar algunos de tus versillos: Diego mi querido Diego… Tú eras la sofisticación, de un genio distraído, que con mucho disimulo, le daba a todo sentido. Diego mi querido Diego… Ahora estoy recordando que tú estarás en el cielo, a San Pedro caneando y a San Pablo comentando, que encontrando compañeros, serios ellos trabajando, rompías la tensión silbando ingenioso este ‘Adagio’ “¿Qué sembrando el Pánico?”… Si ya no puedo mirarte, apenas puedo ni hablar. Y yo entiendo que esto, no hace tan duro llorar.