A nuestra querida madre María Isabel

Tu hijo Pedro

Maria Isabel Muñoz Segura

  • La Voz
Acostumbrarnos y aceptarlo son dos cosas distintas. La primera porque es duro acostumbrarnos y menos en tiempo records. Cuando lo que se ha vivido, ha sido mucho más grande e intenso, acostumbrarse es duro pero posible. Lo segundo es más cruel, como el aceptarlo, así sin más como si lo vivido de todo una vida, se tuviera que aceptar, hacer borrón y cuenta nueva, así en un pis-pas, no es justo. Es de ley que las personas seamos perecederas, que nazcamos y tengamos que partir un día, es de ley. Pero cuando existen sentimiento tan arraigados, tan fuertes, tan profundos, es duro el pensar que todo cuanto has dado, todo lo propiciado, lo que se ha disfrutado y también todo lo que se ha recibido a cambio, todo eso se tenga que aceptar, que de la noche a la mañana desaparezca, y quede solo en un recuerdo, y que ese recuerdo sea una amalgama de sensaciones, tristes de desasosiegos incontrolados, de respiraciones agitadas, incluso de palpitaciones no normales, en las que tu cabeza dice basta, pero tu corazón no escucha, porque tu corazón percibe y sabe que ya no se alegrara al día siguiente, porque ya todo es distinto sin ti, si tu presencia, si tu consuelo, madre. Nos quedara siempre el consuelo de pensar que donde quiera que te encuentres sigues estando con nosotros. Que desde ese lugar, intentas que lo que se consiguió con tu presencia perdure tras tu partida. Que no nos seamos indiferentes los unos a los otros, que nos cueste trabajo el no saber cómo estamos a diario y resumiendo, que cuando estemos todos juntos, pensemos que en el centro de esa reunión estas tú, como siempre lo has estado. Aquí seguimos pensando en ti constantemente, cualquier detalle, cualquier lugar de las casas, hace que te notemos a nuestro lado. Fuiste y sigues siendo muy grande en nuestras vidas, te has marchado pero nos has dejado impregnados de tantas cosas, de tantas emociones, por ese motivo es difícil no tenerte presente en el pensamiento por todos los momentos vividos a tu lado. En nuestras retinas por tantas imágenes que nos llegan de ti, que son muchas. Por el olfato, por tu olor característico, ese olor que solo se puede identificar contigo, madre. Y del que siempre tus hijos hemos hecho alarde, de tu presencia tan particular, tan singular, tan hermosa y señorial, de la cual, nos hemos sentido orgullosos y de que nos hemos vanagloriado, es así. Y aun después de tu partida, nos sigues dando honra por donde quiera que vayamos. Después de tres años de tu partida, seguimos igual, con la misma tristeza, con el mismo dolor. Tratando de aceptar que es así, que ya no estas con nosotros, pero también en paz, con mucha paz y serenidad. Esa paz y serenidad que a buen seguro nos envías a todos los que te importamos. Porque tu estas con nosotros. Intentamos creer por nuestras creencias, que estas con los tuyos, con los nuestros, con papá, los abuelos. Decirte que en tu partida tuviste el mejor sequito que podrías desear, para que ese viaje que tenemos que hacer todos, se te hiciera más fácil. Bueno vieja, como carismáticamente te llamábamos, en el deseo que hayas encontrado la paz y tranquilidad, que tanto reclamabas. Pedirte sigas con nosotros, iluminando nuestras vidas, hasta que volvamos a encontrarnos y abrazarnos en la paz del Señor. Descansa en paz, mama Tu hijo Pedro.