Carta para mi padre Emilio ‘el Pichatrapo’

Llevo con orgullo tu apodo, y me hace feliz que tus amigos me recuerden lo buena persona y lo servic

Emilio Sánchez García

  • La Voz
Ya ha pasado un año desde tu marcha y te seguimos recordando como el primer día. Sigues muy presente en nuestras vidas. Es raro el día en que no te recordemos y comentemos anécdotas en las que el protagonista eras tú. Quiero que sepas que esto ocurre tanto en el entorno familiar como en el de tus amigos. He vivido momentos junto a ti que, por muchos años que pasen, no se me olvidan. Le tengo especial cariño a situaciones vividas de cuando era pequeño. Por ejemplo, cuando, siendo un crío, llamaste a tu amigo Joaquín de Auto Electricidad Gala y nos fuimos a Málaga, solamente, para que pudiese ver jugar a mi ídolo, el portero del Athletic Club de Bilbao Jose Ángel Iríbar. ¡Vaya carretera de curvas! También recuerdo cuando me llevabas a la plaza de toros para ver algún concierto de Manolo Escobar, o para ver torear a Paquirri. Recuerdo que el día que se proclamó Juan Francisco Rodríguez campeón de Europa de boxeo, lo esperamos en la puerta de su casa, y hablaste con él para que me dejase coger entre mis manos su medalla. ¡Que momento! Y cuando, el día del ascenso de la A.D. Almería a Primera División de fútbol, pisamos el césped del campo Franco Navarro momentos antes de empezar el partido contra el Castellón. Nos acompañó mi amigo Manolo César. Fue inolvidable. Nos grabaste con tu tomavistas (en aquella época no existían todavía las cámaras de video). Tampoco se me olvidan los madrugones de los domingos de verano. Nos levantabas de la cama a las siete de la mañana para ir a la playa. Cuando llegábamos, sólo nos encontrábamos con los pescadores que regresaban con sus barcos después de una noche de pesca. Nos acercábamos para ver qué habían cogido con sus redes. Sobre las 12.30 del mediodía, que ya se notaba como ‘picaba’ el sol, y cuando la gente llegaba a la playa, nosotros recogíamos todo y volvíamos a casa para comer. Tus amigos me comentan, de vez en cuando, el ‘Ángelus’ que hacíais en la bodega El Toboso a las 12 del mediodía tomando un chato de vino. Incluso Paco sacaba la Biblia para hacer más solemne ese momento. Siempre regresabas a casa con cacahuetes para tus nietas. Igualmente, te recuerdan tomando una cerveza con Jacinto, en la cafetería Minerva, viendo algún partido de fútbol de tu equipo. O degustando la leche merengada que tanto te gustaba de la cafetería Vipáis, de tu amigo Manuel. Incluso me comentan que, en ocasiones, han tocado a la puerta algún domingo o día festivo (a primera hora de la mañana) para que fueses a arrancar un coche o algún tractor en cualquier pueblo de la provincia, y que nunca ponías ninguna excusa. Te levantabas y acompañabas a cualquier amigo al lugar que fuese, por lejos que estuviese, para solucionarle el problema. En la familia estamos todos bien, ya sabes que lo ‘comentamos’ de forma habitual. El motivo principal de haberme decidido a escribir estas letras es para agradecerte, públicamente, todo los que has hecho siempre por todos nosotros. Seguimos manteniendo las ideas, las costumbres, y la forma de comportarnos que nos inculcaste desde pequeños. Llevo con mucho orgullo el que personas que te conocían desde hacía muchos años, me hablen continuamente de tí y me recuerden lo buena persona que has sido siempre. Y, sobre todo, estoy muy contento de haber podido ‘heredar’ tu apodo, ‘PICHATRAPO’.