Gregoria, la mujer que consiguió todos los abanicos de la Feria

Antonio Andrés, Gregoria y Servando conservan estos objetos y continúan la tradición

Gregoria y Antonio Andrés, con parte de la colección de abanicos de su madre.
Gregoria y Antonio Andrés, con parte de la colección de abanicos de su madre. La Voz
Alberto Gutiérrez
01:09 • 17 ago. 2018

Gregoria Cantón Aguilera se marchó de este mundo en 2014, pero su familia la recuerda por ser una madre modélica y también por la curiosa colección que atesoró en vida: todos los abanicos de la Feria de Almería, que el Ayuntamiento viene repartiendo desde el año 1989. Sus hijos, Antonio Andrés, Gregoria y Servando, conservan estos preciados objetos, que dos de los hermanos nos muestran, orgullosos, como homenaje a una madre que los guardaba con mimo y dedicación.



“Cuando empezaron a darlos en la Rambla sobre el año 2000 iba mi padre a la cola”, dice Antonio Andrés, arqueólogo de profesión, profesor en la universidad de mayores de la UAL y secretario de la Asociación de Vecinos Casco Histórico de Almería. “Por supuesto, se ponía dos o tres veces en la cola para conseguir abanicos para otras mujeres de la familia”, recuerda, divertido. “También coleccionaba los de LA VOZ y en mi boda en vez de una invitación hicimos como algo curioso y diferente un abanico”, continúa.  “En el año 91, y de eso me di cuenta años después cuando me puse a ordenarlos y guardarlos en cajas, se empezaron a hacer de dos colores”, afirma.



Su hija Gregoria, licenciada en Filología Hispánica y ama de casa, recuerda a su madre con mucho cariño, entre otras cosas “porque quiso que nosotros estudiáramos y se puso a trabajar: formó parte del personal de limpieza del Ayuntamiento de Almería”.  Antonio Andrés y Gregoria lamentan que a su madre no le dieran el escudo de oro del Consistorio por no haber llegado a los veinticinco años en la Administración: “estuvo veintitrés, aunque ella decía que sus años de trabajo valían más que los de muchos que llevaban veinticinco, y estuvimos tentados de ir a la joyería y haberle encargado uno”. 



Gregoria se casó con Antonio Díaz Orta, quien tiene ochenta y ocho años y vive en Canjáyar. Antonio fue guardia de seguridad y trabajó en la Bodega Tonda de la capital almeriense. Fue fundamental para que su mujer tuviera todos los abanicos. Con respecto a la evolución de estos objetos, que cada año concitan larguísimas colas en la Plaza Vieja, antes en la Avenida Federico García Lorca, Gregoria “se fijaba en que las varillas pasaron a ser de madera, cuando antes eran de plástico”, asegura Antonio Andrés, quien se ha fijado en que “llevan un tiempo en que aprovechan algo del cartel de la Feria para incluirlo en el abanico”.



Otro detalle en el que ha reparado el hijo de Gregoria es que “cuando entra Izquierda Unida en el equipo de Gobierno del Ayuntamiento hay un cambio estético, con más color”



Hoy, la familia de esta singular coleccionista que vivía en Cortijo Grande y “salía a la plaza Alcalá con su silla por las noches de verano y presumiendo de su abanico” sigue la tradición. “Yo no hago cola, pero luego consigo el abanico”, nos cuenta Antonio Andrés, orgulloso de su madre. “Este es un buen homenaje que queremos hacerle”, concluye.





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