Veinticinco años y un día para la historia

Entrada al edificio Aulario I de la UAL.
Entrada al edificio Aulario I de la UAL. Juan Sánchez
Pedro Manuel de La Cruz
02:09 • 02 jul. 2018

Hay años que marcan una década y décadas que definen un siglo. La Década de los 90 puede ser considerada, quizá, como la mas importante del siglo veinte almeriense. La consolidación del formidable impacto de la entrada, cuatro años antes, en la Unión Europea en la agricultura de la provincia, la construcción de cientos de kilómetros de autovías financiados con fondos europeos y la creación de la Universidad son los tres vértices que dibujan el triángulo de más proyección de futuro vivido por Almería en todo el siglo. Conviene detenerse en esta realidad, sobre todo ahora que el viejo adanismo político se reviste del pontifical trucado de la nueva política. 



Desde la recuperación de la democracia, Almería, como el resto del país, ha recorrido el periodo más fructífero en términos de prosperidad compartida. Nunca antes tantos avanzaron tanto en territorios, para la provincia, tan hostiles como la economía, las comunicaciones o el conocimiento.



La magia de las cifras económicas o la espectacularidad estética y funcional de las autovías tienden a oscurecer algunas realidades que, por su cadencia natural, se sitúan extramuros de la espectacularidad de los datos de producción o exportación o de la modernidad de las nuevas vías de comunicación. Con la creación de la UAL tal vez hayamos asistido a esta realidad irrazonablemente relegada a una valoración inferior a la que le corresponde. Siempre ha pasado así con el saber y el conocimiento. Un error de apreciación del que es preciso alejarse cuanto antes.



Porque la UAL, aquella universidad en la que muy pocos creían es hoy una estructura de la investigación y el conocimiento que en veinticinco años, solo en veinticinco años, no solo se ha consolidado, sino que se ha alcanzado en algunas áreas académicas una posición de excelencia contrastada. 



Si, como canta el tango, veinte años no son nada, en la vida de una universidad veinticinco son poco más que un suspiro; sobre todo cuando miramos con admiración a otras con siglos en sus aulas. 



Veinticinco años. Han bastado veinticinco años para que aquella idea defendida por el consejero Antonio Pascual y aprobada, con más discrepancia de la que entonces se supo, por el gobierno andaluz, sea hoy una realidad sin vuelta atrás, pero, sobre todo, con un espléndido futuro por delante.



Por el extraordinario campus de La Cañada han pasado ya miles de estudiantes almerienses que en sus aularios han alcanzado el conocimiento que les habilita y les faculta, no solo para su satisfacción y beneficio personal, sino para, además, compartirlo con la sociedad. Allí han cultivado el aprendizaje que les habilita para ejercer una profesión y la dota de los conocimientos que enriquecen, mejorándola, la sociedad.



Aquella aspiración cercana a la quimera de un grupo de profesores- Pedro Molina, Pepe Guerrero, Manolo de la Fuente, Antonio Sánchez Cañadas, Diego López Alonso, Pedro Tirado- con los que, a los pocos meses de ser nombrado director de este periódico, compartí en el viejo Club de Mar la utopía de que Almería contara con una Universidad es ya tan real que se antoja antigua; que no vieja.


Pero, aunque es mucho el camino recorrido, lo transitado hasta ahora es poco, muy poco con el trayecto que queda por andar. Un trayecto que, como en el saber o la investigación, no tendrá nunca un punto de llegada. Es una travesía interminable, un viaje a la Itaca del conocimiento a la que nunca podrá llegarse el conocimiento es un caudal interminable: esa es su esencia-, pero en el que hay que aprestarse a enriquecerlo en la ruta de cada día por todos los que, de una u otra forma, navegan en la nave y con el mismo rumbo.


Cuando la lejanía del tiempo facilite una visión mas certera de la importancia trascendental de aquella decisión tomada hace ahora 25 años nos daremos cuenta de la formidable importancia que aquel vértice que dibujó el futuro en los años 90 tuvo, tiene y va a tener en el futuro de una provincia que se resistió a continuar condenada al desierto académico, a la emigración intelectual y al olvido. 


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