¿Y si hubiera pinturas rupestres en el Cabo de Gata…?

Tercera ruta con la Policía Autonómica por algunos yacimientos arqueológicos en la costa

Lola González
20:30 • 11 mar. 2023

José Freniche, subinspector de la Unidad de Policía Nacional Adscrita a la Junta de Andalucía, y Emilio González, agente de la misma, son personas de palabra. Eso pensé cuando cumpliendo con la promesa realizada unos días antes me citaron para la segunda jornada recorriendo yacimientos junto a ellos y de la que sale este tercer reportaje con la ‘policía del patrimonio’. 



Puntuales, como siempre, salimos de las instalaciones que la unidad tiene en Canónigo Molina Alonso. “Lola, y si te digo que hay pinturas rupestres en Cabo de Gata, en pleno parque natural”, me dice Freniche apenas subimos al coche. Mi cara entre duda y sorpresa le debió hacer gracia, expresiva soy un rato largo, y me dijo: “las vas a ver”.



Con ese objetivo en el horizonte, comenzamos camino para recorrer algunas de las joyas arqueológicas que el parque natural esconde. Llegamos al primer destino. Este espacio aún no estaba incluido dentro del catálogo y a los agentes les toca tomar imágenes e información para incoar el expediente correspondiente. “Estamos ante un complejo romano”, me explica Emilio González mientras llegamos junto a una especie de pequeño saliente en el suelo. “Aquí puedes ver  mortero romano. Es mortero hidráulico en el que se ve claramente los fragmentos cerámicos más la cal. Además, se observa el muro que sube y una esquina. Esto parece una pileta hidráulica, eso sí, si no se excava es imposible saber para qué se utilizaba”. Y es que siempre insiste el agente autonómico en que es fundamental que sean los arqueólogos los que ratifiquen los hallazgos y los que realicen las excavaciones pertinentes.



Ciertamente en la zona se pueden ver muchos tramos de este mortero. En esa labor de observación van apareciendo restos cerámicos. Llaman poderosamente la atención los que encuentra el subinspector Freniche ya que se trata de fragmentos de vajillas decoradas. Las hay con líneas, con relieves de flores y aparece incluso parte de una tapadera. “Este tipo de cerámica no las tenían todos los romanos”, explicaba González. Y es que a diferencia de la villa que visitamos hace unas semanas que se dedicaba a la agricultura y ganadería, aquí parece que es el comercio por mar lo que predominaba y que la economía florecía.



Seguimos camino en el entorno comprobando que en los muros cercanos se han reutilizado piedras de este complejo, se puede ver muy fácilmente el mortero romano aún pegado a ellas, y llegamos hasta lo que parece ser “una balsa romana” con partes muy bien conservadas ya que ha sido reutilizada con el tiempo. De hecho, hay muros que soportan una valla para los que se aprovechó parte de la construcción anterior, el suelo de mortero se sigue manteniendo y hasta las esquinas tienen la composición típica de la época. “Este espacio se podría hasta recuperar porque hay un porcentaje de muro importante y el suelo se mantiene”, afirma Emilio González.



Con toda la documentación gráfica recogida, volvemos al coche a seguir camino. Hace un día soleado y se agradece estar cerquita del mar. Paramos en una de las calas y me señalan la parte más alta de un montículo. “Allí hay, y sí que lo tenemos catalogado, restos argáricos”, dijo Freniche. No ando yo en buena forma y no voy a negar que algo costó llegar pero bien valió la pena no solo lo encontrado sino también las vistas desde allí.



Subida



Al llegar vimos un fragmento de cerámica del que me explica Emilio que “tiene un bruñido, un alisamiento, que es característico de la época argárica”. Cerquita hay una moleta o piedra que usaban para moler el grano y aparecen algunas rocas que podrían ser también parte de pequeños molinos. Nos acercamos a lo más alto y cercano al mar. “Estamos en la atalaya. Establecen un sistema defensivo por rampas y ahí (señala a los restos de una construcción rectangular que se observa desde lo alto) había una torre que el interior ha crecido la cubierta vegetal y lo que se ve son los muros laterales”.


Con más miedo que vergüenza (que también) les sigo en la bajada hacia el coche y retomamos camino. “Vamos a ver las pinturas”, me dice Freniche. Llegamos a un recodo en pleno Parque Natural de Cabo de Gata donde transcurre toda la ruta, y comenzamos a caminar buscando el abrigo en el que están estas pinturas.


Disfrutando del camino, no en vano ya hay flores anunciando la primavera, llegamos al lugar en cuestión. Sorprende la conservación de estas pinturas realizadas en tonos rojizos. Tienen un estado envidiable a pesar de estar al aire libre y no en una cueva, aunque bien es cierto que el abrigo se encuentra en un lugar protegido de los vientos y de las lluvias. 


“Son varias las pinturas” me explica Freniche que comienza a señalarlas “aquí hay una especie de bovino, aquí un cérvido, en esta otra parece que hay guerreros o cazadores con lanza, otro con un arco”. Estas pinturas han generado a su alrededor todo un análisis sobre si son prehistóricas o no. Hay especialistas que dicen claramente que sí, que por el estilo, ubicación, representación, sí que lo son, mientras otros muestran sus dudas. Esto, como siempre, se soluciona con una investigación profunda de los que saben. Ahora, existir las pinturas existen, toca estudiarlas a quien corresponda.


Tengo la suerte de volver a Almería disfrutando de la costa. De estas dos rutas con los ‘policías del patrimonio’ me llevo mucha más curiosidad (si es que tenía poca) con respecto a todas las joyas de la historia que tiene nuestra provincia aún oculta y cuya investigación nos ayudaría muchísimo a saber mucho más de dónde venimos. He conocido lugares a los que nunca habría ido sola. Y sobre todo, he aprendido la importancia del trabajo que realizan en materia de conservación del patrimonio los agentes de la Policía Autonómica. Y es que, aunque son pocos y tienen muchos cometidos, su compromiso ayuda a que no se destruya parte de nuestra historia.


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