El Lugarico: Le debo 2,25 euros a Movistar

No me he atrevido a molestar al señor Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica

Fragmento de la factura.
Fragmento de la factura.
Francisco Giménez-Alemán
19:12 • 28 ene. 2023 / actualizado a las 20:30 • 28 ene. 2023

Por LA VOZ DE ALMERÍA me enteré de que el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, es oriundo de nuestra ciudad, nieto del general de sanidad militar Cristóbal López Rodríguez, eminente cardiólogo con consulta durante muchos años en la plaza Careaga. Nacido en Alhama (entonces apellidada la seca) en 1899, tuvo enorme prestigio como médico en Almería hasta su muerte en 1973. Su hija Paquita, fallecida el pasado mes de noviembre, fue la madre del hoy presidente de una de las más importantes compañías telefónicas del mundo, a quien con todo respeto me dirijo en su condición de almeriense, veraneante en el Zapillo, y por tanto ilustre paisano nuestro.



No me he atrevido a molestar al señor Álvarez-Pallete para afearle a Telefónica la minucia que paso a relatar. Y es que hace algunos meses me di de baja en Movistar debido a la cuantiosa factura que soportaba por sus servicios y la tomadura de pelo reiterada cada vez que me quejaba a su 1004 y recibía promesas nunca cumplidas de rebajas en el leonino Contrato Fusión que un lejano día suscribí para mi desdicha. Me aboné a otra operadora y al parecer Movistar no debió dar parte de mi baja al departamento de facturación que emitió semanas después un recibo de –léase bien- 2,25 euros, repito dos con veinticinco euros. Para incrédulos, acompaño fotocopia en esta misma página.



Semejante cantidad, ¡que podría haber hecho temblar la cotización bursátil de Telefónica!, no fue atendida por mi Banco de acuerdo con la orden que le había dado cuando causé baja. Pero no para ahí la cosa. Desde entonces, a cualquier hora del día, incluido en el sacrosanto ratito de la cabezadita después de comer, desde una call center me llaman de forma apremiante conminándome a cancelar la deuda en evitación de males mayores. Y hoy recibo por correo postal la notificación que reproduzco porque estoy seguro de que mis lectores no darán crédito a esta historia; una historia para no dormir. Las llamadas suelen ser a primera hora de la mañana, dos o tres veces seguidas, y en el rato de la tan española siestecita. Este último parece ser el preferido por los aviesos operadores de la call center, porque no suelen fallar ningún día, lo que me ha invitado a ponerlo en modo silencio para que sepan con quien se están jugando los cuartos…, 2,25 euros, gasto que seguramente ha multiplicado Movistar en llamadas y en franqueo postal.



Y palabrita del niñojesús: no pienso cancelar esa supuesta deuda porque ardo en deseos de comprobar hasta dónde es capaz de llegar Telefónica en el maltrato a quien en ejercicio de un derecho decidió prescindir de sus servicios, comunicándolo en tiempo y forma, y está dispuesto a esperar a que un juez le convoque después de que los servicios jurídicos de tan poderosa sociedad hubiesen decidido denunciar a quien llevaba abonado a sus líneas desde hace más de medio siglo. Y todavía conserva algunas de aquellas matildes de 1967.



Este endiablado mecanismo está arruinando el crédito de las call center en España. Según parece, los empleados están obligados a llamar al listado que se les ordena para la jornada laboral a cada uno de los puestos de trabajo. Mal pagados y tantas veces sin saber cuál es la reclamación que tienen que hacer, el variable de su retribución depende del número de contactos atendidos que consigan. Todo parece indicar que la persistencia en llamar cientos de veces al mismo número se debe a esta cuestión tan elemental que convierte a los trabajadores de la call center en meros bucles humanos hasta lograr que los nombres del listado vayan descolgando el teléfono. Vamos, como el suplicio tántalo…



Un servicio telefónico como este de las centralitas de atención y marketing, operado en otro tiempo con mesura y con resultados positivos, se ha convertido en un machaque intolerable ante el que no vale el silencioso clamor de la ciudadanía que no tiene a quien recurrir ante el abuso de las call center y de quienes las contratan, en flagrante vulneración de la ley de protección de datos y del derecho a la intimidad de los ciudadanos. Da igual que usted les pida que no le llamen más y que exija que supriman su número de próximas llamadas. Da igual. La infernal mecánica reiterativa, cansina, jartible, sigue su implacable proceso secuencial a horas en las que estás en duermevela, en la siesta, en la sala de cine o diciéndole monerías a tu pareja. Semejante tostón que no tenemos forma de evitar terminará por desacreditar a estas operadoras como la que desde hace tiempo, impepinablemente, intenta que cojamos el móvil para amenazarnos con las llamas del averno por la insoportable cantidad que Movistar nos dice que le adeudamos. Pues cantemos con Joan Baez: no nos moverán. 





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