El parque etéreo de San Juan Bosco

Se expropiaron casas para construir un parque frente a la Escuela de Formación

La calle de San Juan Bosco en los años 80, cuando en ella latía con fuerza el corazón joven de la Escuela de Formación.
La calle de San Juan Bosco en los años 80, cuando en ella latía con fuerza el corazón joven de la Escuela de Formación.
Eduardo de Vicente
20:30 • 20 oct. 2022

Si usted cruza la Rambla y llega al lugar que separa a la calle de San Juan Bosco de la del Doctor Carracido, se encontrará con un simulacro de jardín, con cuatro árboles mal puestos aparentando un espacio verde que nunca ha llegado a existir. Fue un remiendo, un invento para salir del paso, un poco de maquillaje para ocultar la realidad de un proyecto que no se llegó a ejecutar.



Cuando a finales de los años sesenta toda aquella manzana se convirtió en un escenario goloso para los constructores, la vieja Carrera del Perú y el Polígono Azcona empezaron a llenarse de  grandes bloques de edificios, cada uno de su padre y de su madre, sin el más mínimo decoro estético y sin ninguna visión de futuro. Se construía sin ton ni son. Bastaba con tener un amigo bien colocado en el Ayuntamiento para conseguir la licencia y el resultado no pudo ser más caótico. La actual calle de San Juan Bosco y sus alrededores forman uno de los barrios más incoherentes de la ciudad, lo que ya es difícil. 



En aquellos años de fiebre constructora, se intentó corregir el entuerto de tanto piso y tanto gigante de hormigón con un proyecto que trataba de humanizar aquella manzana. Se planeó una zona verde, un parque, en la confluencia de la calle de San Juan Bosco con la del doctor Carracido. Se llegaron a ejecutar varias expropiaciones para llevarla a efecto, pero una parte del terreno que estaba programada para el parque fue vendida a un constructor ambicioso para que levantara otro edificio, por lo que la ansiada y necesaria zona verde se quedó reducida a un minúsculo jardín que sigue ocupando aquel chaflán en la confluencia de las dos avenidas. 



El caso de aquel parque etéreo frente a la fachada de la Escuela de Formación fue uno de los últimos capítulos en los desatinos de un barrio malogrado. Disponía de espacios abiertos, de metros suficientes para haber levantado una ciudad moderna y acogedora a la vez, pero los intereses económicos y la ineptitud de la política de la época en temas de urbanismo, lo condenaron para siempre.



La historia de la moderna calle de san Juan Bosco había empezado a escribirse poco después de terminar la guerra civil, cuando en 1942 se tendió una pasarela sobre el cauce de la Rambla para unir la calle Alcalde Muñoz con el comienzo de la Carrera del Perú. Fue el primer gran paso para iniciar la urbanización de aquel paraje de la vega entre la ciudad y el entonces Camino de Ronda. El despegue definitivo de la Carrera del Perú para convertirse en una calle más del centro de Almería empezó a gestarse, unos años después, en el verano de 1948, cuando las autoridades firmaron la escritura de compra de tres mil metros cuadrados de terreno, en el primer tramo de la avenida, para establecer en ellos la Escuela de Formación Profesional. 



La noticia fue recibida con euforia en la sociedad almeriense, que por fin iba a contar con un centro especializado para jóvenes que buscaban la especialización en un oficio, y también por los vecinos de aquella amplia manzana al otro lado de la Rambla, que se iban a beneficiar de esa inyección de vida que suponía la construcción de una escuela llamada a recibir en sus aulas a casi un millar de alumnos.



Las obras comenzaron en 1949 y el nuevo centro empezó a funcionar en el curso 1951-1952. La bendición y la inauguración oficial se dejó para el domingo once de mayo de 1952, cuando todas las autoridades de la ciudad, encabezadas por el delegado nacional de Sindicatos, José Solís Ruiz, hicieron del acto una exaltación al régimen y a los “desvelos de Falange para que la juventud almeriense deje de ser mano de obra sin cualificar”. 



Alrededor del centro escolar se fue forjando la calle y también el barrio, desde las casas llamadas de los Pintores, en el límite con el Barrio Alto. En los años sesenta, cuando la ciudad necesitaba esos terrenos al otro lado de la Rambla para poder crecer, se abrió la veda constructora y se permitió que aquel territorio de huertos y cortijos se convirtiera en un enjambre deshumanizado.


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