¿Conocen y se creen los almerienses cómo ven Almería desde Europa?

Los almerienses nunca (o casi nunca) hemos mirado el territorio que compartimos con orgullo

Pedro Manuel de La Cruz
22:12 • 08 oct. 2022 / actualizado a las 22:14 • 08 oct. 2022

Tiene constatada la sociología doméstica que si escuchas la conversación entre un sevillano, un malagueño y un almeriense, quien hable bien de Sevilla, es sevillano; quien hable mal de Sevilla, es malagueño; y, quien hable mal de Almería, es almeriense.  No creo que el inventor del relato vaya muy extraviado. 



Los almerienses nunca (o casi nunca) hemos mirado el territorio que compartimos con orgullo de pertenencia y, cuando lo hemos hecho, ha sido transitando apresuradamente de la exageración eufórica- ´Almería madre de la vida padre´, recuerden- al apocalipsis derrotista- ´somos el culo del mundo´-, dos percepciones inequívocamente desmesuradas. 



Pero, aunque no hay mal que cien años dure (aunque sí provincia que lo soporte: ahí está el ejemplo del aislamiento ferroviario), estos días en Fruit Attraction he escuchado con satisfacción y de varios líderes del sector agroalimentario de El Ejido, Níjar, Almería y Pulpí que nuestra provincia se ha convertido en el territorio productivo que más garantía ofrece a las grandes comercializadoras hortofrutícolas europeas.  



Aquella Almería que cada día miraba al cielo para saber si tenía que sacar un santo por la mañana para que lloviera y volverlo a sacar por la tarde para que dejara de llover, aquella tierra de sol y rastrojeras en la que la cosecha dependía del azar climatológico es, ahora, la despensa hortofrutícola del continente.  



¡Quién se lo iba a decir al poeta Álvarez de Sotomayor cuando hace cien años escribió La Seca y abriéndose el alma ante aquel desierto de miseria y tristeza, de resignación y desesperanza, miraba desolado a su huerto y escribía: 



¡Que más que en los hondos ni la grama brota! 






Sin pial siquiera van los gorriones, 


Esesperaícos, faltos de comía, 


En bandas pa´l pueblo, como exhalaciones 


Y al irse nus dejan el alma encojía 


Y se ponen tristes nuestros corazones. 


 los soles y el viento m´han desquebrajao 


astiles y trillos.To lo que es maera 


crujen los postigos; s´agrieta el arao 


 y zurren a cañas d´una rastrojera 


los palos de olivo del viejo chambao 


Esa era la Almería de los últimos mil años.  


Los que jugamos en la geografía grisácea de los sesenta conocimos bien aquellos campos azotaos del sol y del viento, que describía el poeta de Cuevas del Almanzora. 


Ahora la historia ha cambiado y el trabajo sin límites y la inteligencia en movimiento - ¿qué, si no, es la innovación? – hace que desde Berlín, Bruselas o París consideren al sector agroalimentario almeriense como la industria agraria que más garantías de producción, suministro y calidad ofrece de todo el continente. 


Los almerienses hemos tenido históricamente en la resignación y el cilicio nuestros peores enemigos, más, quizá, que la condena bíblica de la sequía que, volvemos a Sotomayor, hacía de los campos una calavera y de nuestros cauces una sepultura.  Hace años que abandonamos esa mística tan improductiva y hoy somos un claro objeto de deseo para las empresas que llenan los mercados europeos más exigentes. 


En todo proceso de cambio (quizá sería más acertado decir ‘revolución’: qué otra cosa es convertir más de treinta mil hectáreas de desierto en una industria verde) las luces y las sombras son dos compañeras inevitables. Por eso, aunque es mucho lo avanzado es, también, mucho lo que queda por hacer. La historia es un proceso en continuo movimiento y a abordar los retos pendientes deben aprestarse quienes capitanean una estructura tan compleja y donde confluyen tantos intereses y tantas circunstancias tantas veces inmersas en inevitables conflictos de intereses.  


Pero llegado a este punto- ser la despensa agroalimentaria más sólida de Europa- Lo que no tengo claro es si los almerienses hemos abandonado aquella percepción melancólica y pesimista y recorremos, convencidos por la razón y orgullosos desde la emoción, los caminos que han llevado a la provincia a ser una geografía destacada en los más importantes parámetros socioeconómicos de Andalucía. Si, por decirlo de otra forma, los almerienses sentimos la pertenencia y la identidad con esta provincia desde la confianza en el futuro o desde el derrotismo del pasado. 


Destacaba Unamuno que la gestión y la pedagogía eran dos railes imprescindibles en la vida. La agroindustria almeriense ha demostrado su innegable capacidad de gestión convirtiendo el mayor desierto de la Europa comunitaria en un vergel. Lo que no sé es si, quien tiene que hacerlo, ha hecho pedagogía suficiente de esta realidad. Creo que no y ya va siendo hora de que se haga.  


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