Apartamentos turísticos: la vida hueca

En la Almedina están proliferando las casas que funcionan como pisos turísticos

Eduardo de Vicente
23:54 • 25 sept. 2022

La próxima rehabilitación del antiguo edificio del granero, que ocupa la plaza del mismo nombre y la calle de José Ángel Valente, es sin duda una gran noticia para la ciudad después de más de una década abandonado. Se trata de una de las casas más antiguas que quedan en pie en Almería, por lo que su puesta en valor contribuirá al embellecimiento del barrio y a su crecimiento patrimonial.



Sin embargo, detrás de la buena noticia aparece otra que no lo es tanto. La casa del granero va a ser destinada a uso turístico, por lo que al casco histórico se le escapa otra oportunidad de evitar el fenómeno de despoblación vecinal y de pérdida de tejido comercial que vienen sufriendo barrios como los de la Almedina y la zona de la calle de la Reina.



Mientras en ciudades como Cádiz están elaborando un plan a marchas forzadas para poner coto a los pisos turísticos que en los últimos años han dejado una profunda herida en su casco histórico, en Almería se ha desatado la fiebre por este tipo de negocios que sirven para recuperar viviendas vacías, pero que no contribuyen a recuperar la vida auténtica, la que se va tejiendo a diario con los vecinos, con las familias que compran en las tiendas cercanas, llevan sus hijos al colegio más próximo y se toman la cerveza en los bares del barrio.



Los apartamentos turísticos son un buen negocio y llenan de vida las casas, pero en la mayoría de los casos se trata de una vida hueca que no deja huella en el barrio. Sus inquilinos van de paso, tres o cuatro días en los que pisan la vivienda solo para dormir: se levantan, se montan en el coche y si es verano se pasan el día completo en la playa sin que el comercio próximo note su presencia. El turista viene de visita, no se implica en los problemas del barrio, no participa de sus gestiones ni protesta cuando no pasa el barrendero o hay un bache en el pavimiento.



Ya lo hemos podido comprobar en los últimos años con el turismo que está viniendo a las casas que se han destinado a este tipo de clientela en el barrio de la Almedina. Los negocios del barrio y los propios vecinos apenas tienen noticias de estos visitantes de aluvión.



También hemos conocido este verano que el solar que lleva una eternidad abandonado en la Plaza de Marín, frente al edificio municipal de Urbanismo, tiene sus días contados y que por fin se va a recuperar con viviendas. La mala noticia, otra vez, es que  los doce apartamentos que se van a levantar en pleno casco histórico van a ir destinados también a turistas. 



Nadie duda que el turismo es necesario, que nos deja riqueza, que los recibimos con los brazos abiertos, pero abrir la veda descontrolada a este tipo de alojamientos puede tener graves consecuencias en un futuro como ahora se está viendo en ciudades cercanas a la nuestra donde sus cascos históricos se han ido transformando en barrios turísticos que han desplazado a la vida vecinal.



Zonas como la manzana de la Catedral, la calle Arráez, la Almedina o la calle de la Reina, se han ido quedando sin comercios en los últimos años porque falta esa vida vecinal que los sustente. Los casos de la calle de la Almedina y la calle de Reina son de los más sangrantes, por no tener ya no tienen ni bares.

En la calle de la Reina, desde la esquina de la calle Bailén hasta la subida por la cuesta de Almanzor ya no queda otro comercio abierto que la peluquería de Bisbal. El cierre del bar Violeta ha dejado un poco más oscura la calle. Este declive ha tenido mucho que ver con el ocaso de la calle de la Almedina, que era el centro del barrio y hoy parece un páramo. 


Dejando atrás el local del peluquero,  ya no queda un comercio en pie y son pocas las viviendas con señales de vida. El edificio del archivo municipal se queda vacío por las tardes y enfrente aparecen dos viviendas antiguas que llevaban muchos años cerradas. En la esquina de la calle de la Reina con la cuesta de Almanzor, aparece una hermosa vivienda que fue rehabilitada hace doce años para convertirla en un edificio de loft con encanto. Poco después estalló la crisis económica y las viviendas se fueron quedando vacías, provocando que en los últimos años se hayan instalado en ellas los temidos okupas, que las han hecho suyas.



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