Las tiendas de colonias en la posguerra

Teníamos dos destilerías: Nike y Briséis

En el número 1 de la calle de Granada estaba la droguería de la India, que acabó siendo la de Soriano en 1955.
En el número 1 de la calle de Granada estaba la droguería de la India, que acabó siendo la de Soriano en 1955. La Voz
Eduardo de Vicente
20:30 • 06 sept. 2022

Había perfumerías oficiales, que estaban especializadas en colonias y en productos de belleza, pero en aquellos años de la posguerra se podía comprar un bote de colonia en una droguería, en una mercería, en cualquier bazar de barrio y hasta en el mercado negro que se organizaba alrededor del patio de la Posada de la Mar.



Comenzamos la década de los cuarenta con dos destilerías en funcionamiento: Nike y Briséis, que abastecían a la ciudad y a toda la provincia en tiempos de autarquía. Nike hacía buenos negocios con su colonia Añeja, que era todo un lujo para la época teniendo en cuenta que un litro costaba doce pesetas, mientras que Briséis tenía por bandera el perfume Darío y el agua de colonia Pradera, que eran sus dos productos estrella. 



Acabábamos de atravesar el desierto de una guerra y aunque las colonias no eran productos de primera necesidad, existía un comercio activo alrededor de esta gama de artículos. En el Paseo, allá por los años cuarenta, estaban los negocios de mayor solera. La perfumería Imperio, Abolengo, Toledo y Florida eran auténticos templos para los clientes que buscaban el placer de los sentidos que proporcionaba la buena cosmética.



En la entonces Plaza de Alejandro Salazar, hoy dedicada a Manuel Pérez, destacaban las perfumerías de Casa Caparrós y la del Rinconcillo. En la calle de las Tiendas estaba Danubio, sin duda, una de las perfumerías que más huella dejó en la generación de jóvenes de la guerra civil, ya que en su establecimiento de la calle de las Tiendas  se despachaban los preservativos en aquellos días en los que ni el miedo a las bombas ni la incertidumbre por el futuro podían apagar el impulso de los instintos. En la calle Leal de Ibarra estaba la perfumería Costa Azul y en la misma Puerta de Purchena la casa Venus. Cuando a finales de los años cuarenta empezaron a llegar a Almería las medias de nailon, la perfumería La Venus fue de las primeras que las puso de moda en la ciudad, aunque batallaba con la dura competencia que entonces suponía el estraperlo de la Posada del Mar, donde los expertos en el mercado negro las traían en el barco de Melilla a precios más baratos.Las medias de nailon fueron una pequeña revolución por su comodidad, por su mayor durabilidad con respecto a las de seda y por su transparencia, característica que le valió el apodo de ‘medias de cristal’.



Las colonias y los artículos de belleza formaban parte también de las estanterías de las droguerías. En aquellos años de posguerra todavía sonaba con fuerza el negocio de Eugenio de Bustos, en la calle de Granada y la droguería La Puerta del Sol, que estuvo abierta hasta hace una década en la calle de Lachambre.



En el número uno de la calle de Granada funcionaba la droguería de la India, que en los años cincuenta pasó a ser la de Soriano. La droguería estaba situada al comienzo de la calle de Granada, con vistas a la Plaza de San Sebastián. En los años veinte ya existía el negocio y se anunciaba al público como la  que más barato vendía. En aquella época se decía que la calle de Granada era la más larga del mundo porque iba de la India a la Gloria, en alusión al célebre bar que cerraba la calle junto al badén de la Rambla.



En 1955 el empresario Andrés Soriano Clarés se quedó con el establecimiento. Al pasar la Puerta de Purchena ya se veían los sacos repletos de género que colocaba en las puertas, y se podía adivinar la presencia de la droguería sólo por el olor que se fugaba por toda la calle.



También vendía colonias el establecimiento de Rosaflor, en la calle de las Tiendas, los almacenes de los Madrileños, en el Paseo, la mercería de Fernando Mena, en la calle de Castelar, y la de Hermes, en las calle de las Tiendas. En esta misma calle destacaba un gran bazar donde no faltaban nunca las mejores colonias del momento ni el perfume de moda. Era la casa de la familia Segura, liderada en aquellos tiempos por doña Andrea Guijarro. Unos años después los hermanos emprendieron la aventura cada uno por su cuenta con nuevos negocios.



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