La feria y su triste exilio a la Térmica

En 1975 la Junta de Obras del Puerto se negó a ceder sus terrenos

La explanada frente a la antigua Central Térmica.
La explanada frente a la antigua Central Térmica. La Voz
Eduardo de Vicente
20:30 • 15 ago. 2022

Cada verano se repetía el mismo problema cuando se acercaba la feria. Había que ir buscándole un escenario alternativo porque cada año se hacía más complicado montarla en el centro de la ciudad, cortar el tráfico de la Carretera Nacional 340 a su paso por el Parque y que la Junta de Obras del Puerto cediera una parte de sus terrenos y que se sumara a la fiesta.



Cada verano se hablaba de otros lugares, de ese proyecto de 1964, que se había ido quedando viejo en algún cajón municipal, donde se contemplaba la reforma de la Rambla para incorporarla a la ciudad como un gran recinto lúdico donde en agosto se pudiera instalar todo el entramado de la feria sin causar grandes molestias. 



En el verano de 1975 la situación se hizo insoportable debido a la negativa tajante por parte de los responsables del puerto de ceder sus terrenos en la zona de muelles, donde habitualmente se colocaba una parte de la tramoya de la feria. 



Sin tiempo para buscar grandes soluciones, se pensó que ese año el Real de la Feria se pudiera instalar de manera provisional en el cauce de la Rambla, una opción que se desestimó inmediatamente ya que la experiencia decía que aquel era un terreno peligroso, expuesto a que una tormenta pudiera causar estragos y llevarse por delante la fiesta. Unos años antes las aguas torrenciales arrasaron con un teatro portátil en el badén del Barrio Alto.



Otra alternativa, una vez desestimada la de la Rambla, fue la de llevarse la feria lejos del centro de la ciudad, concretamente a una zona en expansión que estaba comenzando a ser urbanizada, la Avenida de Carrero Blanco, en los terrenos que la vega había dejado libres cerca de donde estaba levantándose el Pabellón Municipal de Deportes. La propuesta se debatió en el despacho de Festejos, pero tuvo escaso recorrido, al estimarse que se trataba de una zona alejada que no contaba con iluminación. 



La feria del Paseo, del Parque y del puerto tenía los días contados. La última que se había celebrado allí, la de 1974, estuvo rodeada de polémica por la insalubridad de algunos rincones, especialmente el tramo del puente de las Almadrabillas, bajo el que habitaban en condiciones infrahumanas varias familias sin techo, muy cerca de donde había estado ubicada la zona de bares del ferial.



Hubo que buscar una solución rápida para salir del paso. No era fácil. Dejar el centro significaba quitarle a la feria ese sello tan personal que tenía, ese alma de feria cercana a la que nos sentíamos ligados. Los almerienses teníamos la sensación de que la feria nos pertenecía como si fuera una herencia. Bajábamos a la feria con la sensación del que sale a tomar el fresco a la puerta de su casa. Estaba todo tan cerca que vivíamos la feria como si la tuviéramos instalada en nuestro patio. Podíamos dar una vuelta por el Real, volver a nuestras casas a cenar y regresar a la fiesta inmediatamente para seguir la juerga.



El exilio, tal y como se esperaba, resultó traumático, no solo por lo que significó romper con la tradición, sino por el escenario escogido, los solares entre la Central Térmica del Zapillo y la playa. Pasamos de una feria familiar y acogedora a una feria desangelada en la que habíamos perdido todas las referencias: el Paseo, la Puerta de Purchena, el Parque. 


Para el nuevo recinto se aprovecharon los descampados de la vega y de forma desordenada se fueron instalando las atracciones. En aquella feria de 1975 la Caseta Popular, que entonces era la estrella de la feria, se montó en el Paseo Marítimo que estaba todavía en ciernes y se trajeron grandes actuaciones como la de Julio Iglesias, Mocedades, Rumba 3 y el recordado Georgie Dann, que venía a ser como la Rosalía de ahora, es decir, ni cantaba, ni hacía música ni se le entendían las letras, pero era una estrella.


A la feria de la Térmica fuimos una vez y la mayoría no repetimos. Ni el aliciente de ver el Circo Ruso sobre Hielo, que fue la gran atracción, nos convenció para volver por aquellos parajes tan alejados de nuestra feria de toda la vida.


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