El cura que recorrió 44 pueblos

El padre Juan Lorenzo hizo una gira con la Virgen andando, recorriendo más de mil kilómetros

A la cabeza de la expedición iba el consiliario del Secretariado Diocesano de Peregrinaciones Juan Lorenzo González Gómez.
A la cabeza de la expedición iba el consiliario del Secretariado Diocesano de Peregrinaciones Juan Lorenzo González Gómez.
Eduardo de Vicente
20:59 • 13 abr. 2022

El padre Juan Lorenzo revolucionó Almería con sus caminatas en plena posguerra. Tenía una misión: sacar la fe de los templos y mezclarla con los fieles hasta llegar a los rincones más escondidos del mapa. No era suficiente con la misa de los domingos a la que se acudía con desgana y por obligación. Había que implicar a todos los pueblos dándole un aire festivo y extraordinario. 



Juan Lorenzo González Gómez había llegado a Almería en 1946, procedente de Salamanca, para ocupar el cargo de beneficiado maestro de capilla de la Catedral. Un año después, en 1947, fue nombrado consiliario del Secretariado Diocesano de Peregrinaciones, cargo que le sirvió para organizar la gira más importante de una imagen que se recuerda en la provincia de Almería, que llevó a la humilde figura de la Virgen de Fátima por cuarenta y cuatro pueblos de nuestro territorio.



Las autoridades eclesiásticas contaban que la última aparición de la Virgen de Fátima sucedió el 13 de octubre de 1917, cuando la vieron unos humildes pastorcillos que cuidaban del ganado en una llanura. Veintinueve años después del milagro,  para festejar el suceso, la Iglesia organizó en Almería un triduo en la que la imagen de la Virgen quedó expuesta al público en la iglesia de la Patrona. 



Era el otoño de 1946 y todo el engranaje de la maquinaria religiosa se había puesto en funcionamiento con el fin de que en los fieles almerienses se despertara el impulso de la caridad y que no tuvieran tantas dudas a la hora de ayudar con limosnas “a los pobres y necesitados de los barrios y las cuevas de Almería”. Eran los tiempos en los que la ciudad destacaba del resto por la pobreza extrema en la que vivían miles de vecinos que todavía tenían que habitar hacinados en cuevas y chabolas.  Eran tiempos de gran mendicidad, cuando se perseguía a los pedigüeños que se dejaban ver por la puerta de los bares del Paseo y se alentaba a las familias “de bien” a que a través de sus parroquias contribuyeran con limosnas para que fueran los sacerdotes y las personas ligadas a las comisiones  diocesanas las que le llevaran las ayudas hasta las mismas puertas de las casas de los necesitados.



El gran acontecimiento llegó en julio de 1948, cuando  se organizó una peregrinación diocesana de la Virgen de Fátima por la provincia de Almería. No se trataba de una procesión más, sino de una auténtica ‘vuelta religiosa a la provincia’ encabezada por el canónigo de la Catedral, don Juan Lorenzo González Gómez, que finalmente recorrió mil cuatrocientos kilómetros en diecisiete días. Allá por donde pasaba la imagen los vecinos en masa se echaban a las calles. En Hijate la recibió todo el pueblo, que salió a su encuentro portando a su patrón, San Antonio. En Serón cerraron todos los comercios y durante media hora estuvieron sonando las campanas mientras que los vecinos esperaban a la Virgen de Fátima en presencia de su Virgen de los Remedios. 



Día y noche las imagen peregrina quedaba expuesta a los fieles y eran cientos los cristianos que se quedaban hasta el alba para velarla. Cuando la Virgen recorrió la provincia llegó el momento de entrar triunfante en la capital. En los primeros días del mes de agosto de 1948 la ciudad se engalanó para el acontecimiento. Llegaron devotos de los pueblos cercanos de la Sierra de Gádor y del Andarax y fueron tantos los enfermos y tullidos que se vieron en las calles aquellos días que las autoridades religiosas tuvieron que hacer una aclaración pública, diciendo que “la misión de la Virgen no es curar enfermos. Por eso, entre millares y millares de personas que padecen enfermedad, sólo sanarán dos o tres, si acaso”, explicaba el comunicado de la Iglesia.



La Virgen de Fátima vino en coche desde Huércal y al llegar a la altura de la Carretera de Granada fue portada a hombros por los fieles. En la entrada a la calle de Murcia por el badén de la Rambla se levantó un arco del triunfo y a lo largo del recorrido los balcones y los terrados se engalanaron con colchas y flores. En la iglesia de la Catedral se celebraron varios rosarios de la aurora y durante aquellos días la imagen fue recorriendo las distintas parroquias.





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