Los últimos meses del Obispo mártir

Su último acto público fue el 29 de junio de 1936 en un novenario en San Pedro

El Obispo don Diego Ventaja y Milán en una reunión con los miembros de Acción Católica en el invierno de 1936.
El Obispo don Diego Ventaja y Milán en una reunión con los miembros de Acción Católica en el invierno de 1936.
Eduardo de Vicente
20:59 • 02 feb. 2022

Su carrera como Obispo de Almería fue corta, apenas un suspiro, hizo su entrada en la ciudad el 16 de julio de 1935 y un año después la guerra civil precipitó su mandato y también su vida, ya que fue asesinado el 31 de agosto de 1936.



Desde su llegada, Diego Ventaja tuvo muy claro  que le había tocado un tiempo convulso y que su ‘reinado’ iba a estar sembrado de obstáculos. En la Vigilia de fin de año que celebró el 31 de diciembre de 1935 con los miembros de la Adoración Nocturna en la iglesia de Santo Domingo, el prelado nacido en Ohanes mantuvo una reunión previa con los responsables de la asociación para advertirles de los riesgos que corrían cada vez que se juntaban para compartir algún acto religioso, por lo que recomendó a sus feligreses que tanto al entrar como al salir de las parroquias procuraran ir siempre en grupo para que así estuvieran más protegidos. 



La agitación en las calles era constante, se respiraba un clima anticlerical que hacía presagiar alguna desgracia importante. Almería no era entonces un buen destino para ningún Obispo, pero Diego Ventaja estaba ligado a esta tierra y asumió el reto con entereza y también con cierta valentía. Desde el primer día, a pesar del ambiente poco favorable que se respiraba, optó por promover las reuniones de los grupos apegados a la Iglesia y mantener la actividad sin atender del todo las voces que desde el mismo estamento eclesiástico le recomendaban limitar las apariciones en público y concentrar todos los actos en el interior de los templos.



El Obispo mantenía continuos contactos con las mujeres y los hombres vinculados a la Acción Católica, que constituían una fuerza importante al menos en cuanto a número. Solían reunirse con frecuencia en la sede que la asociación tenía en la calle Lope de Vega, frente al palacio episcopal. La casa era el refugio de las catequistas que desarrollaban su labor pastoral por los barrios extremos de la ciudad. Iban por los arrabales buscando a las jóvenes que vivían “en la más absoluta ignorancia religiosa”, que entonces se consideraba la causa principal de la inmoralidad. Las enseñaban a leer y escribir y a dar los primeros pasos “en el camino hacia Dios”. Formaron parte de las llamadas escuelas nocturnas para obreras. Ligada a estas escuelas dirigidas por las “ilustres” damas de la Acción Católica, se había puesto en funcionamiento, en el mismo edificio, la sede de los talleres del Sindicato de la Aguja, otro centro de carácter religioso donde además de educar a las muchachas en la fe cristina les ofrecían la posibilidad de aprender un oficio cosiendo y bordando. 



Allí fue donde Diego Ventaja conoció a una mujer que lideró la resistencia religiosa en aquellos años tan complicados, Carmen Góngora López. Su relación con el prelado era familiar. Cuando se incorporó a la diócesis, en julio de 1935, ella fue la que le buscó una mujer para que le hiciera la comida y le preparara la ropa. Eligió a Maria Salinas, una vecina de confianza, que estuvo al lado del Obispo hasta que se lo llevaron preso. En los meses previos al comienzo de la guerra, en tiempos de escasez para los religiosos almerienses, fue doña Carmen la que se encargó de que a los inquilinos del Obispado no les faltara la comida. 



Ella fue la única mujer que pudo entrar a su celda cuando Diego Ventaja estuvo detenido en el convento de las Adoratrices, pero no pudo hacer nada por salvarlo. Fue ejecutado la misma noche que el hermano de Carmen Góngora. 



En los meses previos al estallido de la guerra civil, el Obispo tuvo que limitar sus apariciones públicas y los actos religiosos con sus parroquianos, pero siguió manteniendo en su agenda las reuniones con las juventudes católicas y en particular con Carmen Góngora, que fue uno de sus paños de lágrimas.



Los últimos actos en los que estuvo presente el prelado estuvieron marcados por el temor. El 19 de junio de 1936 estuvo en la escuela del Ave María del Quemadero para presidir la Primera Comunión de los niños. El Obispo rezó la Santa Misa sobre el rústico altar de piedra de la gruta del patio frente a la imagen de la Virgen de Lourdes. El 27 de junio Diego Ventaja dio la Comunión en Santo Domingo con motivo de la Vigilia General extraordinaria organizada por la Adoración Nocturna y dos días después, en la festividad de San Pedro, acudió al novenario de la Asociación del Apostolado en la parroquia de San Pedro. Fue el último acto público al que asistió Diego Ventaja y Milán antes de ser detenido en aquel mismo verano.


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