El Lugarico: Comer de tapas (2ª parte)

Los menos pudientes pedían una peseta de recortes, que no eran sino las sobras de otros vasos

Las tapas de Almería.
Las tapas de Almería. La Voz
Francisco Giménez-Alemán
21:00 • 26 dic. 2021

Con una fritaílla, unas papas a lo pobre con huevo frito y unos boquerones en adobo o aguja a la plancha, que según el sitio te puede costar entre cinco y seis euros, te vas comido a tu casa y hasta te puedes permitir el lujo de tomarte un café y algún pastelillo en el Habana Cristal, en el Colombia, en La Dulce Alianza, en el Coimbra o donde más te gusten los chupitos, invita la casa. Y si es para desayunar, no te pierdas unos buenos tejeringos (vulgo churros en Madrid o calentitos en Sevilla) en las proximidades del mercado y en la plaza de los Burros, son muy buenos los del Colón. No es nada caro comer de tapas en Almería. Y se van a equivocar los dueños de los bares que están reservando las mesas solo para raciones, porque esta fiebre puede pasar y sólo subsistirán los que hayan fidelizado a la clientela.



Antiguamente el público era más de beber, en el sentido flamenco, apenas comiendo unos cacahuetes o unas aceitunas, incluso un arenque. Tan era la gente de darle al mollate que en algunos establecimientos, de cuyo nombre no quiero acordarme, los menos pudientes pedían una peseta de recortes, que no eran sino las sobras de los vasos que dejaban otros parroquianos. La peseta de recortes fue una de las causas de la propagación del bacilo de Koch en la posguerra y años siguientes. Aquellas antiguas bodegas, que están en la mente de la gente de mi edad, eran el enemigo número uno de la higiene y de la salud pública. Algunas sin agua corriente y todas ellas con un barreño donde se fregaba el menaje, a lo sumo con un estropajo y jabón Lagarto. Hoy no hubieran resistido ni cinco minutos ante la ofensiva del Covid 19.



Desde esta perspectiva de la memoria histórica es digno de admirar la evolución que ha experimentado el sector de la restauración en Almería, seguramente uno de los mejores de España y no solo en calidad, sino también en limpieza y buena presentación. Los pocos que han sobrevivido de aquellos tiempos no se parecen en nada a lo que fueron. Ahí esta como ejemplo Casa Joaquín (cariñosamente llamada El Miserias) cuya carta y servicio es homologable a sus mejores competidores. No menos ha mejorado igualmente el trabajo de los camareros, aunque siempre los hubo muy profesionales y atentos. Cómo no recordar a José Jiménez Jibaja, alias Pepe el Cariñoso, muchos años en el bar Imperial y más tarde en el Club de Mar. Pepe se iba a la Hermanitas de los Pobres al terminar su jornada y se gastaba su cuota de propinas en pequeños caprichos para los ancianos, incluido el tabaco de picadura Caldo de Gallina por el que hoy día ni lo dejarían entrar.



Pero sigamos con el picoteo que también tiene su prolongación en las casas. Ensaladilla rusa (durante el franquismo se denominó ensaladilla nacional), lonchitas de jamón, chorizo, caña de lomo, gambas y un bol de mayonesa; que no falten sardinillas en aceite y mejillones en escabeche y otro tazón de ajo blanco espeso para untar con colines y tomate raf en su época (ojo con los sucedáneos que están a la orden del día). Aceitunas, cacahuetes, almendritas, avellanas… Que no falte la botellita de aceite virgen extra Castillo de Tabernas, exquisito mojado en pan o escanciando las ensaladas. Benditos Sabores de Almería (bien por la Diputación).



Hay una gran sabiduría almeriense a la hora de disponer un aperitivo, ya definitivamente consagrado como picoteo, en las casas, mejor si tienen porche o terraza con vistas al mar. Alguien se encarga de las bebidas: cerveza a discreción, incluso 0/0, tinto de verano, Coca-Cola y zumos, fino o manzanilla y buen tinto a elegir: Rivera o Rioja incluso los vinos que se están haciendo en la Alpujarra (alguno con singular nombre: las Teticas de la Sacristana) y en el Valle de Lecrín, según los gustos del anfitrión. Hay pocos momentos al día o a la semana como ese rato alrededor de la familiar mesa improvisada con aperitivos que cada uno se va sirviendo hasta que llega luego un plato individual y más contundente que es el almuerzo propiamente dicho. ¡Qué arte el de nuestras casas para organizar un festín gastronómico en un pispás!



No he querido pasar este día de Navidad sin una mención entrañable a nuestras costumbres mantenidas por tantas familias almerienses por mucho que esté de moda salir a comer fuera. En mi casa, por la ascendencia murciana de los Alemán, no faltaría hoy el cocido de pascua, o sea la pava con pelotas, de gran tradición entre los huertanos y allegados. Es en esencia un cocido con todos los avíos, guisado con pavo y albóndigas aplastadas bien especiadas con pimentón y pasadas por la sartén, más su verdurita, y todo ello precedido de la rica sopa con fideos o estrellitas. Se me saltan las lágrimas, perdón, al recordarlo. ¡Feliz Navidad!





Temas relacionados

para ti

en destaque