Los peligros de la Garrofa y el Palmer

En 1878 se iniciaron las obras para adecentar la carretera que unía Málaga con Almería

El tramo más peligroso de la Carretera de Málaga a Almería en nuestra provincia era el que iba de Cerro Gordo a la Garrofa.
El tramo más peligroso de la Carretera de Málaga a Almería en nuestra provincia era el que iba de Cerro Gordo a la Garrofa.
Eduardo de Vicente
00:10 • 19 nov. 2021 / actualizado a las 07:00 • 19 nov. 2021

Cuando el mayoral del coche correo que cubría la línea entre Almería y Berja encaraba las primeras curvas del Cañarete se santiguaba. Era costumbre entonces encomendarse al santo del día cada vez que la lluvia azotaba aquellas estribaciones de la Sierra de Gádor donde la carretera no era más que un camino de tierra que se iba abriendo paso a duras penas entre las piedras que llegaban hasta el mar.



Los días de tormenta, cuando el cielo se oscurecía como si fuera de noche y esa esquina de la montaña que en Almería conocemos como ‘el rincón de las panochas’ se cubría de nubes negras, la diligencia se detenía a la altura de la ermita en la salida de Aguadulce a esperar la llegada de algún carruaje procedente de Almería que le diera información sobre el estado de la carretera. Sí, aunque no lo pareciera, aquel camino estaba considerado como una carretera del Estado de segundo orden que unía Málaga con Almería. No es de extrañar que el tráfico de mercancías entre las dos capitales se  desarrollara preferentemente en los barcos de cabotaje que semanalmente cubrían el servicio entre los dos puertos.



Los mayores peligros de la temida carretera aparecían a mitad del camino, entre el paraje conocido como Cerro Gordo y la Garrofa. Había que atravesar las tortuosas cuestas del Palmer, donde era obligado poner los caballos a trote lento porque un mal paso podía traer graves consecuencias para la integridad de los viajeros. Había que recorrer tramos donde las piedras amenazaban con despeñarse y donde los derrumbes eran tan frecuentes que la carretera quedaba cortada durante semanas y se tenía que recurrir al camino antiguo para que los pueblos del poniente no se quedaran incomunicados con la capital. El camino viejo fue durante décadas un buen refugio para los contrabandistas.



En el año 1878 se iniciaron las obras para eliminar los saltos y las curvas más peligrosas del trazado, unos trabajos que nunca terminaban de estar acabados y que siempre parecían incompletos. En octubre de 1879 tres hombres resultaron heridos por un desprendimiento a la altura de la Garrofa, teniendo que ser trasladados al Hospital.



A pesar de las dificultades que ofrecía la vereda el tráfico era constante porque no había otra alternativa. Al ser el único camino entre el poniente y la capital era un lugar muy transitado, el paso obligado de los carros que a diario llegaban desde las playas de Roquetas con su cargamento de sal buscando el puerto de Almería. También era la travesía de los cientos de carros que en los meses de la uva bajaban desde los pueblos de la sierra de Gádor repletos de barriles. Todas las tartanas que a principios del siglo pasado cubrían el trayecto con la comarca, no tenían otra vía que el humilde camino, estrecho y polvoriento, que se abría paso de forma milagrosa entre los cerros y el mar.



Con tanto movimiento, no es de extrañar que el camino estuviera sembrado de pequeñas ventas de carretera, lugares de parada obligada para el descanso, refugio para los escasos viajeros que en las noches de tormenta se atrevían a cruzar por aquellos parajes.  Fue muy célebre en aquellos tiempos la Venta Ramírez, de las más antiguas que se instalaron junto a la carretera. 



La carretera del poniente fue un lugar peligroso porque en la época de la uva el tránsito continuo hacía peligrar la seguridad de los caminantes. Durante décadas, en un rincón del camino permaneció una humilde cruz de piedra que recordaba la muerte de un niño de ocho años bajo las ruedas de un carro. El suceso ocurrió en septiembre de 1910, cuando el niño Francisco Sánchez Sánchez iba por el camino para llevarle la comida a su padre que estaba pescando cerca de la Garrofa. Se supo que el niño se golpeó la cabeza con un barril de uva de un carro que venía de Dalías cuando trataba de salvar a su perro de morir aplastado bajo las ruedas. Se supo que el perro no consintió separarse del cadáver del niño y que cuando el animal falleció, sus restos fueron depositados en el mismo rincón de la carretera de la Baja Mar donde se levantó la cruz por el niño.





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