El barrio de la Estación y del Paseo

Las Peñicas de Clemente fue el barrio de la cárcel, del Matadero y de la fábrica de la Celulosa

En el popular barrio de las Peñicas de Clemente se construyó la prisión que estuvo funcionando hasta los primeros años de la posguerra.
En el popular barrio de las Peñicas de Clemente se construyó la prisión que estuvo funcionando hasta los primeros años de la posguerra.
Eduardo de Vicente
00:25 • 18 nov. 2021 / actualizado a las 07:00 • 18 nov. 2021

Las Peñicas de Clemente eran el corazón de la vega de la ciudad. Era un barrio situado a poco más de un kilómetro del centro de Almería, pero la distancia se agrandaba por la presencia de ese mundo rural de cortijos y huertos donde no existían las calles, donde los caminos eran veredas que se abrían paso entre los cañaverales, donde no alumbraba otra luz que la que regalaba el firmamento en las noches de luna llena y la de los candiles que iluminaban las viviendas.



Ese aislamiento acentuaba la belleza del lugar, su condición de escenario paradisiaco donde en tiempos del político Francisco Jover se acarició el proyecto de trasladar allí el Paseo de Almería y convertir el Paseo del centro de la ciudad en un boulevard. 



El arrabal de las Peñicas de Clemente pudo ser Paseo como también podía haber sido el barrio de la Estación. En 1890, cuando el ferrocarril estaba a punto de ser una realidad y cuando la ciudad buscaba los terrenos donde construir la Estación, surgió la posibilidad de aprovechar un solar de las Peñicas para levantar el gran edificio, ya que el escenario elegido inicialmente, que al final fue el definitivo, estaba dando problemas por las elevadas pretensiones económicas de sus propietarios.



Las Peñicas de Clemente se quedó sin la Estación, pero la llegada del ferrocarril cambió su fisonomía y la vida de sus vecinos. Las vías dividieron el barrio y el terreno de vega fue disminuyendo. La ciudad había extendido sus redes hacia la zona de levante y el avance era imparable. 



En diciembre de 1910 las autoridades decidieron adquirir un terreno, propiedad del médico don José Rubira, para trasladar allí el Matadero Municipal que hasta entonces había venido funcionando en las Almadrabillas. El Matadero fue la primera industria que llegó al barrio y su puesta en funcionamiento sirvió para que aquel paraje de la vega, que parecía tan alejado del mundo, se acercara definitivamente a la ciudad. El ajetreo del Matadero, con ese  río constante de vida que generaba a diario, obligó a abrir nuevos caminos. Ese mismo año de 1910 se empezó a pavimentar la Carrera de Monserrat, desde la Plaza de Ivo Bosch (hoy de Barcelona), hasta las Peñicas de Clemente






Unos años después, cuando la cárcel de la calle Real se caía de vieja, la ciudad miró hacia los solares de las Peñicas de Clemente para construir allí la nueva prisión provincial, que en enero de 1925 ya estaba preparada para ser inaugurada de forma oficial. La nueva cárcel, ubicada en el paraje de Gachas Colorás, tuvo una vida muy corta. Desde su inauguración salieron a la luz las graves carencias que el recinto ofrecía. Faltaban servicios tan necesarios como el del alcantarillado y el del suministro del agua; esta carencia obligaba a tener que llevar el agua hasta el edificio, lo que se hacía a razón de entre tres y cinco cubas diarias, con un coste de más de tres mil pesetas anuales. 



La cárcel de las Peñicas resistió en los años de la guerra convertida en prisión de mujeres y acabó desapareciendo en los primeros años de la posguerra cuando se levantó una prisión más moderna en la Carretera de Níjar. En aquellos tiempos todavía se mantenían funcionando las dos escuelas que había creado la República para los niños y las niñas del barrio y los cortijos y las huertas convivían con el mundo que se había gestado en torno al ferrocarril. 


En la manzana conocida como Gachas Colorás vivía el guardabarreras del tren y su familia, en un grupo de viviendas modestas que estaban tan cerca de las vías que cuando pasaba el convoy crujían los cimientos. Aquella barrera manual pasó a la historia en 1975, cuando en el paso a nivel de las Peñicas y la Avenida de Carrero Blanco se colocaron las barreras automáticas. Unos meses antes, el tren de Baeza había matado a una persona en el paso de Los Molinos.


En aquel tiempo la vega era solo un recuerdo y en las Peñicas de Clemente ya no se olía a huerta y a establo, sino al humo que soltaban las incansables chimeneas de la fábrica de papel, nuestra recordada Celulosa, que tantas protestas generó.


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