Los colegios que habitaron la Rambla

La Salle, Las Jesuitinas y la Escuela de Formación dinamizaron el otro lado de la Rambla

En los años 40 el colegio de la Salle y sus instalaciones deportivas le daban vida al otro lado de la Rambla y acercaba el viejo cauce a la ciudad.
En los años 40 el colegio de la Salle y sus instalaciones deportivas le daban vida al otro lado de la Rambla y acercaba el viejo cauce a la ciudad.
Eduardo de Vicente
00:51 • 29 oct. 2021 / actualizado a las 07:00 • 29 oct. 2021

La ciudad necesitaba dar el salto, cruzar al otro lado del cauce y seguir creciendo. No había posibilidades de extender los brazos hacia el sur por la presencia del mar, y el norte estaba limitado por los arrabales del Quemadero y los cerros próximos. Almería miraba más allá de la Rambla, pero para conquistar este territorio era necesario tender los puentes que la cruzaran y ganarle definitivamente terreno a la vieja vega, que al terminar la guerra ya presentaba síntomas de agotamiento y de abandono.



En este proceso de ‘colonización’ fueron fundamentales los colegios que se instalaron al otro lado del cauce. El primero fue el de los hermanos de la doctrina cristiana, el colegio de la Salle, que había empezado su andadura en la calle Almanzor y tras el paréntesis obligado de la guerra civil reanudó su actividad en el malecón de la Rambla, ocupando un edificio que había sido construido en 1935 para cuartel de la Guardia Civil. 



La importancia del colegio de la Salle en la dinamización del margen más alejado de la Rambla fue crucial, ya que cientos de alumnos tenían que cruzar el cauce varias veces al día para acudir al centro, lo que obligó a las autoridades a pisar el acelerador a la hora de acometer las reformas necesarias. Había que mejorar la iluminación pública que era escasa y en algunos puntos inexistente y tender esa red de pasarelas que uniera aquel territorio con el centro de la ciudad.



La importancia del colegio de la Salle fue vital, ya que no se trataba solo de un centro escolar, sino que desde su puesta en funcionamiento se convirtió en uno de los recintos deportivos más fértiles de Almería. En sus instalaciones se disputaban partidos de fútbol, de balonmano y de baloncesto durante los siete días de la semana y en su frontón se organizaban grandes desafíos de pelota que eran presenciados por cientos de aficionados. Cada vez que se celebraba un partido, la ciudad se acercaba un poco más al otro lado de la Rambla.



En 1948, cuando el colegio de la Salle llevaba varios cursos funcionando a toda máquina, llegó a la Rambla otra nueva escuela, con la misma fuerza y con el mismo volumen de alumnos. Las Jesuitinas, que habían debutado en Almería en la calle de la Reina, habían crecido tanto que necesitaban una finca para instalarse. La idea de un solar amplio donde poder levantar una escuela mayor con instalaciones modernas fue una obsesión permanente para las Hijas de Jesús. Así se lo hicieron ver a don Enrique Delgado, Obispo de Almería, que les ofreció a las religiosas un terreno propiedad de la Iglesia, situado al otro lado de la Rambla, donde años antes se levantó la ermita de San Antonio. Las monjas fueron a visitar el lugar y les gustó ese rincón tan aislado y a la vez tan pegado a la ciudad, pero les pareció pequeño, por lo que pensaron en la posibilidad de adquirir una magnífica huerta  que lindaba con el solar que les ofrecía el Obispo. El paraje se llamaba la Huerta de San Diego y era una hermosa finca de más de seis mil metros cuadrados de terreno, con casa-cortijo, pozo y balsa,  propiedad de doña Rosa Callejón.



En el verano de 1948, el nuevo centro era una realidad que se alzaba majestuoso y lleno de vida frente al muro de piedra de la Rambla.



Por aquellos años ya estaba en marcha otro proyecto que fue fundamental en el desarrollo de aquel malecón: la construcción de una escuela de Formación Profesional. La noticia había sido recibida con euforia en la sociedad almeriense, que por fin iba a contar con un centro especializado para jóvenes que buscaban la especialización en un oficio, y también por los vecinos de aquella amplia manzana al otro lado de la Rambla, que se iban a beneficiar de esa inyección de vida que suponía la construcción de una escuela llamada a recibir en sus aulas a casi un millar de alumnos. Las obras comenzaron en 1949 y el nuevo centro empezó a funcionar en el curso 1951-1952. 



La Rambla y sus dos malecones ya estaban integrados en la ciudad. Se habían terminado de levantar las pasarelas y el cauce se había adecentado con la repoblación forestal y la plantación de cerca de cuatro mil moreras traídas de Murcia y Orihuela


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