El clérigo que sobrevivió a tres obispos

Navarro Darax dirigió la Catedral bajo el mandato de Orberá, Zárate y Casanova

José María Navarro Darax retratado por el fotógrafo Agustín Morales.
José María Navarro Darax retratado por el fotógrafo Agustín Morales.
Eduardo de Vicente
07:00 • 16 ago. 2021

La calle de la Hermosura nacía junto a las murallas que bajaban de San Cristóbal a la Puerta de Purchena y moría en la Plaza de Marín. Cuando derribaron los viejos muros de piedra y la calle fue alineada, la bautizaron con el nombre de Hermosura. Por acuerdo de 9 de septiembre de 1910, el Ayuntamiento le cambió el nombre y le puso Navarro Darax, en honor al sacerdote valenciano que durante más de treinta años fue mano derecha de tres obispos: José María Orberá y Carrión, Santos Zárate y Martínez y Vicente Casanova y Marzol.



José María Navarro Darax nació  en Carcagente (Valencia) en 1845. Catedrático en Teología y en Historia Natural, Doctor en Derecho Canónigo, Director gerente del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería y escritor en sus ratos de ocio, dedicó su vida al estudio y a la enseñanza. 



Llegó a Almería en 1877, de la mano del Obispo Orberá, con el que le unía una vieja amistad y un parentesco de segundo grado. Su primer destino fue hacerse cargo del Rectorado del Seminario de San Indalecio, aunque su gran objetivo siempre fue entrar a formar parte del equipo de canónigos de La Catedral, a la que accedió tres meses después de su llegada, en enero de 1877, para ocupar la vacante que había dejado la muerte del párroco don Carlos Coronado. 



Desde  su entrada en el gran templo, Navarro Darax puso todo su empeño en ordenar los archivos. Pasó meses estudiando legajos y recuperando documentos que, abandonados en los armarios, empezaban a ser el alimento de las ratas.



El 24 de diciembre de 1884 fue ascendido al Arcedianato y el 10 de agosto de 1909 fue elevado a Deán, cargo que le concedía la máxima autoridad dentro de La Catedral. El día de su nombramiento le organizaron una fiesta inesperada. Un grupo de amigos de la infancia y  familiares, se desplazaron desde su pueblo, Carcagente, hasta Almería en bicicleta para asistir al solemne acto.



Cuando corrió la noticia por la ciudad de la llegada de estos improvisados viajeros,  varios jóvenes católicos de Almería organizaron a su vez una expedición para ir a esperar a los ciclistas que venían desde Valencia. Aquel pelotón de almerienses que fueron hasta Benahadux a darles las bienvenida a los amigos del sacerdote, estaba compuesto por: Francisco Burgos Segui, Guillermo Martínez, José Gómez Campana, Luis Pardo, Enrique Romero, Luis Baeza, Francisco Martínez Limones, Antonio Pérez Herrera, Manuel Fernández Morcillo y José Sánchez Ulibarri.  Cuando el grupo regresaba a Almería, por todos los pueblos y los barrios que iban atravesando eran recibidos con cohetes y agasajados como si fueran héroes.



José María Navarro Darax, arropado por sus amigos de siempre, vivió uno de los días más emocionantes en su etapa en Almería. En el acto de  su nombramiento como nuevo Deán, celebrado en La Catedral, lució el roquete con el que en 1875 había sido consagrado Obispo de Almería su inolvidable amigo José María Orberá. 



Fue una manera de tributarle un recuerdo a la memoria del prelado, trece años después de su fallecimiento.


La relación entre el Obispo Orberá y Navarro Darax había  sido de hermanos. Fue se secretario particular, su mano derecha para ejecutar sus órdenes y también su confidente, al que el Obispo le pedía consejo cada vez que tenía un problema. 


Cuando el 3 de diciembre de 1886 trajeron el féretro del Obispo Orberá desde Madrid, fue su amigo fiel y compañero, José María Navarro Darax, el que a la entrada a la ciudad por la Puerta de Belén descubrió la caja de madera y zinc para identificar el cadáver y besarle las manos y el rostro.


Dotado de un don natural para la oratoria, y apoyado en su extenso bagaje cultural, Navarro Darax convencía con pocas palabras. Su retórica lo convirtió también en una figura dentro del Seminario, donde ejerció como Catedrático. 


Durante sus años en Almería, nunca abandonó la pedagogía y destacó por su constante preocupación por erradicar el analfabetismo, que golpeaba con dureza en las barriadas más humildes. En uno de los sermones que ofreció durante los actos litúrgicos de la Navidad de 1890, Navarro Darax se dirigió a las familias pudientes de la ciudad para que contribuyeran a costear la apertura de aulas en los barrios más pobres para enseñar a leer y a escribir a niños y mayores. Solía decir en sus predicaciones que “el analfabetismo se cobra más víctimas que el hambre”.


Gracias a su constancia consiguió que se abrieran varias aulas nocturnas para trabajadores y una escuela dominical que estuvo funcionando en el Ermita de la Rambla de Belén. Colaboró con las monjas de del colegio de la Compañía de María en los años críticos  cuando faltaban los recursos económicos. Pero su gran obra en el campo de la enseñanza fue, sin duda, la creación y construcción del Colegio de Jesús Maestro, que en 1891 empezó a levantarse en el solar donde hoy está el edificio de Correos.


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