La calle del estudio de Perceval

Es una vía estrecha y de largo recorrido que sube desde la calle Cámaras

Jesús de Perceval era una cuesta empinada que bajaba desde el cerro de las Cruces hasta la calle Cámaras.
Jesús de Perceval era una cuesta empinada que bajaba desde el cerro de las Cruces hasta la calle Cámaras.
Eduardo de Vicente
07:00 • 29 jul. 2021

En esencia, la actual calle dedicada al artista Jesús de Perceval era una de las cuestas que bajaban hacia el centro de la ciudad desde el cerro de las Cruces. Nacía por el norte frente a los muros del cortijo de Fischer para desembocar en el sur en la calle Cámaras.



Más que calle tenía alma de vereda, de camino indómito que se transformaba en un torrente en los días de tormenta. Si llovía más de la cuenta, la calle era un río al que llegaban también las aguas de las cinco vías que la atravesaban. No es de extrañar que cuando el cielo se tornaba oscuro y el diluvio amenazaba la ciudad, los vecinos de la calle le pusieran velas a todos los santos. El punto más perjudicado resultaba siempre el de la salida por la calle de Cámaras, donde iban a parar todas las aguas en su descenso furioso.



A lo largo de la historia el lugar ha tenido tres nombres: primero fue calle de Luis Salute, célebre maestro de obras; después de la guerra se la dedicaron al Padre Gabriel Olivares, considerado como uno de los mártires de la guerra civil, y posteriormente a la figura del artista almeriense Jesús de Perceval, que tuvo allí, en la casa de la familia de los Cámaras, su estudio de pintura y escultura. El edificio se mantiene en pie, en un estado lamentable de abandono. Aún se aprecia la grandeza de este escenario y se puede intuir la importancia que debió tener el jardín, en el que todavía se mantienen en pie algunos árboles centenarios.



Era también la calle de los padres Franciscanos, donde estaba la puerta principal de la iglesia antes de que reformaran el templo y la colocaran por la Rambla de Alfareros. En la guerra, las dependencias eclesiásticas fueron utilizadas para instalar las aulas de la escuela nacional Ferrer Guardia y el llamado ateneo libertario, organismo que tutelaba el centro escolar.



De aquellos meses en los que la iglesia de San Francisco fue colegio republicano, se cuenta como anécdota que dos de los hermanos Cassinello, Andrés y Fernando, tuvieron que recurrir al segundo apellido, ‘Pérez’, para poder matricularse en el centro y evitar las posibles represalias, ya que pertenecían a una familia políticamente marcada por ser considerada de “derechas”.



Casi pegada a la iglesia, unos metros más abajo, empezaba la tapia de la empresa Hortícola Almeriense que abarcaba toda la manzana. Enfrente estuvo la famosa fábrica de embutidos de la familia Díaz, que hoy siguen siendo los vecinos más antiguos del barrio.



De lo que fue la calle hoy solo queda la iglesia, la casa del estudio de Perceval y un letrero antiguo hecho de losa donde se puede leer el nombre del Padre Gabriel Olivares. El resto ha ido sufriendo la mano del progreso, que de forma desordenada, sin atender a ningún criterio racional, fue poniendo edificios aquí  y allá hasta dejar la calle sin rastro de su esencia.



Hoy cuesta trabajo mirar hacia arriba y encontrar la torre del campanario de la iglesia de los Franciscanos, oculta entre los edificios. Sin embargo, es más fácil adivinar donde estaba el estudio de Perceval por los árboles que se asoman al otro lado de la tapia.



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