El colegio de los niños del coro

La Catedral esconde un pequeño patio trasero al que se puede acceder por la sacristía

Patio trasero de la Catedral. Al fondo, la puerta por la que se accede al aula del antiguo colegio de los Seises.
Patio trasero de la Catedral. Al fondo, la puerta por la que se accede al aula del antiguo colegio de los Seises. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 18 jul. 2021

La Catedral tiene rincones que aparecen escondidos, pero que guardan historias que merece la pena rescatar. El recinto conserva un pequeño patio trasero al que se puede acceder a través de la sacristía o entrando por la calle del Cubo. Es un patio de silencio en el que solo habitan los pájaros. Los niños de hace medio siglo encontrábamos allí un pequeño refugio donde en las tardes de verano íbamos a refrescarnos en una vieja fuente de piedra que le daba vida al patio.



Al entrar por la puerta de la calle del Cubo, a la izquierda, cruzábamos delante de una antigua puerta de madera que estaba coronada por un letrero centenario donde se podía leer: “Fundado por el Excmo e Ilmo Señor Obispo D. Vicente Casanova y Marzol. Inaugurado el 1º de marzo de 1919”.



Era el colegio de los Seises, que en los años setenta, cuando ya no existía la escuela de los niños  cantores, fue reconvertido en aula de apoyo del colegio Diego Ventaja, que se había quedado pequeño para acoger a tanto niño. Eran los años dorados del ‘Baby boomer’.



La historia del colegio de Seises estaba ligada al templo. Servía de academia para formar a aquellos niños con condiciones para formar parte del coro de la Catedral. Empezó a escribirse en 1919, cuando el Obispo don Vicente Casanova y Marzol pudo hacer realidad uno de sus grandes anhelos desde que en 1908 se hizo cargo de la diócesis: tener en Almería un coro de niños cantores. El sueño  del obispo fue que la Catedral contara con su propia cantera de Seises, que no hubiera que alquilar voces ni contratar a tenores para los actos religiosos. Durante diez años estuvo gestando el proyecto hasta que en el curso 1918-1919 se puso en marcha una campaña por los colegios que controlaba la Iglesia para seleccionar a los niños con mejores voces.



Por fin, el sábado uno de marzo de 1919, se inauguraba oficialmente el colegio de Seises.  El aula se puso a funcionar a toda máquina, con cincuenta alumnos. Cuatro sacerdotes  se encargaban de las clases de Enseñanza Primaria y religión, a lo largo de la mañana, mientras que por la tarde los niños recibían una rigurosa instrucción en solfeo y canto, y aprendían a manejar instrumentos.



El colegio de Seises fue la cuna de los niños cantores hasta los años de la guerra civil, cuando tuvo que cerrar sus puertas. En 1943, el aula sirvió como taller del insigne maestro organista de origen belga don Pedro Ghys Guillermín, que ocupó la habitación hasta que unos años después volvió a acoger a las mejores voces infantiles.



En los años cincuenta el coro de los Seises volvió a tener el protagonismo que había tenido antes de la guerra. El Obispo don Alfonso Ródenas y el maestro de capilla don Vicente Martínez jugaron un papel fundamental para que los niños cantores volvieran a ser una parte importante en las ceremonias de la Iglesia. 



La llamada escuela unitaria de Seises tenía solo un aula, tan pequeña que no tenía espacio ni para un cuarto de los ratones ni para tener un servicio. Los niños, cuando necesitaban hacer  sus necesidades, atravesaban el patio trasero de la Catedral y allí, al subir las escaleras, en un  cuarto diminuto, se encontraban con el váter. 


Los niños del coro eran entonces unos privilegiados que asistían a las ceremonias más importantes  formando parte del elenco de ‘actores’ principales. Además tenían la suerte de que de vez en cuando se los llevaban a los pueblos para cantar en alguna misa, lo que siempre era una aventura.


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